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En medio de un severa crisis política y económica en Venezuela, el presidente Nicolás Maduro convocó a una Asamblea Nacional Constituyente, la cual el gobierno asegura que busca restablecer el orden y contrarrestar el movimiento opositor, que de acuerdo con las palabras del mandatario, no es otra cosa que “un intento de golpe de Estado”, impulsado por Estados Unidos.
Los grupos que apoyan al gobierno de Maduro se les conoce como chavistas (en memoria del ex presidente Hugo Chávez) y son la Fuerza Armada, la mayoría de los gobernadores, alcaldes, ministros, funcionarios y militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
De acuerdo con el discurso oficial, en estas filas también están “todos los venezolanos revolucionarios”, es decir, la población que trabaja en las empresas gubernamentales y aquellos que de una forma u otra reciben ayudas del gobierno y que no se atreven a criticar al sistema en voz alta por temor a perder la oportunidad de conseguir un poco más para sus familias.
El Barrio 23 de Enero, en Caracas, es el corazón del chavismo; murales por todos lados hacen referencia a Hugo Chávez. Este lugar es la cuna de los “colectivos”, grupos paramilitares integrados por jóvenes organizados y armados, a los que se ha señalado como responsables de la violencia contra las marchas de la oposición e, incluso, de la muerte de manifestantes. Ellos se consideran defensores del legado del ex presidente, cuyos restos descansan en un mausoleo levantado en este barrio, ubicado estratégicamente frente al Palacio de Miraflores.
En los últimos meses grupos chavistas han insistido en diferenciarse de los “maduristas”, particularmente después de que el mandatario convocó a una Asamblea Constituyente para crear una nueva Carta Magna que sustituya a la aprobada en 1999, en el inicio del gobierno de Chávez. Entre ellos hay nombres importantes de la política como Gabriela Ramírez, quien fue ómbudsman en el gobierno de Chávez, y Miguel Rodríguez Torres, general retirado y ministro con el ex mandatario. Maduro los descalifica llamándolos “traidores”.
A los eventos oficiales del presidente en Caracas llegan cientos de personas. Algunos viajaron hasta ocho horas en camiones desde otras provincias para escucharlo. Aseguran que van porque quieren dar su apoyo y nadie los obliga. Ellos creen en el discurso de Maduro, al que ven como el heredero de Chávez, y al que están dispuestos a defender de las amenazas del imperialismo que busca acabar con la revolución bolivariana, como asegura el presidente.