El incesante goteo de revelaciones publicadas la pasada semana sobre los contactos entre Donald Trump Jr. y el abogado ruso en 2016 subrayó la incapacidad de la Casa Blanca para cerrar el capítulo de Rusia, que arroja sombras sobre la presidencia del republicano. No importa lo presidencial que haya podido parecer Trump durante sus recientes viajes a Europa, las persistentes dudas sobre la relación entre su equipo y Moscú le impiden saborear una victoria en las relaciones públicas y dar impulso a su estancada agenda legislativa.
Las contradicciones del Gobierno de Donald Trump y su círculo más próximo sobre el caso ruso llegaron esta semana a uno de sus momentos culminantes cuando su primogénito, Trump Jr., publicó unos correos en los que estaba "encantado" con la idea de que el Kremlin le diera munición contra Hillary Clinton.
Las sospechas de que pudo haber una coordinación entre la campaña del multimillonario y el Kremlin para perjudicar a la excandidata demócrata a la Presidencia de Estados Unidos en los comicios de 2016 toman cada vez más fuerza, en medio de una maraña espesa de reuniones y contactos entre el equipo de Trump y Moscú que ya nadie puede negar.
Acosado por las filtraciones, que han salido de la propia Casa Blanca desde la que gobierna, el presidente se ha pasado los últimos meses negando la mayor y calificando las informaciones sobre la injerencia rusa en las elecciones como "noticias falsas", "una caza de brujas" o "un sinsentido".
Sin embargo, la prueba más significativa hasta el momento alrededor de la investigación rusa ha salido a la luz gracias a su hijo.
Presionado por la información obtenida por el diario The New York Times el pasado fin de semana, Donald Trump Jr. acabó publicando unos correos de junio de 2016 en los que acoge con entusiasmo la idea de recibir información sobre Clinton de una abogada rusa, identificada como Natalia Veselnitskaya.
El rotativo reveló que el primogénito de Trump, junto al entonces jefe de campaña de Trump, Paul Manafort, y su cuñado, Jared Kushner, se reunieron con dicha abogada rusa.
En un primer comunicado para dar su versión de ese encuentro, Trump Jr. no aludió a ninguna discusión sobre la estrategia de campaña y la rival electoral de su padre, relato que luego se demostró inconsistente.
"Fue una breve reunión introductoria. Le pedí a Jared y a Paul que pasaran. Primero discutimos un programa sobre la adopción de niños rusos que era activo y popular con las familias estadounidenses hace años y al que el gobierno ruso puso fin, pero no era un asunto de campaña en ese entonces y no continuamos las conversaciones", se excusó el hijo mayor del magnate.
Al día siguiente, conscientes de que la trama rusa volvía a levantar polvo sobre la Casa Blanca, Mark Corallo, un portavoz del abogado del presidente emitió otro comunicado asegurando que la reunión fue un montaje.
Aquella explicación no acalló las críticas y, ahogado por las circunstancias, Trump Jr. terminó publicando en su Twitter una serie de correos para ser, en sus palabras, "totalmente transparente" sobre cómo y por qué se gestó su encuentro con Veselnitskaya.
En uno de esos correos, Rob Goldstone, el publicista que preparó la reunión con Veselnitskaya, advierte a Trump Jr. de que iba a recibir "algunos documentos oficiales e información que podrían incriminar a Hillary (Clinton) y sus relaciones con Rusia", y que serían "muy útiles" para su padre.
"Se trata obviamente de una información de muy alto nivel y sensible, pero es parte del apoyo de Rusia y su Gobierno al señor Trump", agrega Goldstone en el correo.
La respuesta de Trump Jr. a ese mensaje fue: "Si es lo que dices me encanta".
Esos correos representan, hasta el momento, la prueba más tangible y pública sobre los posibles nexos entre la campaña de Trump y el Gobierno ruso con el fin de decantar la balanza electoral a favor del multimillonario, pero no han sido, ni mucho menos, la primera.
Alrededor de las investigaciones sobre la supuesta injerencia del Kremlin, ahora lideradas por un fiscal especial para el caso, Robert Mueller, la Casa Blanca ha dado palos de ciego en sus explicaciones, empezando por el gran estertor del escándalo: el despido fulminante de James Comey como director del FBI.
Las versiones oficiales que salían de los portavoces del Gobierno chocaron con las del propio presidente, mientras que Comey ha asegurado que Trump le pidió poner fin a la investigación del FBI sobre la trama rusa.
Aquel movimiento puso sobre la mesa la posibilidad de que Trump cometiera un delito de "intento de obstrucción a la Justicia", mientras que los datos revelados en los correos de su hijo mayor podrían llegar a ser tratados como un caso de "traición".
Lejos aún de una conclusión, y con más personajes involucrados en la trama, lo que sí ha quedado claro es que Trump cada vez encuentra más dificultades para no tropezarse con su versión de los hechos y que negar que su entorno tuvo contactos con los rusos es casi ya tarea imposible.
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