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Un día después del cierre de la cumbre del Grupo de los Veinte (G20), las autoridades de Hamburgo admitieron ayer el fracaso en materia de seguridad y se mostraron sorprendidas por la brutalidad de las protestas, que causaron graves destrozos y dejaron cientos de heridos.
En una rueda de prensa, el jefe de operaciones de la policía de Hamburgo, Hartmut Dudde, señaló que 476 agentes habían resultado heridos desde el jueves, tras un despliegue de más de 20 mil efectivos para la realización de la cumbre, y que 186 personas fueron detenidas. Sin embargo, no hay cifras sobre los manifestantes heridos.
El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, condenó enérgicamente los disturbios contra la cumbre del G20 y advirtió de que no se puede dejar “en manos de unos pocos delincuentes violentos y brutales, como los que hemos visto aquí en Hamburgo, la decisión y elección de lo que puede celebrarse o no en Alemania”.
Después de que las imágenes de barricadas, coches ardiendo y batallas campales entre activistas antisistema y policías dieran la vuelta al mundo, el titular de Interior de Hamburgo, Andy Grote, admitió que pese a un año de preparativos se vio sorprendido por la brutalidad de las protestas, pero destacó que el objetivo de celebrar la cumbre con garantías “ se ha logrado”.
En su opinión, la policía también fue capaz de “manejar las numerosas situaciones creadas en torno a las manifestaciones”, pero reconoció que los agentes tuvieron que enfrentarse a “actos violentos de criminales sin escrúpulos” que, según Grote, “no eran posibles de prever en esta forma”.
“Es algo que espanta a cualquiera y a mí también. Es algo que aflige, y a mí también”, comentó el alcalde de Hamburgo, Olaf Scholz, al ver rota la promesa hecha a los habitantes de la ciudad de que estarían seguros durante la cumbre.