Reino Unido se encamina a la ingobernabilidad tras celebrar ayer elecciones anticipadas, en las que la primera ministra Theresa May perdió la mayoría parlamentaria.
En las primeras horas de hoy, tiempo de Londres, Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, llamó May a renunciar y permitir un gobierno laborista ante los pobres resultados logrados por su partido. “La primera ministra convocó a esta elecciones (...) perdió apoyo y confianza. Eso es claramente suficiente para irse y dejar lugar a un gobierno que realmente represente a toda la gente de este país”, declaró.
May respondió que si el Partido Conservador “ha ganado la mayor cantidad de escaños y votos, le corresponderá asegurar esa estabilidad”. En otras palabras, que no se va.
Según sondeos preliminares divulgados anoche por la BBC, los tories (Conservadores) de May habrían logrado 318 escaños, lo que representaría un retroceso de 13 y la pérdida de la mayoría absoluta fijada en 326. Los laboristas habrían obtenido 267 asientos, lo que significaría un logro extraordinario para el pacifista Corbyn, quien había llegado a la contienda electoral sin tener unidad al interior de su partido. El avance habría sido de 35 asientos.
La liberal-demócrata de Tim Farron, sería la otra fuerza política ganadora. Con la bandera antiBrexit pasaría de 8 a 11 escaños.
El Partido Nacionalista Escocés de Nicola Sturgeon, con su campaña de un nuevo referéndum de independencia y permanencia en la Unión Europea, perdió fuerza, 24 escaños menos, aunque mantiene su peso como el partido más grande en Escocia con 32.
De confirmarse las previsiones, el bipartidismo que ha definido durante décadas el sistema político británico estaría de vuelta en la Cámara de los Comunes. También marcaría un resurgimiento de la izquierda, barrida en las elecciones de 2015 con la sorpresiva victoria del entonces primer ministro David Cameron. Incluso, Corbyn es considerado como el político ganador de las elecciones al lograr que su partido se colocara como una oposición fuerte ante los conservadores.
Los tories muy probablemente continuarán en el 10 de Downing Street, pero la incógnita está en si May seguirá siendo la inquilina, pues las críticas no se han hecho esperar.
No estaba obligada a convocar elecciones antes de 2020, pero lo hizo confiada en que arrollaría en las urnas, aniquilaría a la oposición y obtendría un cheque en blanco para negociar el Brexit.
La falta del resultado esperado, sin duda mina la legitimidad democrática que trataba de ganar con esta elección, toda vez que llegó al poder en julio pasado sin el apoyo de las urnas y como relevo de Cameron, quien fue el gran perdedor en el referéndum del Brexit.
Asimismo añade incertidumbre a las negociaciones de la salida de Reino Unido de la Unión Europea (UE), que se espera arranquen en 10 días y culminen en marzo de 2019.
La UE tiene su equipo listo para consolidar la exclusión de Gran Bretaña, pero esperaba que de las elecciones saliera un líder sólido, predecible y capaz de actuar con la comodidad que suponía contar con una mayoría parlamentaria.
May tomó el riesgo, pero evidentemente no calculó todos los posibles, entre ellos, tres atentados terroristas en tres meses, el último de ellos a días de la elección, el sábado pasado en el corazón de Londres.