Los nuevos opioides sintéticos representan una creciente amenaza para la salud pública europea, al ser altamente adictivos y en ocasiones más potentes que la heroína y la morfina, advierte en su informe anual el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías.
El reporte, que será presentado hoy (martes) y al cual ha tenido acceso EL UNIVERSAL, sostiene que a pesar de representar un porcentaje pequeño en el mercado, estás drogas están desplazando a las sustancias tradicionales y contribuyendo al aumento de las muertes por sobredosis.
Afirma que su peligrosidad es aún mayor debido a que se necesitan pocas cantidades para producir miles de dosis. “Son sustancias fáciles de ocultar y transportar, por lo que constituyen un problema para los organismos de fiscalización de drogas y un producto potencialmente atractivo para la delincuencia organizada”, indica.
Sin embargo, el riesgo no es sólo para el usuario, por su alto grado tóxico, también lo es para quienes se exponen de manera accidental, sea por contacto o inhalación, como los trabajadores de correos, de aduanas, los servicios médicos y las propias fuerzas de seguridad.
Las versiones más potentes son principalmente las derivadas del fentanilo, como el acriloilfentanilo y el furanilfentanilo, y están disponibles en polvo, pastillas y cápsulas, así como en forma líquida o como aerosoles nasales.
Se comercializan, principalmente en los mercados online y en los circuitos clandestinos, como una alternativa a la heroína o de otras drogas ilegales.
“Son productos rentables, con un potente atractivo para los grupos de delincuencia organizada”, sostiene el documento del observatorio.
El sistema de alerta temprana de la Unión Europea viene registrando un aumento de las notificaciones relacionadas con estas sustancias y su peligrosidad desde 2012. Entre 2009 y 2016 se detectaron en Europa 25 nuevos opioides sintéticos “muy potentes”.
De acuerdo con el OEDT, las muertes por sobredosis aumentaron en Europa por tercer año consecutivo. En 2015 habrían muerto 8 mil 441 personas por sobredosis en los 28 países de la Unión Europea, Turquía y Noruega, lo que representó un incremento de 6 % con respecto al año previo.
La heroína o sus metabolitos están presentes en la mayoría de las muertes notificadas, a menudo en combinación con otras sustancias.
La tasa de mortalidad es casi cuatro veces más alta entre los hombres que entre las mujeres, la edad media en el momento de la muerte es de 38 años, y son especialmente vulnerables aquellos que inician o abandonan un tratamiento.
De allí que una de las principales recomendaciones emitidas por el observatorio sea el reforzamiento de los centros de consumo de drogas bajo supervisión.
En total existen en Europa 78 salas de consumo controlado, y entre otras herramientas a su disposición, figuran los kits de naloxona, equipados generalmente con jeringuillas precargadas de esta sustancia efectiva para revertir sobredosis de opioides.
Otra novedad del informe, es la primera evaluación sobre el impacto en Europa de las modificaciones al marco regulatorio del cannabis en Estados Unidos.
Señala que el viraje de la política estadounidense no ha provocado cambios en el Viejo Continente, sólo debates apasionados sobre su uso personal y de tipo médico.
Sin embargo, prevé que la creación de mercados de cannabis comercialmente regulados tenga impactos de futuro, ya que “está propiciando innovación y desarrollo de productos, como vaporizadores, soluciones líquidas y productos comestibles”.
El documento también hace un análisis comparativo sobre las pautas de consumo entre estudiantes estadounidenses y europeos de 21 países de la UE y Noruega de 15 y 16 años.
Si se trata de cannabis, los estadounidenses aventajan. El nivel de consumo en el último mes es de 15%, frente a 8% de los europeos.
Mientras que en el rubro del tabaco y el alcohol, los europeos son por mucho superiores, 23% de los estudiantes europeos consumió cigarros en el último mes, en tanto que sólo 6% de los estadounidenses lo hizo.
En el rubro del alcohol la proporción es más que el doble, 49% de los europeos, ante 22% de los estadounidenses. Con excepción de la cannabis en Europa, los índices de consumo de estas sustancias han caído considerablemente desde 1995.