Entre los pequeños puestos de las laberínticas calles de la vieja Jerusalén , llaveros con la estrella de David -el símbolo judío más conocido- se mezclan con los rosarios y cruces católicas , pero también con ejemplares del Corán .
En los pisos empedrados de la ciudad amurallada, la imagen del hijab (velo árabe) y el thawb (túnica larga) que portan los musulmanes , contrasta con el traje eclesiástico que sacerdotes católicos portan con orgullo; y con el kipá y los rulos en las patillas de los judíos .
La vieja Jerusalén alberga cuatro barrios donde conviven con una tolerancia frágil, pero tangible, cerca de 30 mil armenios, cristianos, judíos y musulmanes.
Y es en el Monte del Templo , un espacio que se disputan todos, pero que también comparten con reglas y orden estricto, donde todas estas visiones conviven.
Para los judíos , estas tierras áridas son el territorio más sagrado porque aquí yace la piedra fundacional que, según creen, Dios utilizó para crear el universo; para los cristianos , el sitio es sagrado porque su religión señala que ahí fue crucificado y sepultado el mesías Jesús ; y para los musulmanes representa el tercer lugar más importante, pues aseguran que, desde aquí, el profeta Mahoma subió al cielo.
SEGURIDAD, SEGURIDAD, SEGURIDAD
En una región convulsa como Medio Oriente , con Siria envuelta en una guerra interna fratricida; con la indefinición de un Estado palestino (incluida Cisjordania y Gaza ); con la presencia de militantes del Estado Islámico , la Vieja Jerusalén es una zona franca, aunque con esporádicos casos de violencia que golpean las tres obsesiones de los israelíes: seguridad, seguridad y seguridad.
La última estocada que causó preocupación fue el asesinato de una policía israelí de 23 de años, atacada a puñaladas al final del ayuno del Ramadán en la puerta de Damasco, uno de los ocho ingresos a la Ciudad vieja y cuya autoría reivindicó el Estado Islámico ( ISIS ).
Los israelíes aseguran el cumplimiento de su obsesión por la seguridad con disciplina, como la obligación de todos los varones de 18 años de prestar servicio durante tres años en el Ejército y, en el caso de las mujeres, un periodo de dos.
Cuando ocurren situación de violencia o peligro, las alarmas se encienden en los dispositivos de seguridad e inteligencia, con una de las tecnologías más eficaces del mundo, pero parece que nada logra trastocar los rezos y el culto en Jerusalén y la Ciudad Vieja .
LA MODERNIDAD RELIGIOSA
La falta de colores en la ciudad es abrumadora. A diferencia de México y de países latinoamericanos, los edificios y casas, todos sin excepción, lucen un color café blancuzco que le dan una seriedad rara a la ciudad de Jerusalén, con cerca de un millón 200 mil habitantes.
La edificación de nuevos espacios, en la ciudad religiosa más importante de Israel , debe realizarse por ley con un tipo de piedra en color café, que uniforma todo a la vista y la envuelve en un misticismo.
La modernidad se refleja en cada esquina, en cada avenida y en los altos edificios, en la limpieza de sus baquetas, en su señaletica impecable y en su pavimentación casi perfecta; pero también en su gente: seria, adusta, en movimiento y trabajo constante.
El pujante municipio guarda en sus entrañas una ciudad amurallada de más de tres mil 500 años de antigüedad y cuatro barrios con 30 mil pobladores, centro de conflictos políticos, sociales y religiosos.
Cuenta con ocho puertas imaginarias, de las cuales siete tienen accesos abiertos y una permanece cerrada en espera de que llegue el Mesías a salvar a la humanidad; pero mientras ello no suceda, miles de turistas, tres millones anuales para ser exactos, pisan tierra santa.
Los judíos de todo el mundo acuden al Muro de los Lamentos para poder orar más cerca de Dios: niños, niñas, adolescentes, adultos, ancianos; negros, blancos, apiñonados; israelíes, argentinos, uruguayos, todos sin excepción se inclinan una y otra vez ante los restos de uno de los templos más antiguos y dejan miles de papelitos con peticiones para Dios, los cuales cada año son sepultados en el Monte de Los Olivos .
Los católicos van a la Iglesia del Santo Sepulcro, construida en el Monte Calvario , para rendir tributo a su mesías Jesús. Se tiran al piso, tocan los restos de piedra, hacen filas por horas para pasar a recintos sagrados que son administrados meticulosamente por las iglesias católica, armenia, asiría, griega ortodoxa, copto y la etíope , las cuales se dividieron hasta el cuidado de cada una de las lámparas.
Y los musulmanes llegan a la iglesia del Monte del Templo , un lugar al que sólo ellos pueden ingresar bajo la mirada de la administración jordana , que si tiene dudas del origen de los visitantes, les pide repetir versos completos del Corán .
Es esta zona, conocida en su conjunto como el Monte del Templo, origen de muchos de los conflictos y alegrías en Medio Oriente , los judíos consideran que se encuentra la piedra fundacional donde Dios creó al universo y donde Abraham , hace cuatro mil años, estuvo a punto de sacrificar a su primogénito; pero los musulmanes consideran que en el mismo lugar, el profeta Mahoma -fundador del Islam- subió al cielo.
La disputa que ambos pueblos llevan por años generaron que desde 1967 tras la llamada Guerra de Los Seis Dias -donde los judíos obtuvieron el control de Israel-, la administración del Monte del Templo quedara a cargo de Jordania , ello a pesar de que el territorio está dentro de Israel, estado soberano.
Esa frágil tregua religiosa se mantiene día a día y noche tras noche en Israel, país que tiene frontera con Siria , Jordania , Egipto , Líbano , Palestina y Cisjordania , con quienes los conflictos siempre pueden estar presentes.
Pese a todo, la vida en este reducto sigue y sobre todo el mercadeo de simbologías religiosas, porque la religión para los judíos, católicos y musulmanes no está peleada con el dinero, provenga de donde provenga.
A diferencia de los mercados mexicanos, donde los comerciantes lanzan gritos al por mayor para acercar a sus potenciales clientes, en los recintos de venta de la Vieja Jerusalén nadie acosa, aunque eso sí, el regateo es parte de su ser, hasta conseguir, al menos, 30 monedas.
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