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En la Estación Central de Bruselas, clasificada desde hace tiempo por los servicios de seguridad como blanco potencial de terrorismo, por un momento se pensó que la pesadilla se hacía realidad. Alrededor de las 20:30 horas locales una pequeña explosión se dejó sentir en el corredor que conduce a los seis andenes de la estación.
La terminal, sumida en el pánico tras la detonación, fue desalojada inmediatamente, al tiempo que el servicio de trenes quedó suspendido y la zona fue acordonada por militares y elementos de unidades especiales.
De acuerdo con Eric Van Der Sypt, de la fiscalía federal belga, se trató de un fallido atentado terrorista. Precisó que no hubo lesionados y un sospechoso fue “neutralizado” por soldados. La vocera Ine Van Wymersch confirmó la muerte del sujeto en las primeras horas de hoy.
Van Wymersch señaló que el hombre no tenía ningún otro explosivo, aunque poco antes el diario La Libre Belgique informó que el individuo llevaba una mochila y un cinturón explosivo. El sujeto habría intentado activar los explosivos al grito de “Allah Akbar” (Dios es grande, en árabe), pero fue ubicado oportunamente por los soldados.
Rémy Bonnaffé, testigo presencial, tuiteó que hubo “dos fuertes explosiones. Frente a mi nariz. Tronaron duro una tras otra”. Desde los ataques en París en noviembre de 2015, la estación se encuentra resguardada por vehículos blindados, militares con armas largas y elementos de seguridad con perros rastreadores de explosivos.
La terminal, ubicada en el corazón de Bruselas, a unos pasos de la monumental Gran Plaza, por la tarde registra su hora pico, entre las 4:00 y las 7:00 de la noche; y en la zona donde se registró la explosión suelen concentrarse centenares de viajeros esperando que se anuncie la salida de su tren en los televisores. A la hora del incidente la afluencia era poca, porque por lo regular los usuarios son oficinistas que trabajaron horas extras, y la mayoría de los comercios ya están cerrados.
No hubo más lesionados que el agresor, quien quedó tendido en el suelo del lugar tras ser derribado.
Bruselas fue blanco del terror en marzo de 2016, cuando una célula islamista materializó ataques coordinados en el aeropuerto internacional de Zaventem y el Metro de Maalbeek, con saldo de 32 muertos.
También fue el centro operativo de los ataques suicidas registrados el 13 de noviembre en París, lo que generó una cascada de críticas contra las autoridades policiacas belgas por tolerar que barrios como Molenbeek fueran usados como guaridas de simpatizantes del Estado Islámico (EI). Desde noviembre de 2015 el nivel de amenaza se encuentra en la fase 3, lo que significa que un ataque terrorista es “posible y probable”. El primer ministro Charles Michel convocó para hoy al Consejo Nacional de Seguridad con el fin de evaluar la situación.
Es el segundo ataque frustrado en dos días en Europa, tras el del lunes en los Campos Elíseos de París. Ayer las autoridades francesas enfrentaban crecientes críticas, tras revelarse que el agresor, Adam Djaziri, de 31 años, estaba fichado por su radicalismo, pero aún así tenía licencia para portar armas.
Djaziri dejó una carta testamento en la que juraba lealtad al jefe del grupo Estado Islámico (EI), Abu Bakr Al Baghdadi, informó una fuente próxima a la investigación. En la casa del sospechoso se encontró un arsenal. Su esposa, su hermano y una cuñada quedaron bajo arresto, igual que el padre de él.