La crucial negociación para consumar la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) inició ayer formalmente con inquietantes interrogantes sobre el resultado de las pláticas.

Aunque las conversaciones formales arrancaron con un marcado tono de optimismo, en Bruselas preocupa la capacidad de la primera ministra Theresa May para pilotear la nave durante los próximos años, luego del fiasco electoral en el que los Tories perdieron la mayoría parlamentaria.

El ex primer ministro belga y líder de los liberales en el Parlamento Europeo, Guy Verhofstadt, teme que May se centre más en atender su crisis de popularidad que en resolver las cuestiones claves del Brexit.

“¿Nos sentaremos con conservadores británicos que defienden la posición de su partido? O hablarán en nombre de su país?”, cuestiona Verhofstadt, quien encabeza el comité que dará seguimiento al Brexit desde la Eurocámara.

“Necesitamos saber si Reino Unido viene a la mesa de negociación con un mandato claro, sólido y confiable, y con un tono mucho más constructivo y razonable”, dijo el presidente del grupo de los socialistas del Parlamento Europeo, Gianni Pittella.

Las pláticas, inéditas en el historial del proceso de construcción comunitaria al ser las primeras dirigidas a atender la solicitud de un país miembro de abandonar la UE, iniciaron en el edificio Berlaymont, sede del Ejecutivo Comunitario, casi un año después de que la mayoría británica apostara en referéndum por el divorcio con Europa.

La delegación británica estuvo dirigida por David Davis, quien permaneció en el cargo a pesar del estrepitoso fracaso en los comicios del 8 de junio. El equipo de RU se ha visto desgastado, primero por la incertidumbre de las elecciones anticipadas, y luego por los cambios de último momento en el gabinete gubernamental como resultado del resultado alcanzado en las urnas.

Por su parte, el bando europeo estuvo comandado por Michel Barnier, quien se ha rodeado de un equipo compuesto por 10 juristas y 25 de las mentes más brillantes en Europa. La unidad trabaja conjuntamente desde octubre pasado en todos los terrenos, entre otros, financiero, económico y legal, y a diferencia del bloque británico, desde hace meses se declaró lista para negociar.

Davis aprovechó su primera intervención para tratar de inyectarle optimismo a un proceso que arranca ensombrecido por la volatilidad en el gobierno de May, cuyo futuro dependerá de la disciplina en las filas conservadoras (hay corrientes en contra y favor de un Brexit duro) y el apoyo de los 10 diputados del Partido Unionista Democrático (clave para lograr la mayoría parlamentaria).

Destacó que la meta es “construir una asociación fuerte y especial”, al tiempo que insistió en que es “más lo que nos une que lo que nos separa”.

En tanto que el francés Barnier entró de inmediato en materia. Afirmó que la estrategia europea se mantiene. Antes de hablar sobre las futuras relaciones, hay que negociar los derechos de los millones de europeos que viven en Gran Bretaña, acordar el pago de la factura de salida estimado en unos 100 millones de euros, según el cálculo europeo, y definir la situación de la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda.

La jornada concluyó con el compromiso de reunirse cada cuatro semanas por varios días consecutivos. Además se formaron grupos de trabajo cuya misión será la de crear soluciones concretas y creativas a los temas más sensibles.

El próximo lunes Davis enviará a Bruselas un documento detallando la oferta británica. Confía en que será un “buen punto de partida para alcanzar un acuerdo”. May ha dicho que quiere abandonar el marcado interior y la unión aduanera.

La fecha límite para alcanzar un acuerdo es el 29 de marzo de 2019, dos años después de invocar el Articulo 50 del Tratado de Lisboa, el cual activó la cuenta atrás para el Brexit.

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