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El gobierno británico empieza a negociar hoy, casi un año después del referéndum europeo, la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) en una posición débil tras perder la mayoría absoluta en las elecciones del 8 de junio, pero con el objetivo final de alcanzar un acuerdo comercial con el bloque europeo.
El ministro británico para la salida de la Unión Europea (UE), el conservador David Davis, será el negociador de su país en Bruselas, donde se sentará cara a cara con su colega comunitario, Michel Barnier, para iniciar un complicado y tenso proceso de salida que dejará al bloque, en marzo de 2019, sin una de las grandes economías europeas.
Estas conversaciones, que fueron postergadas por los comicios británicos, empiezan casi tres meses después de que la primera ministra, Theresa May, invocara el Artículo 50 del Tratado de Lisboa, que activa la cuenta atrás para el Brexit, la salida del Reino Unido de la UE.
Una de las metas de Londres es sellar un acuerdo comercial entre ambas partes, que el gobierno británico confiaba en negociar de forma paralela a las conversaciones de salida, pero que Bruselas quiere dejar hasta después de que se acuerden los términos de dicha salida. Debilitada al perder la mayoría absoluta en las elecciones generales anticipadas, May podría tener que replantear sus objetivos y decantarse por un llamado Brexit suave; esto es, la retirada pero con acceso al mercado único y la unión aduanera. Ella buscaba un Brexit duro, la retirada del mercado único para poder controlar la inmigración.
Además de la situación de los comunitarios, Reino Unido espera resolver tan pronto como sea posible el costo de la retirada, un punto de tensión entre ambas partes, pero que los expertos sitúan entre 60 mil y 100 mil millones de euros.
La situación para May no sólo es complicada a nivel de política exterior, sino dentro de Reino Unido, donde crecen las críticas por su gestión del incendio en la Torre Grenfell, que dejó al menos 58 muertos.
El secretario del Tesoro, Philip Hammond, dijo ayer que creía que el revestimiento inflamable empleado en el exterior del edificio estaba prohibido en Reino Unido. El alcalde londinense, Sadiq Khan, declaró que el incendio era totalmente prevenible y fue resultado de “años de negligencia del concejo y sucesivos gobiernos”.