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Moon Jae-In, un veterano de la lucha por los derechos humanos favorable a un acercamiento con Corea del Norte, ganó este martes ampliamente las elecciones presidenciales en Corea del Sur.
Moon, gran favorito en los sondeos y candidato del Partido Democrático, de centroizquierda, obtuvo 41,4% de los votos, según una encuesta de tres cadenas de televisión.
El conservador Hong Joon-Pyo quedó muy por detrás, con 23,3 % de los votos, seguido del centrista Ahn Cheol-Soo (21,8%).
El resultado fue "una gran victoria de un gran pueblo" que quiere crear "un país justo (...) donde las normas y el sentido común prevalezcan", dijo Moon al saludar a sus simpatizantes en la plaza Gwanghwamun de Seúl, donde una multitud de personas se reunió durante meses, a la luz de las velas, para exigir la dimisión de Park.
Tras este escándalo de corrupción, Moon prometió que será "el presidente de todos los surcoreanos".
En la plaza, una trabajadora independiente, Koh Eun-Byul, de 28 años, dijo a la AFP que se sentía "feliz porque ahora hay esperanza de un cambio significativo".
Las elecciones se llevaron a cabo en un clima político marcado por el escándalo de corrupción que terminó con la destitución de la presidenta Park Geun-Hye y por las tensiones con Pyongyang.
Pocas horas antes del cierre de las urnas, la participación era del 63,7%, frente al 59,3% de hace cinco años a la misma hora, un aumento significativo, esperado tras las masivas movilizaciones en las que millones de personas pidieron la salida de Park.
En el epicentro de la crisis está la relación de la destituida presidenta con Choi Soon-sil, una confidente que se hizo conocida como "Rasputina" por las acusaciones de haberse aprovechado de sus relaciones para sacar decenas de millones de dólares a las grandes corporaciones surcoreanas.
Este megaescándalo de corrupción, que sacudió incluso a Samsung, catalizó muchas frustraciones de la población con respecto a las desigualdades, la economía y el empleo.
La crisis obligó a todos los candidatos a prometer reformas para una mayor integridad.
Moon Jae-In lideró los sondeos electorales durante toda la campaña.
Su principal rival, el conservador Hong Joon-Pyo, se quedó muy por detrás. "Voté por Hong ya que la seguridad [frente a Corea del Norte] es lo más importante", dijo a la AFP Chung Tae-Wan, un médico de 72 años, que votó en Seocho, un distrito acomodado en el sur de Seúl.
En cambio, la victoria de Moon, de 64 años, significa una alternancia al frente del país tras cerca de 10 años de reinado de los conservadores.
Su elección significa, además, un importante cambio de política respecto a Pyongyang y también al aliado y protector estadounidense.
Mientras los coreanos votaban, Park sigue en prisión, a la espera del juicio por corrupción y abuso de poder.
El escándalo afectó al heredero de Samsung y al presidente de Lotte, el quinto mayor conglomerado empresarial de Corea del Sur.
El nuevo presidente tendrá mucho que hacer para combatir la desaceleración económica, las desigualdades, la subida del desempleo, en especial entre los jóvenes, y el estancamiento de los salarios.
Según una encuesta del Fondo Monetario Internacional (FMI) del año pasado, el 10% de los surcoreanos más ricos obtiene la mitad de los ingresos de toda la población.
El próximo ocupante de la "Casa Azul", la residencia oficial de la presidencia surcoreana, heredará además el espinoso problema norcoreano.
Rara vez las tensiones han sido tan fuertes en la península coreana por el temor a un ensayo nuclear del régimen comunista de Pyongyang. Tampoco ayuda el carácter imprevisible del nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, que amenazó con solucionar la cuestión por la fuerza.
Por su parte China está descontenta con el despliegue de un escudo antimisiles estadounidense en Corea del Sur para contrarrestar la amenaza norcoreana.
Rompiendo con la línea dura con Pyongyang que defendía Park, Moon propondría un acercamiento menos conflictivo con el Norte y emanciparse de la tutela estadounidense.
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