El papa Francisco proclamó santos ayer a dos pastorcitos portugueses, cuyos relatos de las apariciones de la Virgen María hace 100 años convirtieron el pueblo agrícola de Fátima en uno de los santuarios católicos más importantes del mundo. Al canonizarlos, el Pontífice instó a los fieles a seguir una “precisa movilización general” contra la indiferencia que “enfría el corazón” y “agrava la miopía”.

El Papa canonizó a los hermanos Francisco y Jacinta Marto al inicio de una misa para conmemorar el centenario de la primera de las apariciones de la Virgen María a los dos niños pastores.

Medio millón de personas acudieron a la misa al aire libre en una plaza enorme frente a la basílica del santuario de Fátima, indicó el Vaticano, citando a las autoridades portuguesas. Muchos de los peregrinos pasaron días en el lugar rezando en silencio con sus rosarios ante una estatua de la Virgen.

Durante su homilía, Francisco exhortó a los católicos a usar el ejemplo de los hermanos Marto y sacar fuerzas de Dios, incluso en medio de la adversidad. Antes de la misa, Francisco rezó ante las tumbas de cada uno de los visionarios de Fátima. Los hermanitos Marto fallecieron dos años después de las apariciones, durante la pandemia de la gripe española que azotaba Europa.

Durante la misa el Papa abrazó a Lucas Baptista, el niño cuya recuperación, aparentemente inexplicable por los médicos, fue dada por un “milagro”, necesario para que la Iglesia católica declarara santos a los hermanos Marto. Lucía Dos Santos, la tercera niña que presenció la aparición, está en trámite para su posible beatificación, pero su proceso comenzó después de su muerte, en 2005.

Los pastorcitos Marto son los santos más jóvenes que no murieron como mártires.

“No queremos ser una esperanza abortada. La vida sólo puede sobrevivir gracias a la generosidad de otra vida”, afirmó el papa Francisco, ante una marea humana que pasó toda la noche en la explanada del santuario para verlo.

“No podía dejar de venir aquí para venerar a la Virgen Madre, y para confiarle a sus hijos e hijas. Bajo su manto, no se pierden; de sus brazos vendrá la esperanza y la paz que necesitan y que yo suplico para todos mis hermanos en el bautismo y en la humanidad, en particular para los enfermos y los discapacitados, los encarcelados y los desocupados, los pobres y los abandonados”, dijo el Pontífice.

Hablando en portugués, recordó que Jacinta, en el momento de las visiones, habló sobre las carreteras, los muchos caminos y los campos “llenos de gente que llora de hambre por no tener nada para comer”.

Agregó que la pequeña, el mismo día de la primera aparición (el 13 de mayo de 1917), no pudo contenerse y reveló el secreto a su madre: “Hoy he visto a la Virgen”.

Muchos otros posaron sus ojos donde los niños veían a la Virgen, pero no la vieron, y aclaró que la Virgen María no vino a Fátima para que los fieles la vieran, “para esto tendremos toda la eternidad, a condición de que vayamos al cielo, por supuesto”.

Estableció que Dios, por medio de la Virgen dio esperanza real a toda la humanidad en el estado de vida de cada uno. Al término de la misa, el Papa dirigió un mensaje a los enfermos congregados en el lugar y señaló que Jesús los “precede”, porque él también pasó por sufrimientos, por eso los comprende, los consuela y les da fuerza.

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