La Mara Salvatrucha (MS-13), una de las dos organizaciones criminales juveniles más tenebrosas de Centroamérica y con nexos de obediencia y coordinación con cadenas pandilleras socias en Estados Unidos y México, es una nueva obsesión del presidente estadounidense, Donald Trump.
Empeñado en buscar justificaciones de seguridad para construir un muro en la frontera entre México y EU, Trump se refirió a la MS-13 en tres oportunidades, del 18 al 23 de abril pasados, en su cuenta de Twitter, al calificarla de “muy mala”, violenta y malévola, culparla de tráfico de drogas y asegurar que opera en “ciudades a través” de EU.
¿Pero qué es la MS, declarada en 2012 por EU como organización criminal internacional por narcotráfico, secuestros, asesinatos, tráfico de personas, prostitución, extorsión y crimen organizado, con presencia entre 35 y 40 estados de ese país?
Un informe de la fiscalía general de El Salvador, del que EL UNIVERSAL tiene copia, desnudó la organización de la pandilla que, como la Mara 18 (M-18), su mortal enemiga, surgió en el decenio de 1980 en California entre cientos de miles de salvadoreños, hondureños y guatemaltecos que huyeron a EU de las guerras en Centroamérica.
Los primeros mareros viajaron hace más de 23 años de EU al Triángulo Norte de Centroamérica —Honduras, Guatemala y El Salvador— en masivas deportaciones de migrantes irregulares y reprodujeron en sus países el modelo de extorsiones, sicariato y otras actividades en nexos con el crimen organizado transnacional. A ambas maras se culpa del agudizado escenario de violencia en la pelea por dominar calles, aldeas y barrios en zonas urbanas y rurales de esas naciones.
De “paros” o “colaboradores”, en el nivel inferior, a “ranfleros”, en el rango selecto superior, la estructura de la MS-13 en El Salvador —que tendría la jefatura regional— es una pirámide de férreo control. Los salvatruchos se consideran “hermanos”, “bro” o “brother” una verdadera “familia” y “barrio”, más allá de lazos sanguíneos. La pertenencia a la mara es vitalicia.
El mando es el de los ranfleros. Tienen el máximo poder y son la “ranfla nacional”, un “grupo selecto de mayor rango” al que también se denomina “círculo”, “rueda”, “carro”. Hay 15 ranfleros en cada centro penitenciario o “casas” y los ranfleros en libertad forman la “Federación”, un “nivel jerárquico” exclusivo de la MS-13 que surgió por “la captura o ausencia de alguno de los ranfleros” para evitar “perder representatividad” en la “ranfla nacional”.
Libres o presos, los “ranfleros” cumplen “líneas de acción”. Una es la “línea principal”, que crea, modifica y deroga reglas de operación y define “casos especiales de homicidios”.
Entre las víctimas de asesinatos están los “ventiladores” o informantes policiales, policías, familiares de policías, políticos, miembros de la misma mara que incumplieron las reglas o individuos detectados como “grupos de exterminio” o de limpieza social (escuadrones de la muerte).
La de “reportes” recibe informes de incumplimientos de órdenes y reglas y de “graduaciones” de nuevos ingresos a la mara. La de “investigación” es con mareros que recaban datos generales y la “territorial” es para expandir a la pandilla y solucionar conflictos de “programa”.
Las “clicas”, células de una zona en las que se divide la mara, son un “programa”. La MS-13 tiene 48 programas con 240 “clicas” en los 14 departamentos (estados) de El Salvador.
En el escalafón siguiente están los “corredores de programas”. Por antigüedad experiencia, capacidad de mando, dirigen a los “corredores de clicas” de áreas vecinas, dirimen problemas entre “clicas”, distribuyen dinero de cada programa y reportan a los “ranfleros”. Son candidatos a “ranfleros”.
En la estructura vertical siguen los “corredores de clica”: reportan al corredor de programa, tienen mando en cada núcleo para dilucidar crisis internas y organizar actos ilícitos para obtener el dinero que se da a la “clica”.
Luego están los “homeboys”, que deben superar una prueba de “graduación”, “rito de iniciación” o “brincarse a la pandilla” que consiste en recibir una golpiza en la que el jefe de la “clica” cuenta los segundos. Graduados, pasan a ser miembros formales de la MS-13 y aspiran a ser corredores.
Los “homeboys” reciben un “placazo o taco” o alias y un “apellido”. Ejecutan y coordinan homicidios, extorsiones, traslado de armas y entrenamiento para perfeccionar su uso.
Después están los “chequeos”, mareros que tras superar la primera etapa de reclutamiento, “ejercen actos delictivos para beneficio” de la “clica” durante unos tres años, cuando están en libertad, y luego dos años, en presidio. Su misión es acompañar a “homeboys” en homicidios, extorsiones, “posteo” o vigilancia y robos.
En la escala siguen los “observaciones”, hombres y mujeres interesados en entrar a la pandilla con una prueba para “ganar méritos y confianza” y ser “chequeos”. Un aspirante que aporte “una pegada” u homicidio ya es “observación”, el que lleve dos será “chequeo” y el que entregue tres estará “apto” para “homeboy”.
El puesto inferior es de “paros” o “colaboradores”: sin ser miembros plenos de la mara, ayudan a los que la integran, dentro o fuera de prisiones. Un ejemplo es el de mujeres y demás familiares que introducen teléfonos, dinero o droga a las cárceles o personas que cooperan en reunir dinero ganado en actividades mareras.