El papa Francisco instó ayer a los gobiernos a sacar a migrantes y refugiados de los centros de detención, argumentando que muchos se han convertido en “campos de concentración”.
Durante una visita a una basílica de Roma, donde se reunió con migrantes, Francisco relató su visita a un campo de refugiados en la isla griega de Lesbos el año pasado.
Allí conoció a un refugiado musulmán de Medio Oriente que le contó cómo “los terroristas llegaron a nuestro país”. Los islamistas habían cortado la garganta de su esposa cristiana porque se negó a arrojar su crucifijo al suelo.
“No sé si logró salir de ese campo de concentración, porque los campos de refugiados —muchos de ellos— son de concentración debido a la gran cantidad de personas que hay dentro”, dijo el Papa.
Francisco elogió a los países que ayudan a los refugiados y les agradeció “por llevar esta carga adicional, porque parece que los acuerdos internacionales son más importantes que los derechos humanos”.
La inmigración es en beneficio de Europa, afirmó el jerarca. Los europeos tienen cada vez menos hijos, pero a la vez cierran las puertas a los inmigrantes. “Eso se llama suicidio”, dijo.
Muchos de los migrantes provienen de Siria, de donde miles han huido de un conflicto que se ha cobrado las vidas de cientos de miles. Ayer mismo, un bombardeo aéreo alcanzó un hospital de campaña en la región rebelde de Al Avdin, en el su de la provincia de Idlib. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) reportó que al menos cinco personas resultaron heridas.
El 4 de abril, un presunto ataque químico que muchos atribuyeron al régimen en Damasco contra la localidad de Jan Sheijun, en la misma provincia, dejó decenas de muertos, muchos de ellos niños.