No sólo en los Estados Unidos de Donald Trump la vida del emigrante mexicano puede ser difícil. La globalización económica, las estrecheces nacionales y las nuevas realidades sociales, como el amor a través de internet, impulsan cada vez a más mexicanos a establecerse fuera del país, y la experiencia no siempre es idílica.

Desde hace 14 años la Colonia Mexicana en Madrid celebra una reunión mensual de su “grupo de bienvenida” para aliviar a los mexicanos en los trámites administrativos o en sus problemas de integración. En estos encuentros se localizan problemas que son derivados al proyecto Puertas abiertas, un servicio de atención jurídica y laboral para emigrantes. Pero desde hace unos meses, Elís Pasquel, psicóloga, veía que otro tipo de atención era necesaria.

“Detectamos que cada vez más gente necesita un apoyo psicológico estructurado”, explica Pasquel: “Y no sólo lo vi aquí, sino en diversos círculos de mexicanos. Las situaciones se han vuelto muy complejas: familias mixtas, desempleo, muchas mujeres que dejan sus carreras... Y las consecuencias suelen ser problemas de autoestima”.

En respuesta, desde el mes de febrero ofrece un servicio psicológico gratuito que ha empezado funcionando una tarde por semana y que espera ampliar. “Mucha gente está en España sin papeles, y les da miedo recurrir a la embajada, que es donde a nosotros nos han cedido un espacio para nuestra consulta, pero les aseguramos que hay confidencialidad”, explica Pasquel.

El principal problema de los recién llegados son las expectativas. “La gente no prevé que lo que esperaba puede no ser lo que encuentre realmente, y no siempre tiene las armas para enfrentarse a las nuevas situaciones”, razona la psicóloga.

Como ejemplo, cita a uno de sus pacientes, que viajó a España para trabajar pero que no halló en Europa la vida que deseaba. “También trato a una joven que vino a estudiar un máster, que tiene ya experiencia laboral en México, pero que se ha encontrado con que no sabe desenvolverse en el nuevo entorno, y esa situación la acabó mermando. El choque cultural puede ser mayor de lo que parece”.

Según Pasquel, algunos cambios en la composición de la migración mexicana a España han contribuido al aumento de su vulnerabilidad. En primer lugar, creció su número (14 mil 546 registrados ante el ministerio de Empleo en 2016, un 12% más que en 2014); en segundo, el perfil socioeconómico se amplió: tradicionalmente los mexicanos en España eran de clase económica media-alta, con una situación laboral cómoda en el país de acogida y acostumbrados desde su juventud a viajar al extranjero.

“Ahora es distinto. Hay mucha gente de procedencia más popular, con problemas para encontrar trabajo y menos acostumbrados a desenvolverse fuera de México: ellos sufren más incertidumbre”, explica Pasquel.

En su experiencia, las mujeres (que representan más del 60% de los mexicanos en España) son especialmente vulnerables a los conflictos de integración. Una de las razones es que ellas llegan más a menudo sin arraigo laboral, siguiendo a su pareja, o deciden establecerse en el país tras haber viajado allí para estudiar y, posteriormente, haberse enamorado.

“Muchas veces no logran entrar a trabajar porque no les homologan sus títulos; en otras ocasiones, aceptan empleos por debajo de su formación y eso les hace pensar qué podría haber sido de su vida siguiendo otro camino”, dice.

El mercado laboral en la España posterior a la crisis económica también se ha hecho más hostil a los recién llegados. Y nuevos fenómenos generan situaciones conflictivas, como la llegada de mujeres que han conocido a sus parejas por internet.

“Son relaciones en las que no ha habido una convivencia previa, y a menudo es decepcionante pasar de una relación ideal por internet a la difícil convivencia”, ha observado Pasquel.

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