Una frase desnudó un vicio político en Colombia: el humo de más de 52 años de guerra impidió ver el tamaño del monstruo de la corrupción.

El mayor de los conflictos bélicos —el que estalló en 1964 entre los aparatos militares y policiales y las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)— ya acabó y los bandos en pugna firmaron en noviembre de 2016 un pacto de paz que avanza, mientras el gobierno abrió en febrero de este año una negociación con el insurgente Ejército de Liberación Nacional (ELN) para acabar con otra guerra de más de medio siglo.

Silenciados los fusiles, finalizados los bombardeos y sepultada la conflagración armada, el panorama se aclara. Así, el procurador general de Colombia, Fernando Carrillo, acuñó hace dos meses, al posicionarse en el cargo, la expresión ya famosa en la que describió que, cegados por el fuego bélico, los colombianos quedaron sin posibilidad de percatarse de la gravedad de la corrupción.

Deslizada la cortina de humo de las guerras, quedó al descubierto el caso de la constructora Odebrecht, de Brasil, y la supuesta compra de favores y privilegios en Colombia, uno de los 10 países americanos implicados en la trama de sobornos de esa empresa. La fiscalía general de Colombia tiene 11 investigaciones abiertas ligadas a Odebrecht y tres colombianos —un ex viceministro, un ex senador y un ingeniero— están presos por presuntos actos irregulares con esa firma en contratos de construcción de carreteras.

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, también fue golpeado por revelaciones de que Odebrecht entregó 400 mil dólares a su campaña electoral de 2010, en la que ganó la presidencia, y 2 millones de dólares a la de 2014, en la que se reeligió para gobernar hasta 2018.

Pero el Premio Nobel de la Paz 2016 —debilitado por las denuncias— alegó ignorar que esos dineros entraron a sus campañas y recalcó que ingresaron a sus espaldas.

“Hay una ola de indignación nacional ante el tamaño del monstruo que amenaza la democracia”, advirtió Carrillo en una entrevista publicada el 21 de marzo pasado por el periódico El Tiempo, el principal de Colombia. “Los escándalos de corrupción han llenado de pesimismo al país. Se ve ya en el horizonte un voto de castigo contra quienes han permitido semejante catástrofe ética. Si fuimos capaces de superar la guerra, tendremos que ser capaces de derrotar a los corruptos”, alertó.

El brazo de Odebrecht habría alcanzado a las FARC. A inicios de este mes, la revista Veja, una de las más influyentes de Brasil, reveló que Odebrecht pagó entre 50 mil dólares y 100 mil dólares al mes a esa guerrilla desde hace más de 20 años para que le permitiera desarrollar, o evitara sabotear, sus proyectos de construcción de obras de infraestructura.

Pese a que la firma brasileña y la guerrilla desmintieron esa acusación, persiste la idea de que ese es otro de los monstruos que puede verse en Colombia al desvanecerse el humo de la guerra.

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