El robo de una computadora portátil a un miembro del Servicio Secreto estadounidense es la más reciente de una serie de pifias de esta agencia encargada de resguardar la seguridad del presidente de Estados Unidos y su familia.

Apenas horas antes de que se difundiera la noticia del robo del ordenador, que según medios estadounidenses las autoridades están buscando “como locas”, el Servicio Secreto reconoció que Jonathan Tran, el joven californiano de 26 años que el pasado 10 de marzo saltó la verja de la Casa Blanca, permaneció más de 15 minutos en los jardines antes de ser detenido.

En un principio se dijo que fue capturado de inmediato. No es un asunto menor, considerando que en ese momento, el presidente Donald Trump se encontraba en el lugar.

En diciembre de 2015, a otro agente le robaron de su auto su arma, su placa, su radio y hasta las esposas cerca de la sede de la agencia, en Washington.

La noticia coincidió con un informe presentado por un comité de la Cámara Baja que advertía de una crisis de personal en el Servicio Secreto que amenazaba la misión de la agencia, con un “extraordinariamente ineficiente proceso de contratación que representa una sobrecarga para el SS”, un gran desgaste y personal “sobresaturado de trabajo” y con una moral “históricamente baja”.

En septiembre de 2014, un hombre identificado como Omar J. González, originario de Texas, también logró saltar la verja de la Casa Blanca y recorrer más de 60 metros y entrar por la puerta principal, antes de ser reducido. Iba armado con un cuchillo. El entonces presidente Barack Obama había abandonado el edificio poco antes.

El mismo mes, el diario The Washington Post reveló que durante una visita de Obama a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) viajó en un elevador donde iba un contratista armado con un historial de tres convicciones criminales por agresión. Ello, luego de que el Servicio Secreto no realizara la obligatoria revisión de historiales de guardias de seguridad privados armados. El incidente derivó en la renuncia de la directora del Servicio Secreto, Julia Pierson.

Sin embargo, los problemas continuaron. En enero de 2015, un empleado de inteligencia perdió el control de un drone, que terminó estrellándose en el jardín de la Casa Blanca.

Y en abril del mismo año, otro drone aterrizó en la Casa Blanca. En ninguno de estos casos, la seguridad del mandatario o su familia se vio comprometida.

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