La amenaza de una posible salida de Grecia de la Unión Europea, debilitada por la cercanía del Brexit, regresa en estos días.
Los acreedores de Grecia retomaron ayer en Atenas las negociaciones con el gobierno griego para la segunda revisión del programa de reformas asociado al rescate, con el objetivo de lograr en las próximas semanas un acuerdo técnico que permita un nuevo desembolso de la ayuda financiera.
Los jefes de misión de la Comisión Europea (CE), Banco Central Europeo (BCE), Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y Fondo Monetario Internacional (FMI) buscarán cerrar con el Ejecutivo los asuntos pendientes de la segunda revisión, pero también las medidas adicionales a las que se ha comprometido Grecia a partir de 2019, es decir, una vez concluido el actual programa de rescate.
A principios de mes, el alto precio alcanzado por el bono griego aumentó los temores de que un rescate económico, el tercero desde 2010 y con una inversión total de 334 mil millones de euros, se dirigiera también al fracaso. El 10 de febrero, el ministro de Economía griego, Euclides Tsakalotos, fue convocado por los dos grandes acreedores del país: las instituciones europeas y el FMI. Ambos exigen a Grecia nuevas reformas y que, por ley, se comprometa a recortar 3 mil 600 millones de euros automáticamente si incumple los objetivos, como parece que ocurrirá.
Los recortes implican bajar las pensiones (Grecia lo ha hecho 10 veces en cuatro años), abaratar el despido y disminuir el umbral a partir del cual las familias no pagan impuestos. Si Atenas acepta, los acreedores aportarán 7 mil 500 millones de euros para evitar que el país entre en quiebra en julio.
El gobierno griego rechaza estas “demandas irracionales”. Las protestas contra la austeridad crecen en las calles, y voces como la de Yanis Varoufakis, ex ministro de Finanzas, piden crear una moneda paralela al euro que abriría las puertas de la salida griega, el Grexit, palabra que hace referencia a la salida de Reino Unido de la UE, conocida como Brexit.
Grecia ya protagonizó en 2015 un debate sobre la posibilidad de dejar la UE para producir en una moneda local menos fuerte y facilitar la recuperación. Superado ese momento de crisis, el debate en la UE se divide ahora entre los que consideran que el Grexit sería un golpe letal que aceleraría la dinámica de disgregación tras el Brexit y quienes creen que permitiría a Europa deshacerse de un problema.
Yannos Papantoniou, del Centro de Investigaciones de Políticas Progresistas, alerta contra esta última idea: “El Grexit generaría grandes riesgos geopolíticos en un momento en el que Rusia y Turquía amenazan a la seguridad europea y continúa la llegadas de refugiados a Grecia”.
Para intervenir en Grecia, los acreedores deben ponerse de acuerdo primero sobre la enorme deuda del país (180% de su PIB). Europa asegura que se puede pagar a largo plazo, pero
Los técnicos del FMI, con experiencia en naciones en apuros, consideran que la deuda del país es “insostenible” y nunca se recuperará. En el lado político, la mayor parte del presupuesto del organismo financiero sale de las aportaciones de Estados Unidos, donde Trump ya ha dicho que Grecia estaría mejor fuera del euro. En Europa, Alemania ha dicho que, sin el FMI, no volverá a rescatar a Grecia.