Caracas. Aislado, con sus derechos humanos vulnerados. Así cumplió ayer Leopoldo López, líder opositor venezolano, tres años en la prisión de Ramo Verde donde, afirma, ha aprendido a dominar el tiempo, que llama su mayor enemigo. El dirigente, quien se declara víctima de un “sistema corrupto e injusto”, respondió a un cuestionario de El Nacional -por censura, no pudo contestarlo las 11 preguntas que se le enviaron-, en el que expresó su confianza en que saldrá libre y, cuando lo haga, dice, será “más fuerte y sin rencores”. El cambio, afirma, es “urgente”, pero para poder avanzar, considera, primero hay que vencer el “miedo paralizante” que impide tomar decisiones “que impliquen riesgos, que desafíen la dictadura”.
—¿Está de acuerdo con la reestructuración que se hizo de la alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD)?
—El proceso que debe atravesar la MUD en mi criterio debe trascender al de una simple reestructuración. Propuse que debía pasarse de la Mesa de la Unidad Democrática al Movimiento de Unidad Democrática. Hoy ha sido cerrada la vía electoral por parte de la dictadura y para estos tiempos se requiere replantear la lucha y se requiere una unidad más amplia porque la responsabilidad de luchar contra la opresión es de toda la sociedad, no solo de los partidos. El cambio es urgente y debe ser nuestro único compromiso y agenda. Ni mucho menos podemos ser presa de un miedo paralizante al momento de tomar decisiones que impliquen riesgos, que desafíen la dictadura y nos permitan avanzar en la lucha. Ese temor y la administración del terror por parte del régimen han sido elementos fundamentales de su permanencia en el poder. Si no logramos derrotar ese miedo, no se tendrá la capacidad de concebir y liderar un proceso de cambio.
—¿Cómo mantiene la conexión con los problemas de la gente si lo tienen tan aislado?
—Hace tres años dijimos claramente que había que cambiar a un régimen ineficiente, corrupto, antidemocrático y cuyos altos jerarcas estaban presuntamente ligados al narcotráfico. Por tener esa convicción fue que hicimos un llamado a los venezolanos a conquistar un cambio pacífico democrático y constitucional, que nos costó nuestra libertad. Estábamos preocupados por la situación del país y seguros de que esa situación se agravaría a tal extremo que el colapso de este modelo equivocado haría pagar a nuestro pueblo la factura de su fracaso. Cuando puedo tener acceso a la prensa tengo el hábito de leerla absolutamente toda, aunque a veces me llega con noticias ya recortadas; es decir, censuradas. La prensa escrita tiene varias lecturas. La primera es la noticia en sí misma, luego la línea editorial de cada periódico según la importancia que le dan a cada noticia y, comparando unos con otros, las omisiones o censura de algunas noticias. Luego está la lectura de las opiniones y de las caricaturas. Leo desde deportes, farándula, fotos, sucesos, internacionales. En ocasiones puede escuchar radio. Pero además mis familiares y abogados me mantienen disciplinadamente informado de toda la situación política, social y económica del país.
—¿Pensaba que iba a durar tanto tiempo preso?
—Con mucha sinceridad te digo que al momento de tomar la decisión de presentarme y dar la cara no me fijé plazos. Si alguna destreza sicológica puede desarrollarse en la cárcel es la capacidad de estar en paz contigo mismo y a reconocer la mayor fuerza que debemos dominar para mantener la estabilidad emocional: el tiempo. El tiempo es un enemigo inagotable. Días convertidos en semanas, semanas en meses y meses convertidos en años. Al tiempo lo dominamos o nos domina. Por eso no me he fijado plazos, sé que voy a salir en libertad a luchar a brazo partido por la libertad y la democracia en Venezuela, por sacar a tanta gente buena del ciclo perverso de la pobreza donde la ha encerrado el régimen de Maduro, y eso basta. Estar preso me ha acercado en carne propia a la descomposición de la justicia venezolana que padecen miles de venezolanos. La manipulación, el retraso procesal, la corrupción de jueces, la manipulación política de jueces y fiscales en su condición de provisorios que los hace dependientes, vulnerables, servidores de un sistema y no de la justicia son para mí mucho más que cifras y diagnósticos, representan una vivencia que me obliga a tener una responsabilidad moral y patriota para cambiarlo.
—¿Que mensaje le daría usted a sus carceleros?
—Mis carceleros van desde Nicolás Maduro y [el diputado] Diosdado Cabello, pasando por la juez y los fiscales, hasta los custodios. En el fondo soy víctima al igual que millones de venezolanos de un sistema corrupto e injusto. Ahora bien, en cuanto a los carceleros de Ramo Verde sé que no todos los funcionarios actúan de mala fe y que muchos son obligados a actuar por una frase nefasta y oscura que se repite en todas las instituciones: “Por órdenes superiores”. Aunque evidentemente esto no justifica ni los exime de sus responsabilidades, en mi corazón y mi alma los considero, más que victimarios, víctimas de ese sistema. He tenido largas conversaciones con los funcionarios responsables de mi custodia, con comandos del Sebin, DGCIM; y cuando estuve en juicio, con los alguaciles del Palacio de Justicia. De todos recojo una frustración sobre la situación del país y con el nivel de complicidad del alto gobierno con la delincuencia y otras actividades ilegales. Todos tienen historias de familiares que han sido víctimas del hampa. No hay reforma más importante de las que nos toca hacer que las del sistema de justicia venezolano.
—¿Está dispuesto al perdón?
—Absolutamente. Sé que cuando salga estaré más fuerte de alma y mente y que saldré fortalecido y sin rencores. Desde el poder se ha alentado a los venezolanos a tratarnos como enemigos por el solo hecho de pensar distinto. Eso no puede continuar. Aquellos que tenemos un liderazgo afrontamos dos grandes responsabilidades. La primera, con las víctimas de la represión, las violaciones de los derechos humanos y la discriminación política. Con los familiares de quienes fueron asesinados, con los encarcelados, perseguidos o maltratados por el poder y por los grupos que actuaron bajo su sombra con la complicidad de un sistema de poderes secuestrados y una “justicia injusta”. Debemos alcanzar garantías para las víctimas y sus familiares. Asegurarnos de que se harán todos los esfuerzos para descubrir la verdad y hacer justicia. Esto debemos hacerlo con una prudencia que nos permita entender que muchos de los que nos parecen cómplices del sistema han sido, en realidad, sus víctimas y que aquellos que ocuparon las posiciones más altas de poder deben rendir sus cuentas ante la sociedad, seguros de la existencia de un marco legal justo. Mi voluntad de reconciliación y entendimiento la he reiterado mil veces. Eso no implica que me identifiquen como quien cambia impunidad por paz. La segunda es con la democracia y su futuro: debemos inaugurar una nueva etapa de convivencia democrática, con instituciones sólidas, que impida un retorno al autoritarismo.