En la víspera del discurso de despedida que Barack Obama dará aquí en Chicago este martes, la pregunta obligada es: ¿Destruirá el nuevo líder el legado del primer mandatario afroamericano de Estados Unidos? Donald Trump sí cuenta con las municiones y el andamiaje político para desmontar los dos grandes proyectos de Obama: 1) La reforma de acceso a los servicios de salud (Obamacare) y 2) Las regulaciones que inhiben la generación de gases invernadero y estimulan el desarrollo de energía de fuentes renovables.
Si bien Trump tiene un Congreso de mayoría republicana, una cosa es agitar los ánimos con retórica alegórica y otra es materializar los compromisos. Como sabemos, “prometer no empobrece, dar es lo que aniquila”.
La reforma de salud de Obama logró que 20 millones de estadounidenses adquirieran un seguro médico. El plan prometió un EU más humanista al garantizar el acceso a lo que algunos consideran es un derecho humano.
Los republicanos han intentado en repetidas ocasiones eliminar legislativamente o retirar el financiamiento a la Obamacare. Piensan que el gobierno no debe imponer la compra de un bien o servicio —como lo demanda esta ley—. Asimismo, repudian el costo del programa estimado en 1.7 billones de dólares para 2025. Según el Banco Mundial, el costo del sistema de salud estadounidense creció de 13% a 17% del PIB nacional impulsado por los altos costos, pero también por la masiva intervención del gobierno con la Obamacare.
El costo de los seguros médicos de mucha gente aumentó dramáticamente desde la implementación de la ley, otros perdieron parte de la cobertura que acostumbraban, causando molestia e incertidumbre entre quienes ya contaban con seguro médico y que vieron trastocados sus servicios. Por otro lado, los 20 millones de nuevos asegurados sólo tienen agradecimiento al nuevo sistema, pues contar con atención médica puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Así de simple.
A pesar de que los republicanos aseguran que desmantelarán la Obamacare, seguramente la retórica será consistente aunque las acciones no tanto. Me explico. El nuevo partido en el poder mantendrá que eliminará el programa pero lo hará, muy a su pesar, de forma parcial y gradual. Nadie quiere dejar desamparadas a 30 millones de personas que, se estima, perderán acceso al cuidado de la salud si el programa se elimina sin una alternativa.
Los legisladores republicanos no se atreverán a prescindir de todas las previsiones del programa ya que son precisamente algunas áreas rurales que apoyan a ese partido las que resultarían más afectadas. Retirar esta red de seguridad social causaría un maremoto de descontento que impactaría ya no al líder que inventó la legislación, sino a quienes destruyeron su funcionalidad.
Por otro lado está el Plan de Energía Limpia que engloba un conjunto de medidas que Obama comprometió en la cumbre ambiental de París de 2015 para reducir las emisiones de efecto invernadero en 25% para 2025 con relación a los niveles de 2005. Los esfuerzos del presidente ambientalista (Obama) también pueden ser eliminados por Trump.
El nuevo mandatario dice que apoyará a los estados de la Unión que rechazan la implementación de ese plan. El interés de estas entidades es que no se limiten las emisiones de bióxido de carbono a las plantas de energía (que queman carbón), o de sus industrias contaminantes. La resistencia se basa en que no quieren perder los empleos y la base gravable con las que estas empresas contribuyen.
La conversión de la generación energética sucia del siglo XX a la nueva economía de fuentes renovables es una batalla de intereses entre el pasado y el futuro. En este aspecto, Trump propone mover al país hacia la retaguardia.
Las regulaciones que el gobierno de Obama han impuesto a las industrias contaminantes sí tienen un costo en las comunidades que resultan afectadas. No obstante, si de estimular la economía y el empleo se trata la nación debería acelerar la adopción de la generación energética por vías renovables como los páneles solares y la generación eólica.
Según cifras oficiales, la industria solar ya emplea más gente (209 mi) que la industria petrolera y las plantas energéticas que usan carbón combinadas (185 mil). Estos nuevos empleos ofrecen buenas remuneraciones y por la capacitación que requieren no son blanco fácil a ser exportados a economías emergentes, al menos en el corto plazo.
La cuestión es que el establecimiento de estas industrias modernas se lleva a cabo lejos de los estados que aún dependen de fuentes fósiles de generación de energía como en el medio oeste que son, coincidentemente, las entidades que dieron el triunfo a Trump. Por ello, tiene sentido que el ganador de la elección responda a las preocupaciones de estos ciudadanos tratando de mantener sus industrias y empleos. Pero más beneficios tendría que ayude a estos estados a que capten inversiones de energía renovable, desarrollo de software y procesos logísticos eficientes que son pilares de la economía en que vivimos.
Lamentablemente, el futuro mandatario despliega sus virtudes de “Primer Bully de la Nación” para mantener al país anclado en prácticas e industrias del pasado en vez de promover y abrazar el futuro, trazando un rumbo que es una bomba para la viabilidad económica y una amenaza para la estabilidad climática del planeta.
Obama lo dijo bien, “las políticas públicas —sobre emisiones— pueden cambiar, pero el calentamiento global no cambia, ese no va a ningún lado”. De todas las promesas republicanas, revertir una política ambiental responsable es lo que más temo, y creo que el mundo entero debería estar preocupado.
Tengo claro que los republicanos tratarán de marcar un antes y un después con la era Obama. El dominio del Congreso y la Casa Blanca les da la posibilidad de impulsar políticas conservadoras que llevan dos décadas en la congeladora. Pero también deben encarar el impacto humano de su agenda ideológica.
La mayoría de los republicanos han preferido abandonar sus valores tradicionales para aceptar y apoyar al próximo presidente que llegó al poder bajo su marca registrada. Aspiran a que el nuevo líder firme las legislaciones que tracen una agenda conservadora que transforme a este país. Pero no hay que olvidar que Trump es un hombre errático, sin lealtades ni apegos a valores, por lo que podría convertir a sus actuales aliados en futuros enemigos. Esa es la rifa del tigre que ganaron los conservadores y es el personaje con quien intentarán gobernar. ¡Buena suerte!, porque la van a necesitar.
*Periodista