En su primera semana como presidente, Donald Trump reiteró sus exigencias de que México pague por la construcción del muro fronterizo y acepte renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Para él, la única negociación viable es aquella que, en sus términos, modifique el TLCAN para que su país recupere los empleos e inversiones trasladados al nuestro durante los últimos 22 años.
Ante sus exigencias, los mexicanos respondimos enviando un equipo de funcionarios públicos a Washington para negociar la relación bilateral. Fiel a su carácter, Trump los recibió publicando órdenes ejecutivas para iniciar la construcción del muro y endurecer el trato a migrantes indocumentados, y anunciando que México pagaría la construcción del muro.
Ante su insolencia algo cambió en nuestro país. El presidente Enrique Peña Nieto decidió cancelar su visita a esa nación y la sociedad mexicana se solidarizó con su posición. Las reacciones internas y externas han sido de aplauso a este no, sorprendiendo a Trump por la aprobación internacional y el amplio rechazo a su actitud hacia México. Habiendo aprendido de esta lección, y a pesar del temor de la clase empresarial mexicana, debemos seguir por esa ruta y ahora decir no a la renegociación del TLCAN, a menos que Trump renuncie públicamente a sus exigencias proteccionistas. Con esta actitud, México tendrá mejores condiciones para establecer un camino exitoso, ya que nuestros temores ante la posible salida de Estados Unidos del TLCAN radican en gran medida tanto en el desconocimiento generalizado de los beneficios derivados del mismo para Estados Unidos como en nuestra ingenuidad al pensar que Trump será razonable al negociar.
Primero, aproximadamente la mitad del comercio bilateral entre nuestros países se genera por intercambios de insumos entre empresas cuya sede corporativa se encuentra en EU. El impacto de renegociar el tratado bajo los términos de Trump afectaría negativamente su competitividad, producción y utilidades esperadas. Lo anterior debe convertirlas en nuestras aliadas naturales contra las exigencias del presidente estadounidense.
Segundo, si bien EU representa 80% del mercado de nuestras exportaciones, nosotros somos el segundo mercado para sus exportaciones. Para estados como Texas, California, Nuevo México, Michigan, Dakota del Sur, Nebraska y Missouri somos un cliente fundamental para su bienestar económico. Trabajando con los gobiernos de estos estados podemos definir un programa para enfrentar conjuntamente las restricciones que el gobierno americano desea imponer al comercio entre nuestras naciones.
Tercero, cerca de 70% de nuestras exportaciones se concentra en seis sectores: equipo de transporte, autopartes, equipo electrónico y computadoras, equipo eléctrico, maquinaria (excepto eléctrica) e hidrocarburos. La combinación de pocos sectores con grandes empresas exportadoras, permitirá al gobierno mexicano diseñar políticas de apoyo público para paliar el impacto negativo de las medidas anunciadas por Trump; un ejemplo sería pensar en un programa que definiera a todo México como Zona Económica Especial.
Cuarto, en los últimos 15 años la inversión extranjera directa en México alcanzó alrededor de 375 mil millones de dólares, permitiéndonos contar con una planta productiva instalada que no puede dejar de producir, por lo cual, aunque habría un impacto negativo sobre el empleo, éste no será de la magnitud temida por muchos empresarios y políticos nacionales.
Quinto, la integración económica ha contribuido a una integración social, cultural y de negocios nunca antes vista en la historia de nuestros países. Los mexicanos realizamos casi 13 millones de viajes anuales a EU; los viajes de ciudadanos estadounidenses alcanzan la cifra de 20 millones. Ante este intercambio humano sería imposible no encontrar en ese país defensores interesados en no afectar sus negocios ante una renegociación fallida del TLCAN.
¿Qué debemos hacer? La estrategia correcta pasa por responder NO a la insolencia de Trump. Esta respuesta debe estar respaldada por tres acciones que debemos aplicar inmediatamente para igualar el terreno de negociación.
La primera y más importante es no ceder en nuestros principios. La vocación de nuestro país por el libre comercio no deberá ser vulnerada aceptando negociaciones que la debiliten. Deberemos resistir la tentación de aceptar soluciones basadas en la imposición de cuotas o aranceles a la exportación o importación de productos hacia y desde Estados Unidos para evitar una salida de ese país del TLCAN.
Debemos dejar claramente señalado que el país infractor es EU y que nosotros no aceptaremos esa imposición. Sin embargo, ante el temor de la clase empresarial y la tan aceptada máxima mexicana de que “más vale un mal arreglo que un buen pleito”, podríamos caer en arreglos que acepten cuotas o aranceles a la importación ante las exigencias del gobierno de Trump. Esta solución pondría en duda la firmeza de nuestras convicciones y alejaría nuevas inversiones afectando la producción y porvenir tecnológico de nuestro país. Ante la situación de debilidad política que enfrenta nuestro gobierno y el deseo del sector empresarial de minimizar pérdidas en el corto plazo, la tentación para aceptar esta solución será intensa y resistirla no será fácil. Aceptarla, sin embargo, incentivaría a quienes ante la inminente elección presidencial de 2018 proponen que el mejor futuro de México radica en la reinstalación de políticas proteccionistas en apoyo a la industria nacional, el peor de los futuros para nuestra nación.
La segunda debe ser definir coordinadamente con las empresas participantes en nuestro comercio exterior un programa de políticas industriales y fiscales que contrarreste las medidas proteccionistas de Trump. El programa debe contener medidas para contrarrestar escenarios desde la temida salida unilateral del TLCAN hasta la aplicación de reglas arbitrarias como el impuesto fronterizo de 20%, o aranceles de 35% mencionados por el actual gobierno de EU. Hacerlo de inmediato es indispensable para dar credibilidad a nuestro no como respuesta a Trump.
Finalmente, México debe iniciar una ofensiva a nivel mundial en defensa del libre comercio internacional. Nuestra reputación internacional y la capacidad de nuestros funcionarios en las dependencias encargadas tanto de las negociaciones comerciales internacionales ante la OMC como de las diplomáticas en la SRE, permiten que nuestro país encabece una defensa vigorosa de los principios de libertad comercial internacional forjando nuevas alianzas con países como China, India, Brasil y Argentina, así como con la Unión Europea. Hacerlo permitirá que nuestra negociación con EU no se dé en un marco de aislamiento bilateral, marco que sería muy negativo para México.
Pero… no hay tiempo que perder.
Ex canciller, rector de la Universidad de las Américas Puebla