Washington.— Ni un día le duró la paz a Donald Trump. El flamante nuevo presidente de Estados Unidos vio ayer cómo las calles de la capital estadounidense, las principales ciudades del país y otras urbes en todo el mundo se colapsaron por las denominadas “Marcha de las Mujeres”, manifestaciones masivas con un objetivo común: dejar claro al mandatario que no permitirán ningún ataque a los derechos civiles.
Lo que se organizó como una marcha feminista se convirtió rápidamente en una defensa de los derechos de todas las comunidades que se han sentido atacadas por Trump: mujeres, inmigrantes, afroestadounidenses, gays, lesbianas…
La más multitudinaria fue la de Washington. Las gorras rojas del día de la investidura de Trump se convirtieron en gorros de lana rosa con puntas en forma de orejas de gato tan sólo 24 horas después. Estos complementos no sólo sirvieron para protegerse del frío de la mañana de niebla: también recordaron uno de los episodios más controvertidos de la campaña, el misógino video en el que Trump se vanagloriaba de poder agarrar a las mujeres por la vagina (“pussy” en inglés popular, que también significa “gatito”). Los “pussyhat” tiñeron el centro de la ciudad de cabezas de color rosado.
Según los primeros cálculos, cerca de 600 mil personas (hombres y mujeres) salieron a las calles, en una de las manifestaciones más importantes de la historia de la ciudad. O, lo que es lo mismo: más del doble de las que se estima que asistieron a la toma de posesión de Trump del viernes. A éstos hay que sumarles las decenas de miles de ciudades como Nueva York, Chicago o Los Ángeles. Y los miles en ciudades de todo el mundo como Londres, París, CDMX y otras 16 ciudades mexicanas.
En total había 673 marchas organizadas. O más de 4 millones y medio de manifestantes —según cálculos de la organización womensmarch.com—, un movimiento civil sin precedentes al que se tendrá que enfrentar Trump si sigue con sus ideas de campaña y su retórica racista, xenófoba y misógina.
Entre los miles de manifestantes en Washington, además de celebridades como las cantantes Madonna y Alicia Keys o las actrices Scarlett Johansson y la latina América Ferrera, hubo presencia mexicana e hispana, uno de los grupos más vilipendiados por Trump.
Jacqueline Cortés, de 22 años y originaria de Jalisco, salió para defender los derechos de los jóvenes indocumentados. “Vengo para seguir apoyando a los migrantes, para que dejen de seguir deportando a la gente y separando a las familias, y para que se haga justicia por nosotros”, dijo a EL UNIVERSAL la joven estudiante de biología en Virginia.
“Después de esta expresión de fuerza, sentimos que vamos a poder luchar y que no vamos a estar solas como mujer, como latina y como personas de color café”, aseguró por su parte Yanet Amador, de 21 años, nacida en Puebla y estudiante de ciencias políticas.
Merty, dominicana que asistió a la manifestación acompañada de toda su familia —incluida una nieta de 3 años— confió: “Vamos a tumbar a Trump. En 49 años es la primera vez que veo este país en estas condiciones, y no lo vamos a aceptar”.
La manifestación fue festiva, colorida y pacífica en todo momento, en un evento familiar para todos los públicos. Los carteles era variados, desde el de “Women just wanna get fun... damental rights” (las mujeres sólo quieren sus derechos fundamentales), aludiendo a una popular canción de Cyndi Lauper, hasta “somos las desagradables”, como llamó Trump a diversas mujeres a lo largo de la campaña y el ya clásico: “No es mi presidente”.
La propuesta de construir un muro en la frontera de México también estuvo presente. “El muro somos nosotros, el pueblo”, rezaba uno de los carteles. “Con tus manos pequeñas no podrás construirlo”, gritaban otros. “Mi cuerpo, mi elección”, gritaban los grupos feministas frente a activistas antiaborto, en uno de los pocos momentos tensos de la multitudinaria e histórica protesta.
El éxito desbordó a la organización y a la ciudad: el servicio de transporte público colapsó, y la marcha que estaba prevista por el centro de la ciudad a través de la avenida de la Independencia hasta las cercanías de la Casa Blanca tuvo inicialmente que cambiar de ruta y, más tarde, diluirse hasta casi desaparecer.
Trump, a pesar de que las protestas llegaron a las puertas de su nueva casa, no dijo nada sobre la manifestación, dejando sin respuesta a un clamor popular preparado para dar batalla y que promete convertirse en el contrapoder social de resistencia a su presidencia recién estrenada.