En una carta enviada a todos los obispos del mundo, el Papa Francisco pidió “llorar con amargura” por los abusos sexuales contra menores en la Iglesia católica y urgió a tomar “medidas valientes” para evitar que se repitan.


El texto de la misiva, fechada el pasado 28 de diciembre el día de los Santos Inocentes, fue dado a conocer este lunes por la sala de prensa del Vaticano.


El pontífice se refiere a la niñez en general y dedicó unos párrafos contra la pederastia entre los clérigos.


“Escuchemos el llanto y el gemir de estos niños; escuchemos el llanto y el gemir también de nuestra madre Iglesia, que llora no solo frente al dolor causado en sus hijos más pequeños, sino también porque conoce el pecado de algunos de sus miembros: el sufrimiento, la historia y el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes”, indicó.


Este “pecado nos avergüenza. Personas que tenían a su cargo el cuidado de esos pequeños han destrozado su dignidad. Esto lo lamentamos profundamente y pedimos perdón. Nos unimos al dolor de las víctimas y a su vez lloramos el pecado”, siguió.


Consideró como “pecados” no sólo los ataques en sí, sino también otras acciones como la “omisión de asistencia”, el “ocultar y negar” o el “abuso de poder.


Francisco aseguró que la Iglesia también “llora con amargura” esos pecados y pide perdón por ellos.


Al recordar el día de los Santos Inocentes instó a renovar todo el empeño para que esas “atrocidades” no vuelvan a suceder entre los consagrados.


“Tomemos el coraje necesario para implementar todas las medidas necesarias y proteger en todo la vida de nuestros niños, para que tales crímenes no se repitan más. Asumamos clara y lealmente la consigna ‘tolerancia cero’ en este asunto”, enfatizó.


La carta fue más larga, al inicio de ella el Papa Jorge Mario Bergoglio se dirigió a cada obispo recordando la alegría por la fiesta de la Navidad y advirtió que, como pastores, están llamados a hacer crecer esa alegría en el pueblo.


Reconoció que muchas veces los prelados pueden sentirse desilusionados –y no sin razones- con la realidad, con la propia Iglesia e, inclusive, con ellos mismos, sintiendo la tentación de apegarse a una “tristeza dulzona”, pero sin esperanza.


Más adelante sostuvo que la Navidad, “mal que pese”, es acompañada por el gemido de dolor de las madres que lloran las muertes de sus hijos inocentes frente a la ‘tiranía y ansia de poder desenfrenada’” de Herodes, que mandó a matar a todos los bebés para acabar con Jesús.


“Un gemido que hoy también podemos seguir escuchando, que nos llega al alma y que no podemos ni queremos ignorar ni callar. Hoy en nuestros pueblos, lamentablemente –y lo escribo con profundo dolor–, se sigue escuchando el gemido y el llanto de tantas madres, de tantas familias, por la muerte

de sus hijos, de sus hijos inocentes”, abundó.

Llamó a los obispos a escuchar lo que acontece a su alrededor, tener un corazón sensible y abierto al dolor del prójimo, más especialmente cuando se trata de niños, porque la alegría cristiana navideña no puede aislarse de la realidad, del gemido de los hermanos.


Les pidió coraje para proteger a la infancia de los “nuevos Herodes de nuestros días” que “fagocitan la inocencia de nuestros niños”.

Una inocencia desgarrada bajo el peso del trabajo clandestino y esclavo, bajo el peso de la prostitución y la explotación. Inocencia destruida por las guerras y la emigración forzada, con la pérdida de todo lo que esto conlleva, abundó el Papa.


Lamentó que miles de niños hayan caído en manos de pandilleros, de mafias, de “mercaderes de la muerte”, que lo único que hacen es fagocitar y explotar su necesidad.


Recordó que en la actualidad 75 millones de niños –debido a las emergencias y crisis prolongadas– han tenido que interrumpir su educación; mientras en 2015 el 68 por ciento de todas las personas objeto de trata sexual en el mundo eran menores de edad.

Sostuvo que un tercio de los niños que han tenido que vivir fuera de sus países ha sido por desplazamientos forzosos, y se vive en un mundo donde casi la mitad de los niños menores de cinco años que mueren ha sido a causa de malnutrición.

Según el Papa, en 2016 se estimó que 150 millones de niños han realizado trabajo infantil viviendo muchos de ellos en condición de esclavitud.


Precisó que de acuerdo con el último informe elaborado por Unicef, si la situación mundial no se revierte, en 2030 serán 167 millones los niños que vivirán en la extrema pobreza, 69 millones de niños menores de cinco años morirán entre 2016 y 2030, y 60 millones de niños no asistirán a la escuela básica primaria.

“La alegría cristiana no es una alegría que se construye al margen de la realidad, ignorándola o haciendo como si no existiese. La alegría cristiana nace de una llamada –la misma que tuvo San José– a tomar y cuidar la vida, especialmente la de los santos inocentes de hoy”, apuntó.


cfe

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