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El polémico magnate Donald Trump se convertirá mañana en el nuevo presidente de Estados Unidos, con planes controvertidos en política internacional que distan mucho de la estrategia de su antecesor Barack Obama, pero ¿hasta qué punto le interesa revertir el deshielo diplomático con Cuba?
En los dos años transcurridos desde que se anunciara el restablecimiento de relaciones, Cuba y Estados Unidos han logrado notables avances, con un total de dieciocho acuerdos bilaterales, tres de ellos firmados ayer mismo, 48 horas antes de la toma de posesión de Trump en la Casa Blanca.
La premura con la que Cuba y Estados Unidos han cerrado acuerdos en el tintero desde el triunfo de Trump en las presidenciales de noviembre es un mensaje claro sobre los beneficios de esta política de Obama a su sucesor, que se ha mostrado partidario de revertir el acercamiento si Cuba no negocia "un mejor acuerdo" y hace concesiones en derechos humanos.
Pero más allá de las amenazas de Trump, analistas consultados señalan que los avances del deshielo logrados hasta la fecha no entran en conflicto con las ideas del nuevo presidente y que benefician tanto a Cuba como a Estados Unidos.
"La reversibilidad depende de evaluar los beneficios reales de las medidas de Obama, que por supuesto sí creo son altos y buenos para Estados Unidos", señaló el presidente de la Academia de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard, Jorge Domínguez.
Memorandos de entendimiento en materia medioambiental -para la conservación de especies protegidas, aves y peces que viajan entre los dos países, o para la prevención de derrames de petróleo-, en salud e investigación, o los instrumentos firmados para combatir el narcotráfico o la búsqueda y salvamento marítimo convienen a los dos países, sin coste político alguno.
Domínguez también señala que el acuerdo sobre aviación civil, que permitió reanudar el pasado agosto los vuelos comerciales directos entre los dos países suspendidos desde 1963, excluye a la estatal Cubana de Aviación, por lo que las principales beneficiadas son las aerolíneas estadounidenses.
La connivencia de Trump con el sector empresarial hace poco probable que el magnate revierta ese acuerdo, el más trascendental logrado hasta el momento entre los dos países.
Ante esta situación, más que dar marcha atrás en la nueva política con Cuba hasta el punto de romper relaciones o cerrar la embajada, Trump sí podría congelar o ralentizar el proceso, con los derechos humanos como principal argumento.
Con el objetivo de sumar votos, no fue hasta los últimos momentos de la campaña presidencial cuando Trump se alineó con las posturas más duras del exilio anticastrista de Miami y, ya como presidente electo, habló de la necesidad de negociar "un mejor acuerdo" con Cuba que contemplara concesiones en materia de derechos humanos.
"Cuba se negaría a negociar sus políticas de derechos humanos para avanzar la normalización. Pero Cuba sí ha adoptado, soberana, unilateral e independientemente, medidas como la liberación de presos. Es decir, se puede llegar a un mismo resultado sin necesidad de decir que hubo una negociación", apuntó al respecto Domínguez.
De opinión parecida es el catedrático de la Universidad de Texas Arturo López-Levy -coautor del libro "Raul Castro and the New Cuba: A Close-Up View of Change"- quien considera que "esperar que Cuba vaya a tomar orientaciones de Washington sobre derechos humanos o cualquier otro tema es desconocer la historia de los vínculos bilaterales".
"Si Trump quiere proseguir la normalización, se encontrarán formas de manejar el diálogo en derechos humanos. Si quiere usar un encontronazo con Cuba para abandonar la mesa de negociación, lo va a encontrar pronto. La diplomacia cubana es bastante profesional como para dárselo, en una estrategia de riesgo calculado", indicó.
No obstante, revocar el deshielo con Cuba se toparía con un obstáculo importante: las agencias de seguridad interna y defensa de Estados Unidos, como la CIA o el Pentágono, que se han expresado a favor de la nueva política con la isla comunista.
"Esas colaboraciones, una vez acordadas, tienden a ser las más duraderas y resistentes a las presiones de política interna. No es fácil en Estados Unidos apostar contra las posiciones del Pentágono en política exterior", aclaró López-Levy.
Mientras tanto, las autoridades cubanas aguardan con cautela a que el nuevo presidente mueva ficha en el tablero de la política exterior, donde también entra en juego la buena relación que tanto Cuba como Trump mantienen con la Rusia gobernada por Vladimir Putin.
lsm