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Cientos de iglesias están ofreciendo santuario a inmigrantes que podrían ser deportados si el presidente electo Donald Trump cumple su promesa de expulsar del país a millones de extranjeros que viven en el país sin permiso de residencia.
Para algunas iglesias, la oferta de santuario implica dar apoyo espiritual o asistencia legal para combatir la deportación. Otras ofrecen refugio físico a los inmigrantes, y muchas ya lo están haciendo.
En Brockton, una ciudad pobre de 95.000 habitantes al sur de Boston, cuatro iglesias se han comprometido a recibir a los inmigrantes que teman ser deportados.
"Si necesitas un lugar seguro, cuando cruzas las puertas de este edificio, estarás seguro", expresó el reverendo Abraham Waya, pastor de la Central United Methodist Church, quien dijo que su iglesia podría dar albergue a hasta 100 personas. "Los recibiremos y cuidaremos de ustedes todo el tiempo que sea necesario".
Durante su campaña presidencial, Trump se comprometió a "anular de inmediato" las órdenes ejecutivas del presidente Barack Obama que dejaron en suspenso las deportaciones de muchos inmigrantes, incluido el programa DACA, que amparó y dio permisos de trabajo a más de 700.000 jóvenes que fueron traídos ilegalmente al país cuando eran niños y se criaron aquí.
En una entrevista publicada el miércoles por la revista Time, que lo acaba de nombrar "Persona del Año", Trump suavizó un poco su postura hacia estos jóvenes.
"Vamos a buscar una solución que deje contentos y orgullosos a todos", expresó.
Un vocero del Servicio de Control de Ia Inmigración y las Fronteras dijo que ese departamento sigue una política implantada en el 2011 por la cual tiende a abstenerse de ingresar a "lugares delicados" como escuelas, iglesias y hospitales en busca de inmigrantes sin permiso de residencia. Solo ingresa en esos sitios en casos de terrorismo o en circunstancias especiales.
Unas 450 iglesias de todo el país distintas denominaciones han ofrecido algún tipo de ayuda: alojamiento, asistencia financiera o transporte escolar para los niños, según Alison Harrington, pastor de la Southside Presbyterian Church de Tucson, Arizona.
Los inmigrantes sin papeles viven en ascuas ante la posibilidad de ser deportados, especialmente desde que las deportaciones aumentaron durante el gobierno de Obama, indicó Harrington, quien está involucrado en el movimiento santuario a nivel nacional. Pero las promesas de Trump de construir un muro a lo largo de toda la frontera con México, prohibir el ingreso de musulmanes y disponer deportaciones masivas de extranjeros sin permiso de residencia "han generado mucha inquietud", expresó Harrington.
La Diócesis Episcopal de Los Angeles, que tiene más de 140 congregaciones, adoptó una resolución en la que pide una "resistencia sagrada" a las propuestas de Trump sobre la inmigración ilegal y se declaró una "diócesis santuario".
En Filadelfia, una coalición de 17 iglesias y dos sinagogas dijeron que ha habido un gran incremento en la cantidad de voluntarios que trabajan para un programa que ofrece apoyo a los inmigrantes sin papeles cuando el ICE se presentó en sus viviendas. El programa tenía 65 voluntarios en mayo y en las dos semanas siguientes al triunfo de Trump se inscribieron un millar más, de acuerdo con Peter Pedemonti, director ejecutivo del Movimiento Nuevo Santuario de Filadelfia.
"Sabemos que vivimos otro momento histórico y que nuestra fe nos obliga a tomar medidas osadas", dijo Harrington.
Algunas iglesias ya están cumpliendo su palabra.
En Filadelfia, un mexicano de 40 años vive desde hace tres semanas en la United Methodist Church.
Javier Flores ingresó al país ilegalmente en 1997 y ha sido deportado varias veces y vuelto a ingresar. Estuvo detenido un año y el ICE lo liberó por 90 días para que dejase todos sus asuntos en orden antes de ser deportado. Pero no quería separarse de su esposa y sus tres hijos, por lo que buscó refugio en la iglesia, según el reverendo Robin Hynicka.
"Sentimos la obligación moral de mantener a las familias unidas", dijo el pastor.
Ingrid Encalata Latorre, peruana, se refugió la semana pasada junto con su hijo de un año, Aníbal, en un centro cuáquero de reuniones Denver.
Latorre, de 32 años, había agotado todas las instancias de apelación a su orden de deportación y estaba esperando la respuesta a su pedido de que el gobierno suspenda la orden haciendo uso de la facultad que lo habilita a tomar medidas discrecionales.
Dijo que se vino de Cusco en el 2000 a vivir con una tía en Colorado, donde trabajó lavando platos, cuidando niños, limpiando casas y en asilos para ancianos. En el 2002 compró documentos falsos a un vendedor callejero inescrupuloso.
Fue detenida en el 2010 y se declaró culpable de robo de identidad. Pagó 11.500 dólares en impuestos atrasados y cumplió los términos de su libertad bajo palabra. Pero por haberse declarado culpable de un delito, el ICE reparó en ella. Con la ayuda de activistas, fue al centro cuáquero.
Aníbal, quien es ciudadano estadounidense, está siendo tratado en el Hospital Infantil de Denver por un defecto congénito en el cuello. Su otro hijo, Bryant, de ocho años, también es ciudadano estadounidense y va a una escuela bilingüe en el suburbio de Westminster.
"He vivido aquí la mitad de mi vida", dijo Latorre. "No hay que tener miedo. Hay que pelear y seguir adelante".