Fidel Alejandro Castro Ruz, fallecido en La Habana el 25 de noviembre de 2016 a los 90 años y nacido el 13 de agosto de 1926 en el oriental poblado de Birán, llega hoy a su última morada convertido en el máximo y más poderoso líder político de la historia de Cuba y en uno de los más importantes revolucionarios comunistas de todo el mundo en los últimos 60 años.
Pero después de más de ocho días de homenajes póstumos para el hombre que desafió a Estados Unidos con una revolución comunista a apenas 144 kilómetros de suelo estadounidense, las honras finales para el comandante en jefe de la Revolución Cubana tienen una peculiaridad: la ausencia de los emblemáticos dirigentes que fueron sus socios de aventuras tercermundistas y compañeros con los que convivió al transformar a Cuba en santuario de los movimientos guerrilleros de liberación nacional, en bastión del socialismo mundial y en manija del bloque de países no alineados, porque ya todos están muertos.
El chileno Salvador Allende, el venezolano Hugo Chávez, el panameño Omar Torrijos, el dominicano Juan Bosch, el sudafricano Nelson Mandela, el palestino Yasser Arafat, el yugoslavo Josip Broz Tito, el egipcio Gamal Abdel Nasser, el norcoreano Kim Il-Sung, el indonesio Sukarno, el chino Mao Tse Tung, el argentino-cubano Ernesto Che Guevara, el libio Muamar Gaddafi o el iraquí Saddam Hussein, entre muchos otros con los que compartió conflictos durante la Guerra Fría o en el choque comunismo frente a anticomunismo o Washington versus Moscú, fallecieron antes que Castro.
Los viejos mandatarios de la ahora desaparecida Unión Soviética (URSS), principal aliado de Cuba de 1960 hasta su desintegración en 1991, y del antiguo campo comunista de Europa del Este, como Polonia, Hungría, Bulgaria, Rumania, la desaparecida Alemania Democrática o Albania, a los que Castro se asoció para empujar alianzas anti-Washington y pro-Moscú en etapas estelares de la Guerra Fría, también están muertos. Mijail Gorbachov, último gobernante de la URSS, nunca fue cercano a Castro y siempre se ganó su repudio al argumentar que ayudó al desmoronamiento del bloque soviético.
El laureado escritor colombiano Gabriel García Márquez, íntimo amigo de Castro y de indiscutible renombre sin fronteras, y el nicaragüense Tomás Borge, guerrillero sandinista que en 1974 fue declarado como el preso político más torturado del mundo, también murieron antes que el ex gobernante cubano.
El español Felipe González, que alguna vez emergió como punto de referencia del moderno socialismo europeo y ahora es cercano a las corrientes ideológicas que abogan por un menor control estatal de los asuntos públicos, está vivo pero ni siquiera se acercó en estos días a Cuba.
Listado. La nueva alineación de la izquierda interamericana integra a gobernantes y políticos de menor influencia en la escena global, como los presidentes Daniel Ortega, de Nicaragua, Nicolás Maduro, de Venezuela, Rafael Correa, de Ecuador, y Evo Morales, de Bolivia. El timón parece recaer ahora en Raúl Castro, hermano menor del fallecido líder y su sucesor y actual presidente de Cuba y jerarca de los aparatos partidistas, estatales y gubernamentales.
En este contexto, el único personaje de relevancia mundial presente en el acto final para depositar el cofre de cedro con las cenizas de Castro es el ex futbolista argentino Diego Armando Maradona, alabado por sus dotes en el terreno de juego pero sin ninguna importancia o trascendencia en el debate ideológico y geopolítico internacional. “Fidel es mi segundo padre”, declaró Maradona al llegar a este país.
Aunque todos los promotores regionales del denominado “socialismo del siglo XXI” lanzado por Chávez acudieron presurosos a rendir homenaje a Castro junto con otros invitados, como los ex presidentes brasileños Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, ninguno —excepto Maradona, controversial, odiado y amado— posee rango de figura descollante en el panorama universal.
A los actos asisten algunos políticos de África o Asia que tienen todavía menos peso o reconocimiento de liderazgo internacional. Invitado a la actividad fúnebre y con el resguardo de un anillo de seguridad, un gobernante asiático ingresó antenoche a un hotel habanero pero casi ninguna persona en el vestíbulo le prestó atención ni identificó al dignatario, que siguió hacia su habitación sin inquietar a nadie.
“Fidel sufre una soledad política internacional”, dijo la disidente y ex prisionera política cubana Marta Beatriz Roque, en una entrevista con EL UNIVERSAL. “Él fue el último de un grupo de personas que pudo en un momento determinado haber hecho de su muerte otra cosa”, afirmó.
En este escenario, añadió, “está la soledad familiar. La única persona que ha hecho mención a su esposa y a sus hijos es precisamente Correa”.
En un discurso que pronunció en un homenaje efectuado el pasado martes por la noche en la Plaza de la Revolución, el mandatario ecuatoriano se refirió a la viuda, Dalia Soto del Valle, y a sus hijos, Alexis, Alexánder, Alejandro, Antonio y Ángel.
Correa “miró hacia la izquierda y dijo Dalia. Miró hacia la derecha y dijo ‘sus hijos’. Pero en ningún momento, ni siquiera las cámaras de televisión, tomaron a Dalia ni a los hijos. Y en ningún momento, tampoco, Dalia y los hijos estuvieron al lado de Raúl Castro como se suponía que fuera en un consenso familiar del dolor”, recordó la disidente.
Orador. A diferencia de Castro, que siempre se caracterizó como un locuaz orador de verbo encendido, de arengas incendiarias y de mensajes que se transformaron en símbolos y proclamas para la juventud de los últimos 55 años, los mensajes de despedida al líder cubano —dictador para el anticastrismo de Miami y la disidencia interna— en discursos como los de Ortega, Maduro o Morales están repletos de citas repetidas sobre el imperialismo yanqui y de otras frases gastadas.
Con un duelo nacional de nueve días, que incluye una “ley seca” en vigencia desde la misma noche de la muerte de Castro y a hoy a las 12:00 horas (11:00 tiempo de México) y una prohibición de realizar actividades musicales y bailables en un país apasionado de la música y de todo tipo de danzas, numerosos cubanos se preocuparon ayer por seguir las incidencias del partido Barcelona-Real Madrid en pantallas en hoteles y otros lugares.
El rito final del sepelio de Castro coincidió con una fecha especial para la masiva comunidad de Yoruba, religión cubana de origen africano, ya que hoy es el día de Santa Bárbara o Changó en el sincretismo de esa práctica que tiene una masiva influencia en Cuba. La costumbre es que en la víspera de ese festejo se realizan ritos con ron, pero el comercio de ese y otros licores está prohibido por el duelo y sólo se puede conseguir de manera ilegal, en el mercado negro, o en algunos hoteles.
Acostumbrados a las avalanchas informativas y de propaganda del régimen, muchos cubanos optaron por desconectarse de la televisión y de otros medios del aparato estatal de comunicación, que mantienen una transmisión ininterrumpida de documentales, entrevistas, reportajes y programas sobre el Comandante. Como lo hacen también con frecuencia, y cansados de la misma programación, hay numerosos cubanos que intercambian películas y telenovelas y apelan a otras opciones para desligarse, aunque sea momentáneamente, de ese alud sobre Fidel Castro.