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Las cenizas de Fidel Castro Ruz—el tercer hijo del gallego Ángel Castro y de la cubana de origen canario Lina Ruz—fueron depositadas en la mañana para su descanso definitivo en el cementerio de Santa Ifigenia, de la oriental ciudad de Santiago, en una ceremonia íntima y familiar con honores militares que cerró uno de los ciclos políticos más importantes en la historia revolucionaria y comunista de Cuba.
El cofre de cedro con los restos de Castro, jefe del asalto rebelde lanzado en 1953 al cuartel Moncada, en Santiago, y que marcó el inicio del proceso revolucionario, reposa desde ayer a las 07:00 horas (06:00 tiempo de México), en un camposanto histórico para este país, ya que allí están enterrados José Martí (1853—1895), apóstol de la lucha por la independencia de Cuba, y otros patriotas, héroes y mártires de Cuba.
Castro, comandante de las tropas guerrilleras expedicionarias que zarparon en noviembre de 1956 de Tuxpan, México, hacia el oriente de la isla para iniciar una guerra de guerrillas en contra de la dictadura de Fulgencio Batista (1901—1973) instalada con un golpe de Estado en marzo de 1952, fue despedido en su lecho final con disparos de salvas de artillería, tras recorrer la ciudad de Santiago hacia el cementerio y ser aclamado con gritos de “Yo soy Fidel” por los santiagueros ubicados a ambos lados de trayecto.
El hombre que, nacido el 13 de agosto de 1926, obligó a Batista a huir de Cuba la noche del 31 de diciembre de 1958 y el primero de enero de 1959 proclamó el triunfo de la revolución, fue acompañado hasta su última morada por su esposa, Dalia Soto del Valle, y sus cinco hijos, Alexis, Alexánder, Alejandro, Antonio y Ángel Castro Soto del Valle, así como por su hermano y sucesor, el general de ejército Raúl Castro, y otros parientes y personalidades especialmente invitadas.
El Comandante en Jefe de la Revolución, que de 1960 a 1991 colocó a Cuba en la órbita de la ahora desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y atizó las tensiones de la Guerra Fría en el choque Moscú—Washington, falleció la noche del pasado 25 de noviembre en La Habana, a los 90 años y luego de más de una década y casi cuatro meses de haberse retirado de sus cargos de mando total en el Partido Comunista y en los aparatos estatales y gubernamentales.
El jefe revolucionario, que en abril de 1961 proclamó el carácter socialista de la revolución cubana, retó a Estados Unidos con la instalación de un régimen comunista a apenas 90 millones de territorio estadounidense y derrotó militarmente a una invasión anticastrista que atacó por playa Girón, litoral sur de la isla y en la bahía de Cochinos, fue sometido a cremación el 26 de noviembre.
El ahora fallecido líder, ex primer ministro, ex primer secretario del Partido Comunista y ex presidente de los consejos de Estado y de Ministros, siempre fustigó con dureza a EU por el embargo o bloqueo económico que impuso a Cuba en febrero de 1962 para castigar a la revolución por sus políticas de nacionalización de empresas estadounidenses e intentar obligarla—sin éxito—a que renunciara al marxismo—leninismo e instalara un sistema democrático de gobierno.
Una sala del ejército en La Habana acogió la urna con las cenizas del dirigente político que, en octubre de 1962, se convirtió en protagonista esencial de uno de los episodios más dramáticos en la historia del siglo XX: la crisis que estalló entre EU y la URSS que estuvo a punto de provocar una guerra nuclear por la instalación de misiles soviéticos en suelo cubano y que, en un arreglo a espaldas de Castro, se resolvió con el retiro de esas armas a cambio de que Washington aceptara retirar piezas similares que mantenía en Turquía y renunciara a agredir a Cuba.
Cientos de miles de cubanos desfilaron el lunes y el martes pasados por el Memorial José Martí, en la Plaza de la Revolución de La Habana, frente a una fotografía del cofre en un escenario especial para honrar al difunto, que durante 1985 sacudió a la comunidad internacional tras advertir que la deuda externa del Tercer Mundo era impagable y que nunca dejó de denunciar al imperialismo estadounidense como culpable de los males de millones de seres humanos en todo el planeta.
Con la ceremonia final de ayer en honor a Castro, que en los decenios de 1960, 1970 y 1980 transformó a Cuba en santuario de los movimientos guerrilleros del Tercer Mundo y, en particular, de América Latina y el Caribe, la revolución cubana abrió un nuevo capítulo cimentado en la reafirmación del compromiso del general Castro de que el pueblo cubano defenderá el legado de su antecesor para seguir construyendo la revolución socialista.
Fidel Alejandro Castro Ruz, que siempre expresó dudas del deshielo que su hermano inició en diciembre de 2014 con Estados Unidos en un proceso luego de más de 55 años de choques con la Casa Blanca, tuvo seis hermanos—Angelita (1923-2012), Ramón (1924--2016), Raúl (1931), Juanita (1933), Enma (1935) y Agustina (1938)—dos esposas—Mirta Díaz—Balart, de 1948 a 1955, y Dalia Soto del Valle, de 1980 a 2016—y nueve hijos: Fidel Félix con la primera esposa, cinco con la segunda, y tres—Alina, Jorge y Francisco—de tres relaciones extramaritales.
El espacio cerrado en el que están para siempre los restos del personaje que sobrevivió a 637 atentados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de EU y del anticastrismo, y cuyas causas de muerte todavía se mantienen en secreto, permanece bajo celosa vigilancia de la seguridad cubana. Una placa en uno de sus costados, que identifica al hombre que cambió las estructuras políticas, sociales, económicas, militares y judiciales de Cuba y cuya muerte cierra uno de los periodos más dramáticos en su historia, solo tiene una nombre: “Fidel”.