Más Información
Diputadas celebran a emprendedoras; reconocen a la doctora Araceli Alonso, incluida en las 100 mujeres líderes
Yasmín Esquivel defiende la reforma judicial en Con los de Casa; alejado de la realidad pensar que es una venganza política, afirma
Elección judicial: Aspirantes a cargos comparten carta de motivos y hasta currículum; “Justicia no debe ser inaccesible”, afirman
Niño de 3 años toca “la campana de la victoria” por vencer al cáncer; recibió quimioterapias en el IMSS
Tres de cada 10 estudiantes es víctima de violencia en planteles; exigen reforzar medidas de seguridad
La Habana
Terroristas, espías, conspiradores, mercenarios, soplones, asesinos, saboteadores, contrarrevolucionarios, contrainsurgentes, informantes, bandidos… Fidel Castro atrapó desde 1959 a miles de enemigos de la revolución cubana pero se le escaparon dos siniestras piezas claves: Luis Clemente Faustino Posada Carriles y Félix Ismael Rodríguez Mendigutia, cubano-estadounidenses, agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y poseedores de un abultado expediente que marcó a Cuba en los últimos 58 años.
Posada, alias Bambi, ejecutó numerosos atentados con explosivos contra Cuba, como la bomba en un avión que explotó en el aire y mató a infantes y adolescentes cubanos en 1976.
Rodríguez, alias Máximo, dirigió la captura y el asesinato del guerrillero argentino—cubano Ernesto Che Guevara en 1967 en Bolivia.
Aunque el aparato cubano de inteligencia nunca pierde rastro de ambos hombres que hoy viven en Miami, Florida —corazón del más viejo y radical anticastrismo— y son referentes de múltiples vías violentas utilizadas por las primeras generaciones del exilio cubano en contra del líder cubano y su revolución, la muerte le llegó a Castro el pasado 25 de noviembre sin lograr que Posada Carriles y Rodríguez quedaran presos en Cuba.
Protegidos por influyentes factores de poder de Estados Unidos, como la CIA, la familia de los ex presidentes George H. y George W. Bush, las mafias de Florida y de Nueva York, políticos y empresarios de los partidos demócrata y republicano y agencias federales estadounidenses de seguridad, los dos poseen abundante y sensible información sobre el involucramiento de Washington en las más variadas tramas e intrigas en la batalla anticomunista mundial.
Los dos están entre los más relevantes ejemplos del impacto registrado en Cuba por la Guerra Fría o conflicto este-oeste, en la extenuante puja comunismo versus anticomunismo que se desató hace casi 70 años entre la ahora desaparecida Unión Soviética y EU y que pese a que acabó en 1989 con el desplome del Muro de Berlín, se prolongó entre Washington y La Habana hasta diciembre de 2014.
Por eso, la captura y el enjuiciamiento en Cuba de Posada Carriles y de Rodríguez fue una prioridad para Castro y una cuestión de defensa de la dignidad nacional.
Pasión juvenil. Como cualquier adolescente cubano de la década de 1940, Posada se aficionó a la caza, la pesca, el licor, los juegos de apuestas, la defensa personal y las armas de fuego en su natal Cienfuegos, en la zona sur-central de Cuba, reveló el investigador cubano Julio Lara Alonso, fallecido especialista del Ministerio del Interior de Cuba en su libro La verdad irrebatible sobre el crimen de Barbados.
Con los años, según Lara, una de sus pasiones juveniles le ayudó a convertirse en un empleado confiable de la CIA: la confección de artefactos explosivos rudimentarios.
Posada se unió en 1961 a la CIA, que le entrenó en demolición y guerra de guerrillas y, a partir de entonces, fue autor, directo e indirecto, de atentados en contra del régimen comunista cubano.
Pese a su turbio y largo historial, la principal acusación de Cuba a Posada, hoy de 88 años, es como coautor intelectual, junto al ya fallecido cubano Orlando Bosch Ávila, de la muerte de 73 personas por la explosión de una aeronave de Cubana de Aviación que volaba entre Barbados y La Habana, procedente de Venezuela y Trinidad y Tobago y vía Jamaica, el 6 de octubre de 1976.
Nacido el 15 de febrero de 1928, en Cienfuegos cursó la enseñanza primaria en colegios religiosos de jesuitas y maristas y la secundaria la combinó con estudios de químico azucarero en un colegio de religiosos dominicos. Como químico laboró en centrales azucareras de Cienfuegos y luego estableció un negocio de insecticidas.
Lara describió que Posada se casó en Cienfuegos, cerca de 1943, con Concepción Castañeda. La pareja, que nunca tuvo hijos, vivió en La Habana desde 1954 y Posada mantuvo nexos con políticos del régimen dictatorial de Fulgencio Batista, derrocado el primero de enero de 1959 por Castro.
Como empleado de la transnacional estadounidense Firestone, fue “viajante” para América Latina hasta que en 1960 se asiló como perseguido político en la embajada de Argentina en esta ciudad.
En febrero de 1961 se le permitió viajar a Miami y una semana después se vinculó a las fuerzas anticastristas que, en abril de ese año, atacaron Cuba con la invasión que la CIA lanzó por playa Girón en la bahía de Cochinos, litoral sur de la isla, y que fue derrotada por la revolución cubana. Aunque instruyó a los equipos de infiltración y sabotaje, eludió viajar en el operativo.
Ya divorciado, cumplió misiones para la CIA en América y Europa en los decenios de 1960, 1970 y 1980. Cuba le acusó de ser el autor intelectual de 11 atentados terroristas con bombas contra el sector turístico cubano entre abril y septiembre de 1997 y que dejaron el saldo de un italiano muerto, siete personas heridas —entre ellas cuatro mexicanos— y daños materiales por 135 mil dólares.
Posada cayó preso en Panamá en el año 2000 por sospechas de planear asesinar a Castro. La Habana reclamó de inmediato su repatriación para juzgarlo en Cuba pero en 2004 fue indultado por el gobierno panameño. Al salir de la cárcel, se movió por México y Centroamérica, entró ilegalmente en 2005 a EU y quedó preso, pero un tribunal de Texas lo liberó con fianza en 2007 y lo envió a Miami, a un cuestionado arresto domiciliario.
Cochinos. Reclutado por la CIA en 1960, Rodríguez entró a las conspiraciones contra Castro y al plan para invadir Cuba por Cochinos, por lo que se entrenó con fuerzas contrarrevolucionarias en Guatemala e ingresó clandestinamente por mar a la isla en febrero de 1961, para desplegar tareas de apoyo. Sorprendido en La Habana por el inicio de la invasión, Rodríguez se escondió y luego se refugió en la embajada de Venezuela en esta capital, de donde salió cinco meses después rumbo a Caracas y siguió estrechamente vinculado a la lucha anticomunista con la CIA.
Cuando la agencia confirmó en junio de 1967 la presencia del Che Guevara en la insurgencia comunista de Bolivia, preparó a Rodríguez y logró que, encubierto como empresario, ingresara a ese país en agosto de ese año con la orden de asesinar al guerrillero. Estando en la zona de guerra, recibió la noticia de que Guevara fue herido y detenido en un enfrentamiento armado, por lo que se trasladó al sitio donde el guerrillero permaneció recluido.
Entre otras labores, Rodríguez interrogó al Che y remitió a los soldados bolivianos la orden, ratificada por el gobierno boliviano, de asesinar a Guevara. El agente cubano fue enviado luego a misiones en Vietnam, México, Centroamérica y otras partes en las décadas de 1970 y 1980.
De manera reiterada, Cuba denunció que Rodríguez es terrorista, traficante de armas y de drogas y, en lo que es “lo más indignante y doloroso”, estuvo involucrado “por indicación de la CIA” en el asesinato del Che.
En una entrevista con EL UNIVERSAL en Panamá en abril de 2015, Rodríguez alegó que “obviamente que de Cuba se puede esperar cualquier cosa, ya que califica de terrorista a todo el que ha estado en su contra”.
“A cualquiera que se les opone, [las autoridades cubanas] lo acusan de agente de la CIA. Es un procedimiento estándar del gobierno cubano que creo que está más que desgastado y nadie le presta atención”, adujo.
Informes periodísticos de 2013 revelaron que Rodríguez, por instrucciones de la CIA, ordenó el asesinato en 1985 en México de Enrique Camarena, oficial de la DEA (agencia antidroga de EU). Camarena habría descubierto que un acuerdo de la CIA con narcotraficantes mexicanos permitió el contrabando de drogas de Colombia a EU por México, para utilizar las ganancias en financiar a los “contras” o rebeldes que combatieron al gobierno de Nicaragua en esa época.
Escape. Los nombres de Posada y de Rodríguez son de frecuente debate en Cuba, ya sea en los medios noticiosos o en las estructuras de inteligencia. Ambos tienen fama de asesinos.
Con su historial contrarrevolucionario, Bambi y Máximo siguen siendo blancos de Cuba… ahora sin Fidel Castro.