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La vida de una familia homoparental en Argentina

Al adoptar a Micaela y a Pablo, hermanos adolescentes, Gastón Stainekker y su pareja Matías Rivero sabían que "no se trataba tanto de nuestro derecho a ser padres, sino del de los chicos a tener una familia"

La vida de una familia homoparental en Argentina
28/12/2016 |18:10Javier Sinay |
Redacción El Universal
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Gastón Stainekker y Matías Rivero, que viven en Buenos Aires y se casaron en 2013, conocieron a los hermanos Micaela y a Pablo en septiembre de 2015 y hoy se convirtieron en sus padres adoptivos.

Cuando se conocieron, la niña tenía 15 y el niño, 12, y vivían en un hogar de menores junto a otros 45 niños, en la pequeña de ciudad de San Andrés de Giles, a unos 100 kilómetros de la capital argentina.

“Primero tuvimos una charla con los psicólogos, y después nos presentamos con los chicos”, dijo Stainekker, un licenciado en Enfermería de 30 años. Él y su marido, que tiene 32 años y trabaja en una zapatería, charlaron ese día con los niños –cuyos padres fallecieron, y con otros cuatro hermanos–, almorzaron con ellos y pasaron juntos todo el día. Micaela y Pablo eran tímidos, pero curiosos. “Después, los chicos le preguntaron a la asistente social si podían venir a casa a conocer a dónde vivíamos: vincularse salió de ellos”, explicó a este diario el ahora padre adoptivo.

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Stainekker y Rivero se muestran muy felices frente a EL UNIVERSAL por la familia que han construido. Como ellos, son muchas las parejas del mismo sexo que han adoptado niños en Argentina: desde que en 2010 se legisló el matrimonio igualitario en este país, cualquier pareja homoparental puede adoptar con los mismos derechos y obligaciones que una clásica pareja heterosexual.

La vida de una familia homoparental en Argentina

La Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos no discrimina entre parejas heterosexuales, homosexuales o incluso individuos con ganas de adoptar a un niño, por lo tanto no hay estadísticas certeras para calcular cuántos chicos viven en un hogar con papá y papá, o con mamá y mamá.

Sin embargo, el último censo nacional, de 2010 (el mismo año en el que se aprobó la ley de matrimonio igualitario), señalaba que un 0.33 por ciento del total de las parejas argentinas eran del mismo sexo (24 mil 228, sobre 7 millones 304 mil 489) y de éstas, el 21 por ciento tenía hijos a cargo. Según informó la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) a este diario, desde entonces se han unido en matrimonio igualitario otras 15 mil parejas, aproximadamente.

En Argentina hay 21 mil niños de 0 a 17 años en condiciones de ser adoptados. Teniendo en cuenta que el 88 por ciento de los posibles padres y madres inscriptos quiere bebés y niños muy pequeños, Stainekker y Rivero eligieron dar su cariño a adolescentes. “En las charlas del Registro Único de Aspirantes a Guarda tomamos conciencia de que no se trataba tanto de nuestro derecho a ser padres, sino del de los chicos a tener una familia”, explicó Stainekker.

La vida de una familia homoparental en Argentina

Según Adrián Urrutia, titular de la Dirección Provincial de Diversidad LGBT de la provincia de Neuquén y padre, él mismo, de tres adolescentes adoptados, “los matrimonios heterosexuales quieren adoptar niños menores de 2 años y se genera un embudo, pero las parejas igualitarias no buscan sólo a esos niños, y por lo tanto no tienen que esperar tanto para concretar”.

En diciembre de 2015, tres meses después de conocerse (en los que Stainekker y Rivero iban de visita al hogar y volvían llorando por la despedida), Micaela y Pablo aceptaron a sus nuevos padres y se mudaron con ellos.

Ahora viven todos en Belgrano –un barrio de clase media de Buenos Aires–, en un departamento de dos ambientes, con un perro (Balti) y una gata (Reina). “Fue todo muy rápido y todos nos adaptamos por este proyecto”, dijo Rivero. Ahora, la madre de Stainekker pregunta por sus nietos y su tía, que también tiene un hijo adoptivo, llora de emoción. “Esto generó mucho movimiento interno en mi familia”, explicó él.

“Mis padres son jóvenes y eso me gusta porque puedo hablar mejor con ellos”, agregó Micaela, una adolescente que no deja de sonreír. “Yo tenía muchas ganas de que una familia me adoptara, soñaba con eso… Ahora tengo una gran familia y me re cambió la vida”.

Micaela ama a sus mascotas y quiere ser veterinaria. “Si me preguntan si tengo papá o mamá, yo les digo que tengo dos papás y todos se sorprenden un poco”, explicó. “Para mí, fue una sorpresa al principio, pero ahora es algo común. Tengo una amiga que tiene dos tías y cuando me contó, yo le conté lo mío, y ella me dijo: ‘¡Buenísimo!’”.

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La nueva rutina incluye escuela (donde uno de los dos padres es miembro de la cooperadora), lecciones de fútbol, natación y misa para los dos hijos. “Nunca sufrimos discriminación, ni nosotros dos, ni nosotros cuatro”, dijo Stainekker. “Todo el mundo cree que somos héroes por haberlos adoptado, pero no es así: lo hicimos porque nuestra intención era tener una familia, y ellos la necesitaban”.

Mientras tanto, en la mayoría de los países de la región todavía se debate por la adopción homoparental: en Argentina, el argumento de algunos legisladores para oponerse fue que si un chico es adoptado por un matrimonio homosexual, se lo priva de un padre o de una madre, y por lo tanto no se respeta la Convención sobre los Derechos del Niño. Sin embargo, Stainekker, Rivero, Micaela y Pablo viven felices.

“Una pareja de dos padres es igual a una pareja de un padre y una madre: uno les da amor a los hijos, pero también pone límites”, explicó Rivero. “Si la familia está basada en la comunicación, no importa cómo esté compuesta. Nosotros sentimos que nuestro sueño se cumplió”, concluyó Stainekker.

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