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Washington.— Rex Wayne Tillerson ha dedicado toda su vida a una única empresa: ExxonMobil. Entró a mediados de la década de los 70, justo al terminar la carrera de ingeniería civil, y fue escalando posiciones hasta convertirse, hace 10 años, en presidente y director ejecutivo de esa, la petrolera más grande de Estados Unidos, la segunda del sector en el mundo, y la octava compañía del mundo en ingresos.
Tillerson tenía previsto jubilarse el próximo mes de marzo, cuando cumpliera 65 años. Lo iba a hacer con un botín de acciones de la empresa de más de 218 millones de dólares y un plan de pensiones de casi 70 millones, más todo lo ganado en más de 41 años en la empresa.
“T-Rex”, como le apodó la ex gobernadora de Alaska y ex aspirante a la vicepresidencia de EU, Sarah Palin, jugando con su nombre y la letra inicial de su apellido, es un dirigente empresarial respetado y reconocido en las altas esferas de los negocios.
Su posición en ExxonMobil le ha forjado grandes relaciones con gobiernos extranjeros, en la búsqueda de buenos contratos para su compañía. Los lazos más estrechos, y los que generan más controversia, son con Rusia y su presidente, Vladimir Putin. En 2011, Exxon hizo una inversión multimillonaria para explorar petróleo ruso en el Ártico, un acuerdo que le abrió las puertas del Kremlin e incluso ser galardonado con la Orden de la Amistad rusa, destinada a los extranjeros que buscan mejorar las relaciones con Moscú.
De sus contactos con Rusia se extrae una de las pocas ideas políticas del que se prevé nuevo secretario de Estado: su oposición total a las sanciones económicas a terceros países. Las que EU impuso a Rusia por la anexión de Crimea en 2014 congelaron su inversión en el Ártico.
Al frente de Exxon, se calcula que Tillerson ha negociado con más de 50 gobiernos de países de todo el mundo, algo que puede suponerle un dolor de cabeza si se convierte en secretario de Estado, por los conflictos de interés que podría generar.
Además de Rusia, tiene una excelente relación con países de Medio Oriente como Qatar o Arabia Saudita, países de los que su empresa depende para el suministro de hidrocarburos. Con los qataríes, además, está construyendo una terminal de gas natural en el Golfo de México. En cambio, no dudó en cortar relaciones con la Venezuela de Hugo Chávez o la convulsa Nigeria.
Tillerson, al contrario que Trump, considera que la acción humana afecta al cambio climático de forma negativa —apoya el acuerdo climático de París—, pero es reacio a las energías renovables.
Hijo de boy scout, es miembro activo de la organización y apoyó la inclusión de jóvenes homosexuales. La revista Forbes lo situó entre las 25 personas más poderosas del mundo. Sin experiencia previa en el gobierno, las donaciones que ha hecho en los últimos 20 años a campañas presidenciales republicanas —aunque no a Donald Trump— lo muestran como un conservador.