Wilbur Ross comparte al 100% las políticas comerciales de Donald Trump. Hace unos meses dijo en una entrevista que había llegado la hora de centrarse en acuerdos que tuvieran sentido, algo que no incluía al TLCAN con Canadá y México: una unión a las teorías del actual presidente electo de Estados Unidos, y que le ha valido convertirse en el elegido para ser el próximo secretario de Comercio.
Ross (Nueva Jersey, 1937) es un defensor a ultranza de gobernar el país como si fuera una empresa, buscando acuerdos “justos” y con una preocupación casi enfermiza por el proteccionismo, lo que a nivel gubernamental se traduce en mejores condiciones para las empresas para mantener los puestos de trabajo.
Exactamente las mismas recetas que promueve Trump, quien con este nombramiento, encarga a Ross ejecutar una de sus promesas electorales más polémicas: renegociar el TLCAN para evitar que México “se continúe beneficiando” del acuerdo, y revisar la posición de China en el mercado internacional, incluso con la imposición de aranceles a productos chinos.
Su estrategia en la negociación de tratados bilaterales de comercio es clara, como apuntó hace tiempo al Finantial Times: asegurarse de que las estimaciones en la afectación en la industria y los empleos es correcta; revisiones obligatorias cada cinco años y que ambas partes hagan concesiones. Todo un paquete que, en su opinión, no se cumple en la relación EU-México que se establece en el TLCAN.
Ross ha atacado especialmente a México en los últimos meses, acusándolo del mal desempeño de la economía estadounidense y la continua pérdida de puestos de trabajo. En su opinión, cada empresa que decidía cruzar el Río Grande “impulsaba la economía mexicana y reducía la inversión en nuestro país, restando de nuestro crecimiento económico futuro”. Por eso, al conocer las ideas de Trump, se apuntó rápidamente a su tren.
“El plan de Trump induce al crecimiento. Cortará impuestos, reducirá regulaciones, eliminará restricciones en desarrollo de energía y acabará con el debilitador déficit comercial. El crecimiento se acelerará. La ‘Trumpeconomía? generará millones de puestos de trabajo y billones de dólares en beneficios”, escribió hace poco más de un mes en The Washington Post, un programa del que ahora será parte activa. Al igual que el que será su jefe, Ross es un multimillonario. Según la revista Forbes, su fortuna se calcula en 2 mil 900 millones de dólares, y tiene una colección de arte centrada en arte chino y vietnamita y una predilección por el artista belga Magritte, pintor del que tiene 25 cuadros valorados en 100 millones de dólares.
Más allá de su posición en comercio internacional, en los círculos económicos se conoce a Ross como el “rey de la bancarrota”. Inversor “buitre” de referencia (aunque él prefiere que le llamen “fénix que se reconstruye de las cenizas”), se hizo un nombre por comprar empresas fallidas en los sectores del acero y la industria en general, reestructurarlas y venderlas. Es el presidente de la firma de capital privado WL Ross & Co, con la que también se enriqueció comprando bancos afectados por la crisis de 2008 en todo el mundo.
A pesar de que en la década de los 80 estaba registrado como demócrata, Ross fue en este ciclo electoral un generoso contribuyente de la campaña de Trump, de quien incluso fue asesor económico en las recomendaciones de reducir la carga impositiva a empresas y rebajar las regulaciones para compañías energéticas.