Es la última expedición de Fidel Castro —en esta ocasión recorre Cuba de occidente a oriente, de La Habana a Santiago de Cuba— y el silencio de millones de cubanos parecía total.

Tampoco es un viaje cualquiera ni es un día intrascendente en la isla: es un adiós. La solemnidad es intensa.

A ambos lados de la vía, respetuosos y tranquilos, los cubanos aguardan atestiguar un momento histórico: observar el paso de una caravana vehicular que, cerca de las 07:10 horas locales (06:10 tiempo de México) emprendió ese largo y último viaje. En la batea de un automóvil militar es transportada una urna de vidrio que, rodeada de flores blancas y follaje verde, protege un pequeño ataúd de madera que contiene las cenizas del comandante en jefe, fallecido el pasado 25 de noviembre en esta ciudad.

El convoy sale del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), en un sector sureño capitalino, se dirige al norte por la Avenida Paseo y dobla a la derecha en la 23, concurrida, céntrica y famosa calle capitalina. Atrás queda la intersección con la Avenida 12, donde en abril de 1961 fue proclamado el carácter socialista de la revolución que triunfó con una guerra de guerrillas en 1959.

La caravana prosigue por la 23 y el silencio parece total. Llega al trecho en el que la vía se convierte en rampa en descenso, en la esquina con el emblemático hotel Habana Libre —donde el comandante casi es envenenado hace más de 55 años— y baja hacia el cruce con el famoso malecón, otro símbolo cubano.

Y el silencio, que también parecía total en la rampa, se acaba. Alguien suelta un “¡Viva Fidel!” Desde cualquier rincón, otro responde: “¡Que viva Fidel!”.

Y en una esquina, otro grita: “¡Fidel!, ¡Fidel!, ¡Fidel!” y sus vecinos de acera, de calle o de recoveco vial lo emulan. “¡Fidel!, ¡Fidel!, ¡Fidel!”, gritan en coro. En un trillo de la fila a ambos lados de la calle, muchos aplauden.

El convoy continúa su travesía por el malecón, sobre la costa norte de la mayor de las Antillas, y sigue hacia el este. Va hacia Santiago, en el oriente de Cuba, y cumple un trayecto que concluirá el sábado, porque al día siguiente, a las 07:00, los restos serán depositados en el cementerio de Santa Ifigenia.

Los vehículos se alejan. En dos camionetas grises, en una posición final de la serpenteante comitiva, viaja parte de la familia del hombre por el que, en las dos cadenas humanas paralelas, una mujer desliza un: “¡Te queremos Fidel!”.

Es el cortejo fúnebre de ese “¡Fidel!, ¡Fidel!, ¡Fidel!” al que los habaneros despiden rompiendo el silencio matutino de un país de luto.

El recuerdo. La ruta elegida tiene un por qué. En enero de 1959, luego del triunfo de la revolución que derrocó la dictadura proWashington de Fulgencio Batista, el guerrillero Alejandro —seudónimo de guerra de Fidel Alejandro Castro Ruz—, jefe de las tropas del insurgente Movimiento 26 de Julio, hizo una “Caravana de la Libertad” para viajar por tierra del oriente al occidente de la isla como festejo. Ahora es una maniobra en sentido contrario.

La realidad de que ese “¡Fidel!, ¡Fidel!, ¡Fidel!” va a su última morada parece inaceptable para Noel Fresneda, de 73 años, oriundo de Santiago y residente de La Habana. Jubilado del MINFAR, cuenta a EL UNIVERSAL que este recorrido final “reafirma que este proceso revolucionario iniciado por Fidel seguirá eternamente. Él se ganó este lugar en la eternidad”.

En busca de sitio en la acera, la estudiante de enfermería Grechel Lago, llegó a las 03:00 horas de la madrugada al cruce de Malecón y 23 para ver el paso de la urna con las cenizas.

“La despedida de Fidel merece una y varias trasnochadas porque él era y seguirá siendo una persona grandiosa por sus ideas a favor del pueblo. Debemos seguir su ejemplo”, afirma a este diario.

Para la estudiante de 22 años Jéssica Crespo, “la despedida es el comienzo de una nueva etapa para los cubanos. “Hay que mantener el legado; pero por su desaparición física la revolución tampoco debe retroceder”, dice.

“Nací con él, he vivido con él y con sus ideales”, responde Octavio Mendoza, de 53 años y cocinero de hotel. “Fidel es lo mejor que le ha pasado a Cuba”, asegura a este diario.

Wendy Reina, de 22 años, estudiante de economía y empleada de una cafetería, aduce que la meta es consolidar el “legado de las ideas de Fidel. Soy ‘fidelista’ y creo que [el presidente] Raúl [Castro] es la persona que mejor puede seguir su herencia”.

Luego del tránsito de la caravana, las actividades recuperan la normalidad. Anoche, las cenizas descansaron junto a los restos del Che, en el mausoleo de Santa Clara. Así, la última expedición de Fidel avanza rompiendo silencios.

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