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Lo primero que recuerda Moisés Alfaro de la época de Fulgencio Batista (1952-1959) es que en la Cuba de aquellos años “había mucha tiranía, había muchos crímenes innecesarios, había de todo”.
Moisés tiene 83 años y mientras descansa en una silla, afuera de su casa, mirando la poca gente que hay por estos días en La Habana, señala con una tristeza determinada que antes de 1959 se “mataba a la gente por gusto”.
Muchos de los ancianos cubanos guardan una lealtad con Fidel porque lo que vivieron cuando eran niños fue peor, porque encuentran en el sistema socialista un sentido de justicia o porque su vida cambió y, de no tener nada, pasaron a tener una carrera.
Un hombre de unos 80 años, sentado en la Plaza Martí tomando apuntes de lo que pasa a su alrededor acepta hablar con EL UNIVERSAL. “Dele pa’lante. Yo le voy a decir la verdad, le voy a responder”, dice. ¿Cómo vivió las dos épocas, la de Batista y la de la revolución?, se le cuestiona. “Desde luego hubo problemas, poco a poco ha ido evolucionando y ha ido mejorando. Yo era un campesino, un analfabeto y después del triunfo de la revolución aprendí a leer y a escribir. Éste que ustedes tienen sentado aquí es médico. Por tanto, ¿tengo mucho que agradecer o poco? Mucho”. Luego enciende un cigarrillo y voltea la cara. No quiere dar su nombre.
Alberto Arias, de 86 años, reconoce que hace mucho que no lloraba tanto. “Sabíamos que cualquier día llegaba, pero no esperábamos que fuera tan pronto”. Fidel murió a los 90 años, sus mayores admiradores tienen sólo 10 menos que el líder cubano y, para ellos, pesó más lo bueno que lo malo.
¿Por qué no se levantaron contra Fidel así como lo hicieron contra Batista? “No, no. Contra Fidel nadie se puede alzar porque tiene mucho pueblo”, concluye Moisés.