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La ascensión de Donald Trump a la Presidencia de EU conlleva un inquietante impasse en la relación de ese país con Latinoamérica y en la solución de los diversos problemas que ambas partes comparten.
El discurso electoralista que ha llevado a Trump a la Casa Blanca ha estado impregnado de constantes referencias a los vecinos "latinos", calificadas por la mayoría de medios como xenófobas.
La masiva emigración de latinoamericanos, en especial desde México, y su situación en Estados Unidos, la relación con Cuba, los tratados de libre comercio, además de la siempre temida injerencia de Washington y el sempiterno problema de la ineficaz lucha contra el narcotráfico son los asuntos que protagonizan la relación norte-sur en el continente americano.
La mayoría de esos problemas entraron en una senda de solución más o menos constructiva o dialogante durante la Presidencia estadounidense de Barack Obama que inicialmente choca frontalmente con el discurso de quien va a sucederle.
El caso más llamativo e inquietante ha sido el del vecino México, socio de EU en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en el que también participa Canadá.
México aúna casi todos los problemas característicos de las relaciones de Estados Unidos con Latinoamérica, al ser su más estrecho socio comercial pero también el primer exportador de emigrantes, legales e ilegales, y el centro de operación de los principales carteles del narcotráfico en el continente.
Durante su campaña electoral, el presidente electo de EU insultó con los términos "violadores" y "narcotraficantes" a los mexicanos y alardeó con la idea de obligar a México a pagar la construcción de un muro en la frontera común.
Sin embargo, el jefe del Estado mexicano, Enrique Peña Nieto, ha sido uno de los primeros gobernantes con los que Trump ha sostenido una conversación telefónica tras su elección como presidente de EU.
"Se abre un nuevo capítulo en la relación de México y Estados Unidos que implica un cambio, un reto, pero también una gran oportunidad", afirmó Peña Nieto en un mensaje tras su conversación con Trump, a quien ya había recibido en su país como candidato a la Casa Blanca en una visita más que polémica.
El problema de la inmigración ilegal a Estados Unidos es más dramático y resulta por tanto más inquietante para los países más débiles del continente, los del llamado Triángulo Norte, Guatemala, El Salvador y Honduras, ante la llegada de Trump con su intolerancia hacia esta situación y su amenaza de expulsar a los aproximadamente 11 millones de inmigrantes irregulares en suelo norteamericano.
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