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Nicaragua acude hoy a sus quintos comicios generales desde el final, en 1990, de casi 10 años de guerra entre sandinistas y antisandinistas, pero con la exclusión del más importante sector partidista opositor —que pide no votar— y sin observadores electorales internacionales, en una elección de resultado premeditado que podría desembocar en una aguda crisis política y en un nuevo distanciamiento con Estados Unidos.
Los nicaragüenses están convocados a una cita en las urnas con dos personajes odiados o amados —el presidente Daniel Ortega, de 70 años, y su esposa, Rosario Murillo, de 65—y favoritos indiscutibles para derrotar sin problemas a sus débiles y desconocidos rivales, y consolidar lo que el principal bloque de la arrinconada oposición interna cataloga como dictadura dinástica, que gobernará 15 años seguidos, a partir de 2007, al menos hasta enero de 2022.
En lo que la opositora Coalición Nacional por la Democracia, marginada de los comicios desde junio pasado por manejos judiciales y electorales del bloque Ortega-Murillo, califica como farsa que busca legitimar a la poderosa pareja, los resultados son previsibles.
Al pedir sin éxito anular los comicios y convocar a unos libres y honestos, la Coalición también instó a los nicaragüenses a no votar y a evitar ser cómplices de la farsa. En una campaña en redes sociales, la oposición alegó que hoy es día de “la conciencia y el pulgar limpios”, en referencia a la tinta con que se marca a los que votaron.
La jerarquía católica aconsejó que la gente actúe como le dicte su conciencia para decidir si acude o no votar.
Tras cerrar en junio de este año la puerta a la observación electoral externa y tildar de sinvergüenzas a los observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA), Ortega cedió e invitó a una comitiva de ese organismo, que ayer llegó a esta ciudad, donde permanecerá hasta mañana.
Washington monitorea los comicios sin descartar sanciones a Managua, mientras la pareja, que rechaza los cuestionamientos, sigue al timón de los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, electoral, municipal, policial y militar.
Porcentaje. El gobernante se reelegirá para un tercer periodo consecutivo y se garantizará la continuidad del régimen con su esposa en un cargo de relevo inmediato y directo como vicepresidenta, por lo que la única duda que existe es conocer el porcentaje con el que el matrimonio obtendrá la que sería la cuarta victoria presidencial de Ortega.
Tras coordinar una junta de gobierno que asumió el poder en 1979, por el derrocamiento armado del somocismo luego de 45 años de dictadura, Ortega ganó las elecciones de noviembre de 1984 y asumió en 1985, en medio de la guerra que los “contras” o antisandinistas respaldados por EU lanzaron contra la revolución sandinista y que finalizó en 1990, cuando el ahora presidente perdió en las urnas.
Con un padrón de unos 3.8 millones de electores, los nicaragüenses podrán sufragar hoy en 4 mil 307 centros de votación en todo el país para escoger presidente y vicepresidente, y 90 diputados nacionales, departamentales y regionales a la Asamblea Nacional, así como 20 al Parlamento Centroamericano. Las casillas estarán abiertas entre 7:00 y las 18:00 horas locales.
La pelea presidencial es entre un púgil peso pesado —el gobernante y ex guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), con Ortega y Murillo como candidatos— y cinco peleadores peso pluma: los pequeños partidos Liberal Independiente, Liberal Constitucionalista, Liberal Nicaragüense, Conservador y Alianza por la República.
En la puja legislativa compiten los seis y el regional partido indígena Yapti Tasba Masraka Nanih Asla Takanka (Yatama). Las elecciones se realizarán bajo una “ley seca”, que rige de las 18:00 horas del viernes pasado a las 00:00 horas de mañana y con un intenso despliegue de seguridad de unos 43 mil policías (profesionales y electorales) y 10 mil militares, según datos oficiales.
El general Julio Avilés, jefe del ejército, y la primera comisionada Aminta Granera, directora de la policía, garantizaron la seguridad del proceso. Avilés dijo en un acto con el Consejo Supremo Electoral (CSE), árbitro de la consulta, que con la seguridad, estabilidad y paz en Nicaragua, “no existe riesgo alguno” de que los comicios puedan ser “afectados”.