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Al cierre de los colegios electorales en Nicaragua, el presidente Daniel Ortega se acercaba el domingo a su tercera reelección consecutiva. Sin contrincantes reales que le hagan sombra, antes de que comenzaran a surgir los primeros datos oficiales la única duda era el margen de su victoria y si la exhortación de los opositores a boicotear los comicios había tenido efecto.
Ortega, ex comandante guerrillero a punto de cumplir 71 años y líder del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y su compañera de fórmula y de vida, Rosario Murillo, aspirante a la vicepresidencia, votaron el domingo justo antes del cierre de las mesas. Con semblante sereno, destacaron el carácter pacífico de la jornada y la importancia de que sean nicaragüenses, y no extranjeros, los que controlen el proceso.
"Estas elecciones han sido acompañadas por periodistas locales y del mundo, así como expertos electorales de nuestra América para acompañar a la autoridad, no para suplantarla", afirmó el mandatario, que se había negado a que hubiera misiones oficiales de observadores internacionales, pero finalmente accedió a una limitada presencia de miembros de la Organización de los Estados Americanos.
"Es una elección ejemplar, histórica", subrayó Murillo.
La legitimidad de estos comicios generales, en los que también se renueva el parlamento, ha sido puesta en duda debido a los movimientos llevados a cabo en los últimos meses por el oficialismo para debilitar a los partidos de oposición, muchos de los cuales vieron como sus diputados eran expulsados del parlamento y de la contienda electoral, y son los que instaron a la ciudadanía a boicotear la jornada y quedarse en casa.
A primera hora del domingo, las autoridades electorales se mostraron satisfechas con la afluencia de votantes, pero la organización civil nicaragüense Panorama Electoral la calificó de "rala" (escasa), y el principal movimiento opositor, el Frente Amplio por la Democracia, dijo en un comunicado que hubo una "ausencia masiva" en las urnas lo que, a su juicio, "significa que el pueblo ha hablado fuerte, claro y cívicamente: no respaldamos la farsa electoral".
La Iglesia católica, preocupada por las acciones contra políticos opositores que generaron intranquilidad dentro y fuera del país, exhortó hace dos meses a reflexionar sobre si votar o no, pero durante la jornada electoral sus miembros mandaron mensajes contradictorios. El domingo temprano el cardenal Leopoldo Brenes, presidente de la Conferencia Episcopal, instaba a hacerlo, pero horas después Juan Abelardo Mata, obispo de Estelí y secretario de la Conferencia, pidió no participar "para no avalar un proceso ilegal y que no cumple con las garantías de transparencia".
Además de la candidatura, había otros cinco aspirantes a la presidencia, todos políticos desconocidos para la gran mayoría de la población, a los que las encuestas no les daban ninguna opción y que no son considerados opositores reales, sino aliados del actual gobernante. Según el analista político Carlos Tünnmermann, habrían aceptado participar en la contienda a cambio de obtener ciertas cuotas de poder en la Asamblea Nacional.
"He venido a votar porque no es solo mi derecho como ciudadana, también es mi deber, es una responsabilidad y la he ejercido; estoy contenta", dijo Eva Castillo Duarte, licenciada en mercadeo de 28 años.
Geovanny Marin, de 44 años y trabajador de un local de comida rápida, se expresó en forma distinta.
"Me quedé en mi casa porque al final mi voto no cuenta. No va a elegir a nadie, ya eligieron por nosotros", afirmó.
Ortega llegó por primera vez al poder en 1979 tras una cruenta guerra civil en la que cayó la dictadura de Anastasio Somoza. Gobernó, primero como parte de una junta y luego como presidente, hasta 1990, cuando perdió las elecciones, pero regresó al poder en 2007. Desde entonces ha sido reelegido en dos ocasiones. Sin embargo, de confirmarse la victoria este nuevo mandato no será sencillo, auguran los analistas.
Según el sociólogo y economista Oscar René Vargas, catedrático de la Universidad Centroamericana, la falta de cooperación de Venezuela —un socio incondicional de Managua junto a Cuba, pero que vive una gran crisis_, el alto precio del petróleo y la posibilidad de que salga adelante la iniciativa estadounidense para bloquear créditos a Nicaragua, "hacen un panorama más que complejo para Ortega en el próximo período".
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