El proceso de normalización de las relaciones entre la Unión Europea (UE) y Cuba no se verá interrumpido por la muerte de Fidel Castro o la llegada del presidente electo, Donald Trump, a la Casa Blanca.
“La muerte de Castro es de gran significado, marca el fin de una era. Sin embargo, el diálogo político y económico impulsado por la UE, cuyo objetivo es generar beneficios para todos los cubanos, continuará a pesar de su fallecimiento”, indica a EL UNIVERSAL Erwan Fouéré, quien fue el primer embajador de la UE acreditado en Cuba (1989).
“No creo que la muerte de Fidel Castro tenga alguna influencia en ese proceso. Fue una muerte anunciada desde hace mucho tiempo. La estructura de poder en Cuba está fuertemente afianzada y nada importante cambiará”, dice Michiel Baud, director del Centro de Estudios sobre América Latina de la Universidad de Ámsterdam.
Los expertos consultados por este diario tampoco consideran que el cambio de mando en Washington y el probable retorno a la política hostil contra el vecino caribeño cambie la estrategia en curso de la alta representante de la Política Exterior, Federica Mogherini, hacia la isla.
“La mejor manera de alcanzar progreso y cambio en Cuba es a través del diálogo y la cooperación. Estoy seguro de que éste seguirá siendo el enfoque de la Unión Europea, independientemente de que el presidente electo [Donald] Trump intente revertir el proceso”, sostiene Fouéré, quien es experto asociado del Centro de Estudios Políticos Europeos (CEPS, por sus siglas en inglés).
“Sería un error cambiar de rumbo, porque la política de confrontación ocasionada por la política de embargo durante años no tuvo ningún resultado”, agregó.
El profesor Baud incluso ve oportunidades para el bloque comunitario, en caso de que Trump decida regresar a la política de confrontación. “Ante el intento por mantener el control sobre el proceso de transición, Cuba podría mirar hacia la UE, con lo cual Europa desempeñaría un papel más importante”, indica.
La Unión Europea actualmente aplica un doble enfoque hacia Cuba. Por un lado, busca fortalecer las relaciones a través de la cooperación y el diálogo político; mientras que, por el otro, mantiene el acento en la falta de garantías y libertades fundamentales para los cubanos.
El principal objetivo de las políticas europeas es logar una transición controlada, así como proteger y ampliar sus intereses económicos.
Tras cinco décadas de distanciamiento, Estados Unidos y Cuba rompieron el hielo el 17 de diciembre de 2014, luego de que los respectivos presidentes, Raúl Castro y Barack Obama, emitieran pronunciamientos en favor de reinstaurar las relaciones diplomáticas.
La Unión Europea, que mantenía hasta entonces una relación áspera con La Habana por su llamada Posición Común, la cual condiciona el acercamiento político a un avance sustancial en materia de libertades fundamentales en la isla, respondió al diálogo del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, intensificando sus acercamientos.
Bruselas matizó su posición, defendida durante años por los gobiernos europeos opositores a las políticas ejercidas por el ex presidente Fidel Castro contra la disidencia (como el español, el checo, el sueco y el británico), y aceleró el proceso para la conclusión del Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación (PDCA).
El pacto marcará un punto de inflexión en la relación entre la UE y Cuba; una vez firmado, probablemente en diciembre, sustituirá a la incómoda Posición Común europea, de 1996.
El Viejo Continente tiene fuertes intereses económicos en el país caribeño. Es el principal inversionista en el país, y el segundo socio comercial, después de Venezuela. Concentra 20% de las importaciones totales de Cuba y 26.7% de las ventas cubanas al extranjero.
Las firmas europeas controlan la distribución global de los productos estrella cubanos, como el ron y el tabaco, así como sectores clave. Las firmas españolas poseen alrededor de 85% de la oferta hotelera y 15% restante se lo reparten principalmente italianos y canadienses.
Francia, por su parte, tiene intereses adicionales en Cuba, ya que posee una parte sustancial de la deuda exterior de ese país, la cual asciende a 18 mil millones de dólares, de acuerdo con el Banco de Pagos Internacionales.
A los europeos les interesa estar presentes al momento de la apertura del mercado cubano, “tienen la mira puesta en puertos, refinerías, biotecnología y el sector farmacéutico.
“Hay interés por Cuba, y potencial, para fortalecer las relaciones económicas. Estoy convencido de que es el enfoque que debe seguir la UE, porque es a través de la cooperación y los contactos de negocios como podremos abrir los otros aspectos de la relación, particularmente en el ámbito de los derechos humanos. Los cambios no ocurrirán tan rápido como uno esperaría, pero lo importante es que hay un proceso en curso”, dice Fouéré.