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La muerte de Fidel Castro deja un terrible legado a Cuba, una revolución de 57 años que si bien superó su propio peso en asuntos mundiales, especialmente en América Latina, se convirtió en una pieza decrépita de museo del totalitarismo soviético, publicó hoy The Washington Post.
En su editorial institucional titulado “El terrible legado de Castro”, el diario detalló un marcado contraste entre los beneficios y las fallas de la revolución castrista y destacó que si bien la educación y la salud fueron sus logros, el precio que pagó el pueblo fue “terrible”.
“Aunque contraproducente para sus políticas sociales ostensiblemente humanas, la represión política de Castro llegó a un extremo que habría hecho sonrojar a su predecesor, Fulgencio Batista”, opinó.
Destacó que comenzó con ejecuciones sumarias masivas de funcionarios de Batista y pronto progresó al internamiento de miles de homosexuales y lesbianas; vigilancia sistemática, calle por calle de la ciudadanía; purgas repetidas con juicios de exhibición y ejecuciones de miembros del partido que gobernaba.
También hubo castigo para los artistas, escritores y periodistas disidentes.
El diario resaltó que el régimen de Castro aprendió el patrón totalitario de la Unión Soviética y para contrarrestar al adversario estadunidense recibió sus misiles nucleares llevando al mundo al borde de una guerra.
Castro patrocinó también violentos movimientos subversivos en media docena de países latinoamericanos e incluso, a su paso, ayudó a Venezuela a enfrentar una catástrofe económica y política a través de su patrocinio de Hugo Chávez.
Destacó que si bien la economía pre-castrista de Cuba dependía excesivamente de las exportaciones de azúcar y dejó a muchos en la pobreza, el embargo comercial posterior a 1961 de Estados Unidos no ayudó a la prosperidad de la revolución.