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Bautizado como católico-romano y educado por jesuitas, Fidel Castro se convirtió en un perseguidor de la Iglesia después de asumir el poder en Cuba en 1959.
Casi 40 años más tarde, sin embargo, inició un acercamiento que finalmente terminó con el Vaticano como uno de los mediadores en el histórico descongelamiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Pese a las contradicciones y reveses, Castro, que murió el viernes a los 90 años, creía que era posible ser un cristiano mientras se permaneciese leal a la causa del socialismo revolucionario.
"Si las personas me llaman cristiano, no desde el punto de vista de la religión, sino desde el punto de vista de la visión social, declaro que soy un cristiano", dijo en el 2006, poco antes de que una enfermedad lo forzara a entregar el poder a su hermano Raúl.
El cambio de tono se evidenció el sábado, cuando el Papa Francisco, que se reunió con Castro en Cuba el año pasado, dijo que su muerte era una noticia triste y que rezaba por su descanso.
En sus primeros años en el poder Castro vio a la Iglesia como un enemigo. Enojado por las críticas al comunismo, nacionalizó las escuelas católicas, silenció las publicaciones de la Iglesia y expulsó a muchos sacerdotes del país. Unos 130 fueron reunidos en una sola noche en 1961 y sacados del país por barco rumbo a España.
En 1991, cuando el desmantelamiento de la Unión Soviética privó a Cuba de su principal respaldo financiero, Castro comenzó a aliviar algunas restricciones a la Iglesia y a considerar al Vaticano como un socio en la diplomacia. El Partido Comunista de Cuba puso fin a su prohibición de sumar a sus filas a los creyentes.
El punto de inflexión llegó el 1998, cuando el Papa Juan Pablo II visitó Cuba y condujo a nuevos levantamientos de restricciones y la reinstauración de la Navidad como feriado nacional. Castro asistió a casi todos los eventos del Papa y se sentó en primera fila en las misas.
Durante ese viaje, el primero de un Pontífice, Juan Pablo II dijo: "Dejen que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba". También llamó a terminar "el bloqueo", como se conoce al embargo comercial estadounidense sobre la isla.
La visita fortaleció a la iglesia local y le infundió nuevas energías para protestar ante el gobierno comunista por abusos contra los derechos humanos y para reclamar la liberación de presos políticos.
Después de que Raúl Castro asumió el poder, la Iglesia Católica en Cuba apoyó sus esfuerzos por reformar la economía. La elección en el 2013 de Francisco como jefe de los católicos, el primer Papa latinoamericano y un férreo defensor de la justicia social, permitió un acercamiento aún mayor con el Vaticano.
En mayo del 2015, Raúl hizo una parada en Roma para agradecer al Papa por su mediación en el acercamiento entre La Habana y Washington y dijo que Francisco lo impresionó tan gratamente que hasta podría retornar a la Iglesia, pese a ser comunista. Aún no lo ha hecho, pero asistió a las misas papales durante la visita de Francisco a Cuba en septiembre del 2016.
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