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El "halcón" Jeff Sessions, que no pudo convertirse en juez en la década de los 80 por sus comentarios xenófobos y sus bromas sobre el grupo racista Ku Klux Klan (KKK), lideraría ahora el Departamento de Justicia de Estados Unidos, una posición que le permitirá poner en práctica sus ideas antiimigrantes.
Senador durante 20 años, se ha convertido en uno de los más fieles asesores del presidente electo, Donald Trump, con quien coincide en numerosas ideas, como la creación de una política de mano dura contra el crimen y la deportación masiva de los indocumentados que viven en Estados Unidos.
"Espero cumplir con mis deberes con una dedicación inquebrantable a la justicia y la imparcialidad", anunció hoy Sessions en un comunicado tras ser designado por Trump para el cargo de fiscal general.
El senador dijo también estar entusiasmado con la idea de ser parte del futuro gobierno de Trump, quien calificó al legislador como "una mente legal de clase mundial".
Para convertirse en el nuevo fiscal general, Sessions tendrá que conseguir el voto favorable de la mayoría de sus compañeros del Senado, una Cámara que marcó un punto de inflexión en su vida cuando le propinó una ácida derrota en los años 80.
En 1986, cuando era fiscal general del distrito Sur de Alabama, Sessions recibió una llamada del Gobierno del expresidente Ronald Reagan para convertirse en juez de una corte de su estado, un sueño que se frustró por las constantes preguntas de los miembros del comité judicial del Senado.
Durante la audiencia en la Cámara alta, Thomas Figures, un asesor afroamericano del Departamento de Justicia, describió una conversación que tuvo con Sessions y aseguró que el entonces fiscal llegó a decir que el Ku Klux Klan estaba "bien hasta que descubrí que fumaban marihuana".
Sessions sostuvo que las declaraciones sobre los supremacistas blancos eran una broma, aseguró que sus comentarios fueron sacados de contexto pero admitió que, a veces, "deja suelta la lengua".
Durante la audiencia, otros asesores del Departamento de Justicia acusaron a Sessions de haber llamado "desgracia para su raza" a un abogado blanco que se dedicaba a defender a afroamericanos, y también de haber tachado de "antiestadounidenses" a los dos grupos más importantes de EU en la defensa de derechos civiles.
No logró convertirse en juez, se quedó como fiscal del distrito Sur de Alabama, luego escaló hasta la posición de fiscal general del estado, en 1997 fue elegido senador y protagonizó lo que él mismo describió como una "gran ironía" al acabar siendo parte del mismo comité judicial de la Cámara Alta que lo rechazó como juez.
En el Senado, Sessions se convirtió en una de las voces más duras contra los proyectos legislativos que debatió el Congreso en 2007 y 2013 con el fin de abrir un camino a la ciudadanía para algunos de los 11 millones de inmigrantes indocumentados que se calcula que viven en el país.
"Me opongo a cualquier política migratoria que haga más difícil a los desempleados encontrar empleos y más fácil a los empleadores mantener los salarios bajos", destacó Sessions en una guía que repartió en 2015 a sus compañeros del Congreso, a los que invitaba a contestar toda pregunta sobre inmigración con esas mismas palabras.
En esa guía, el propio senador aseguró que estaba a favor de acabar con los "resquicios legales" sobre el asilo para los refugiados y que quería la "repatriación obligatoria" de todos los menores inmigrantes que cruzan solos la frontera, la mayoría procedentes de Centroamérica.
También se mostró en contra de conceder visados a extranjeros para trabajar en puestos de alta calificación y, en 2007, consiguió aprobar una ley que prohíbe contratar inmigrantes indocumentados a las empresas que trabajan para el Gobierno, una medida que quiere extender a todo el sector empresarial.
Esas ideas hicieron que se convirtiera en el primer senador en apoyar a Trump en febrero pasado y llegó incluso a sonar como posible vicepresidente, cargo que acabó en manos del gobernador de Indiana, Mike Pence.
Steve Bannon, estratega jefe de la futura Casa Blanca de Trump, consideró que Sessions ha sido "el líder del movimiento" al que dio voz el millonario neoyorquino con sus propuestas para endurecer las políticas migratorias, propinar duras sentencias a los criminales y combatir el "Islam radical".
De hecho, Sessions llegó a criticar a la agencia del Gobierno dedicada a fomentar las artes y las humanidades por distribuir libros sobre el Islam en las bibliotecas públicas del país.
Considerado por la revista derechista National Journal como uno de los senadores más conservadores, Sessions es un firme opositor al aborto y al matrimonio entre las personas del mismo sexo, por lo que, como fiscal general, tendría poder para ignorar las denuncias contra esos derechos o las organizaciones que los defienden.
Por su recorrido profesional, es probable que Sessions use su posición como fiscal general para priorizar la lucha contra el terrorismo y defender la constitucionalidad de las medidas más controvertidas de Trump, como la deportación de indocumentados y la implementación de restricciones en la entrada de musulmanes a EU.
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