Guatemala, El Salvador y Honduras desplegarán hoy la Fuerza Trinacional Antimaras, una estructura combinada de poder militar, policial y judicial para combatir a las maras Salvatrucha (MS-13) y 18 (M-18).
La fuerza fue creada el pasado 23 de agosto por los presidentes Jimmy Morales, de Guatemala; Salvador Sánchez, de El Salvador, y Juan Orlando Hernández, de Honduras.
El lanzamiento será en Trifinio, punto en el que coinciden las fronteras de las tres naciones, en una ceremonia a la que acudirán los tres gobernantes.
Con una coordinación regional similar a la utilizada para reprimir a las guerrillas comunistas del área, los tres países lograron un pacto castrense y policial sin precedentes desde el final de las guerras civiles que sacudieron al istmo de 1960 a 1996.
El ministro de la presidencia de Honduras, Reinaldo Sánchez, explicó en su país que esta fuerza demuestra la “voluntad enorme” de los tres países para combatir a la delincuencia organizada transnacional y “dará golpes y respuestas contundentes a quienes se han robado la paz de las familias”.
El canciller salvadoreño, Hugo Martínez, explicó a la prensa de su país que cada ejército y policía seguirá actuando en sus territorios y que, sin integrarse en batallones tripartitos, estarán coordinados con una plataforma de tecnología para compartir información de grupos criminales.
La estructura trinacional operará en las zonas limítrofes de los tres países y tendrá presencia de las fiscalías generales de cada nación. Fue promovida por Estados Unidos para impedir los flujos de migrantes irregulares del sur al norte de América y los contrabandos de drogas, armas y de otros bienes, pero en particular combatir a las maras o pandillas juveniles. “Se trata de un fenómeno criminal que llama a los países a unirse para enfrentarlo en un frente común”, afirmó Sánchez.
A la MS-13 y a su mortal enemiga, la M-18, se les culpa de los altos índices de criminalidad en Honduras, El Salvador y Guatemala.
Basadas en la extorsión, los asesinatos y el narcomenudeo, las maras surgieron en las calles de California en la década de los 80 y se instalaron en Centroamérica hace más de 20 años, tras las masivas deportaciones de centroamericanos desde EU.