Una ecuación de poder amenaza con llegar a consolidarse en Nicaragua. Los ingredientes de la fórmula son una confusa mezcla que diluye las fronteras de dónde empieza y termina la familia, inicia y concluye el partido político, nace y muere el gobierno, surge y decae el Estado, emergen y ceden los poderes estatales, militares y policiales, fenece la democracia e irrumpe la dictadura para cerrar el círculo en dinastía con abundantes eslabones de negocio y riqueza.

Decorado con destellos cosméticos de aparente tolerancia y competencia multipartidista, el aparato nicaragüense de poder se dispone a cumplir con un requisito que, aunque ahora está desprestigiado y tiene el sello de farsa que le endilgó la oposición, es irreversible: los comicios generales del próximo domingo 6 de noviembre.

El rito electoral apunta a ratificar y reforzar el mando del presidente de Nicaragua, comandante Daniel Ortega —quien va por su cuarto mandato y tercero consecutivo—, y de su esposa, Rosario Murillo, cúpulas de su poderosa familia empresarial. Ambos son los respectivos candidatos a la presidencia y vicepresidencia del oficialista y ex guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y los jerarcas reales —directos e indirectos— del Poder Ejecutivo, la Asamblea Nacional (Congreso unicameral), la Corte Suprema de Justicia, del Consejo Supremo Electoral, del ejército y de la policía, de los gobiernos municipales y de la estructura (privada y estatal) de prensa y propaganda en manos de la parentela de los Ortega Murillo.

A través de maniobras judiciales, parlamentarias y electorales, el régimen de Ortega excluyó a la oposición de competir en los comicios con dos golpes. Primero, en junio pasado la despojó de la representación legal del Partido Liberal Independiente (PLI), que reunía a un abanico opositor pluripartidista para pelear en los comicios en una coalición, pero que ahora está en poder de dirigentes afines al mandatario. Y en julio destituyó a 28 diputados opositores, con lo que la Asamblea está bajo control del mandatario.

“Lo que existe es una familia con características monárquicas y empresariales”, dijo el político nicaragüense Víctor Hugo Tinoco, uno de los 28 y quien fue vicecanciller de 1979 a 1990, en la revolución sandinista que asumió en Nicaragua luego del derrocamiento armado de la dictadura de la familia Somoza, que gobernó prácticamente desde 1934.

“El motivo de todo lo que hacen Ortega y Murillo es acumulación de riqueza y empresas, poder económico y político. Para seguir permanente en el poder, hacen una farsa de la democracia. No son elecciones, porque no permiten participar a la principal fuerza opositora. Hacen un remedo, una farsa y, por esa vía, tratan de legitimar su propia noción en el poder”, afirmó, en una entrevista con EL UNIVERSAL.

Al recordar que el germen del sandinismo, en la guerra contra el somocismo y en la revolución, “fue esencialmente antidictatorial y antidinástico”, Tinoco adujo que “Ortega está haciendo precisamente lo que el sandinismo detestaba y contra lo que luchó, que es la dictadura, pero además dinástica”.

Ortega saltó las trabas constitucionales y se lanzó a los comicios de 2011 para un tercer mandato de cinco años (fue presidente de 1985 a 1990) y segundo consecutivo y en los de 2016, tras reformas a la Carta Magna, puede hacerlo sucesiva e indefinidamente. Con problemas de salud en los últimos años, el comandante busca garantizarse la continuidad de la ecuación de poder al designar a Murillo en un cargo de relevo inmediato y directo al menos hasta 2021.

El oficialismo rechaza esta noción y fustigó a la oposición por instar al electorado a no votar el próximo domingo para restarle legitimidad a la elección.

“Por más que los grupúsculos autollamados de ‘oposición’ intentaron todo 2016 desprestigiar las elecciones presidenciales del próximo 6 de noviembre, ‘el tiro les salió por la culata’, como dice el refrán popular”, aseveró el nicaragüense Juan Maltés, defensor del régimen en las páginas de opinión de los diarios digitales oficialistas.

Alegó que “los partidos y alianzas políticas que participan en estos comicios demuestran una vez más la pluralidad y diversidad de ideas que existen en Nicaragua y cada uno de estos partidos y las alianzas se expresan sin temor y con todo su poder en sus intentos de alcanzar el poder”.

Diplomacia

Frente a la intensa presión opositora con sus denuncias de atropello democrático, el gobierno y la Organización de Estados Americanos (OEA) suscribieron el 15 de octubre pasado un acuerdo para abrir negociaciones durante tres meses sobre la situación electoral.

Pese a que en junio de este año rechazó la presencia de observadores electorales de la OEA por calificarlos como “sinvergüenzas”, Ortega cedió y anunció el 25 de este mes que invitó a una comitiva de ese organismo a que visite Managua del 5 al 7 de noviembre, aunque la oposición teme que la presencia de esa delegación sea utilizada por el régimen para legitimar los comicios.

La visita será seguida por una del secretario general de la OEA, Luis Almagro, el 1 de diciembre próximo para continuar con las negociaciones.

La oposición lo ve como una oportunidad para tratar de impulsar negociaciones serias que conduzcan a anular el actual proceso electoral y convocar a uno nuevo, legal y transparente. Pero también existe el miedo de que la entrada de la OEA sólo ayude a darle tiempo y oxígeno al nudo de poder familia-partido-gobierno-Estado.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses