Las Vegas.— Si algún titular dejó el tercer y último debate entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos fue la negativa del republicano Donald Trump a responder si aceptará o no el resultado de las votaciones.

“Lo veré en su momento”, respondió ante la sorpresa de todos. “Mantendré el suspenso”, añadió. En el debate que parecía que iba a tener más sustancia, Trump cayó de nuevo en la trampa de su temperamento indomable, saliéndose de guión y ofreciendo comentarios fuera de tono. Hacia el final del debate, incluso, lanzó un “nasty woman” (mujer desagradable) dirigido a su rival, la demócrata Hillary Clinton.

En este último debate se habló por primera vez, directamente, de inmigración. Los argumentos fueron los mismos, de sobra conocidos, radicalmente opuestos entre los candidatos.

Trump consolidó su intento de suavizar su política de deportaciones masivas, asegurando que su prioridad es deshacerse de los “bad ‘hombres’ [hombres malos] que están en el país y de los que nos tenemos que deshacer”. Su contraataque en este tema fue recordar que el presidente Barack Obama ha sido el que más personas ha deportado en la historia de Estados Unidos.

Su plan de reforzar masivamente las patrullas fronterizas fue calificado por Clinton como “una idea que desgarraría al país”, con agentes yendo puerta a puerta buscando indocumentados por deportar. Trump no abandonó su idea de construir el muro en la frontera con México, algo que rápidamente Clinton utilizó con una burla por su ineficaz visita al presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, a quien —según recordó— no le mencionó el asunto del muro. “Se ahogó”, aseguró la demócrata.

También hubo espacio para hablar del TLCAN, un acuerdo que, como Trump ha reiterado y repitió ayer, “renegociará y, si hace falta, liquidará”.

En ese momento daba la sensación que Trump había mejorado con respecto a los anteriores debates, que para esta ocasión sí se había preparado.

En el inicio, el moderador puso temas en bandeja de plata a Trump: la elección del nuevo juez del Tribunal Supremo, su posición en el control de armas y el aborto fueron caramelos para el magnate, una invitación a conectar con los ideales del votante conservador republicano. Pero cuando empezaron los temas espinosos, inició el enredo. Clinton, hábil, evitó que el escándalo por las filtraciones de WikiLeaks la ensuciara, y esquivó el tema con un ataque a la supuesta relación entre el candidato republicano y el presidente ruso, Vladimir Putin. “Quiere una marioneta como presidente de Estados Unidos”, aseguró Clinton, a lo que Trump respondió diciendo que “la marioneta” era ella.

A partir de ahí, Trump volvió a ser Trump: cayó en la trampa de una Clinton que se mostró más ofensiva que de costumbre, dentro de la comodidad del que se siente superior y ganador.

Aparecieron nuevas controversias, especialmente la negativa de aceptar el resultado de las elecciones, algo inaudito en la historia electoral de Estados Unidos y que Clinton tachó de “terrorífico”, y relacionado directamente con la estrategia de campaña que Trump ha estado manejando en los últimos días: la teoría del complot en su contra y el fraude electoral; de ello, sin miramientos, el magnate acusó a la campaña de la candidata demócrata, a la que también señaló de estar detrás de la filtración del video en el que él se muestra hablando de manera denigrante contra las mujeres.

En este tema el magnate aseguró que nadie respeta más a las mujeres que él, levantando risas de los asistentes.

Los socios de Trump se vieron obligados a salir rápidamente ante los medios asegurando que aceptarán el resultado de las elecciones, sea cual sea, para evitar otra sangría de votantes espantados por la retórica de Trump.

En tanto, Hillary hizo más sangre durante el debate, enlistando todas las veces que Trump denunció que el sistema estaba “amañado”, incluso cuando perdió durante tres años consecutivos un premio Emmy por su programa El Aprendiz.

“Está denigrando nuestra democracia”, denunció la demócrata, quien en diversos momentos del debate no se cortó al acusar a su rival de “no estar preparado para este trabajo” y “ser la persona más peligrosa en presentarse a la presidencia en la historia moderna de Estados Unidos”, parafraseando a su ex rival Bernie Sanders.

El debate empezó sin apretón de manos, como el anterior, y por primera vez terminó sin saludo entre candidatos, con la tensión y la rivalidad a flor de piel.

“Ahora, todo depende de ustedes”, concluyó el moderador Chris Wallace, de la cadena Fox News, dirigiéndose a los estadounidenses, quienes acudirán a las urnas el 8 de noviembre.

Un sondeo de CNN entre quienes vieron el encuentro dio por ganadora a Hillary por 52% contra 39%, lo que significa que ganó en los tres debates.

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