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Dossier. Nobel de la Paz ¿Premio a las intenciones?

Juan Manuel Santos, Barack Obama y la Unión Europea han obtenido un galardón cuestionado por muchos, pero que busca impulsar determinadas agendas

Ilustración: ROSARIO LUCAS
16/10/2016 |02:50
Redacción El Universal
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“Y el premio Nobel a las buenas intenciones es para … “, se titula un análisis de Anshel Pfeffer del periódico Haaretz. Probablemente ese título captura el sentir de muchas personas al respecto de ese galardón y las discusiones que viene suscitando desde hace años. En esta ocasión la polémica se genera cuando el Nobel de la Paz es otorgado al presidente colombiano Santos justo unos días después de que una pequeña pero suficiente mayoría de su sociedad rechazara los términos de los acuerdos firmados entre ese gobierno y las FARC. Pero esta no es la primera vez que el Nobel de la Paz es cuestionado. Desde el reconocimiento a Obama hasta el otorgado a la Unión Europea o incluso a la Organización para la Prohibición de Armamento Químico, muchos se preguntan qué es lo que realmente se está premiando y si no acaso hay candidatas/os con mayores méritos y logros consumados que merecerían el premio más que quienes lo han recibido. Lo que el Nobel busca es, sin embargo, incentivar una agenda, aquella que es considerada por el comité noruego como la agenda de la paz en el mundo. Por ello, la entrega del premio se convierte, en los hechos, en un acto político, en un posicionamiento, en una acción que busca colocar el foco sobre temas específicos e impactar sobre las conversaciones, y ultimadamente, sobre las decisiones. Así, la determinación de a quién y, concretamente, cuándo conceder el premio, es frecuentemente calculada a partir de coyunturas concretas, sin pretensión alguna de inocencia. Se puede estar en contra de esa lógica, pero hay que entenderla. Veamos algunos ejemplos:

1) El Nobel de la Paz del 2009 fue otorgado a Barak Obama cuando apenas llevaba algunos meses en funciones, por sus “extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”. Obama, en efecto, había llegado al poder bajo la consigna de diferenciarse de su antecesor, George W. Bush, ofreciendo tender puentes y canales de comunicación con diversos actores -empezando por países como Rusia o Irán-, con quienes Washington tenía tensiones crecientes. El presidente había prometido privilegiar la cooperación y la diplomacia por encima del conflicto, lo que en esos momentos era esperanzador. Visto a la distancia, ciertamente, Obama no fue exitoso en todo lo que propuso en aquél entonces y, en cambio, ha sido valorado por muchos –dentro y fuera de EU- como un líder débil, al menos en ciertos temas. El panorama global en las vísperas de su partida es, de hecho, altamente conflictivo. Pero el Comité Nobel, en ese 2009, no estaba premiando los resultados, sino la distancia que separaba a Obama de Bush, pretendiendo con ello, al menos desde su óptica, contribuir al fortalecimiento de la agenda que la Casa Blanca estaba proponiendo. El comité noruego estaba, por supuesto, tomando una posición que comunicaba y proyectaba con toda intención.

2) Tres años después, mediante su premio a la Unión Europea, el Nobel nuevamente tomaba una postura y enviaba un mensaje contundente, el cual hoy, tras el Brexit, pareciera incluso más relevante. Desde la visión del comité noruego, la concepción que existe detrás de la Unión Europea debe ser respaldada porque favorece la paz. Partiendo de una perspectiva liberal –perspectiva con la que se puede o no estar de acuerdo-, el permitir que las naciones comercien libremente e incrementen sus lazos económicos, propiciará condiciones de interacción, interdependencia, y, por consiguiente, de paz. La decisión de apoyar con el Nobel a esa organización intergubernamental precisamente en 2012 y no en otro momento, tenía que ver con los cuestionamientos a que había estado siendo sujeta a raíz de la crisis del 2008 y, concretamente, a raíz de la posibilidad de la salida de Grecia del Euro. En la opinión del Comité Nobel, había peligros reales de pasos hacia atrás en un proceso que había tardado décadas, poniendo con ello en riesgo todo el esquema de integración hasta ahora logrado, y con ello, el período de paz que se ha vivido al interior de Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Su voto, por consiguiente, de manera abierta e intencional, era por la supervivencia de la UE y así lo manifestó.

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3) Al año siguiente, cuando muchos esperaban el Nobel de la Paz para Malala, el premio fue concedido a la Organización para la Prohibición de Armamento Químico (OPCW). Pocas semanas atrás, Washington había estado a punto de atacar al presidente sirio Assad por su utilización de armas químicas contra civiles. Este ataque se evitó gracias a una salida diplomática operada por Moscú, la cual consistía en que Assad se desharía de todo su arsenal químico. Este proceso iba a ser supervisado precisamente por la organización galardonada. Los objetivos de premiarla en esta precisa coyuntura eran: (1) Posicionar a la OPCW en la agenda mediática y política, así como su misión, sus metas y funciones, (2) Asegurarse de que dicha misión recibiese el respaldo diplomático no solo de Occidente, sino de aquellos actores internacionales que se habían encargado de financiar y apoyar a quienes han perpetrado crímenes con armas químicas. Estos crímenes, como lo ha documentado la ONU, no solo incluían al régimen de Assad, y ese era el momento para volverlo a traer a la luz, (3) Delimitar el uso de armamento no convencional, entre el que se incluye el químico, como la línea de lo intolerable, incluso en el más sangriento de los conflictos.

4) En 2014, el Comité Nobel de Noruega quiso ahora sí colocar el foco en la lucha por la educación y los derechos infantiles, y en esa ocasión otorgó su reconocimiento, de manera compartida, a las labores de dos personas: Malala Yousafzai –finalmente- y Kailash Satyarthi. Sin embargo, en 2015 el Nobel regresa a temas de coyuntura, en este caso, la prevaleciente en las regiones del Norte de África y el Medio Oriente, y concede el galardón al Cuarteto del Diálogo Nacional de Túnez. En esencia se trata de una coyuntura marcada por guerras civiles, recrudecimiento del terrorismo islámico, intervenciones de potencias rivales y la explosión de la crisis de refugiados. Y es que todos esos temas se relacionan directa o indirectamente con la “Primavera Árabe”, un fenómeno detonado en 2010 cuando Mohamed Bouazizi se prendiera fuego en las calles tunecinas. La cuestión es que, en medio de todo ese caos, Túnez fue una notable excepción, en parte gracias a individuos como los que componen las organizaciones del cuarteto que recibió el Nobel. Esos actores supieron, en momentos de altísimo riesgo, encausar el diálogo entre partes enfrentadas, y encontraron la manera de generar acomodos para una transición relativamente pacífica hacia la democracia. Así que justo cuando esas guerras civiles se encuentran en plena explosión, cuando estamos ante algunas de las mayores tragedias de los últimos tiempos, cuando las olas de refugiados abarrotan las balsas, los autobuses y los trenes para huir de la violencia y el terrorismo, cuando millones de seres humanos no pueden siquiera salir y quedan encerrados entre las balas y las bombas de milicias, grupos islámicos, gobiernos represivos, potencias y superpotencias rivales, justo en estos tiempos, el Comité Nobel nos pedía regresar a Túnez y al ejemplo que ese país estaba dando.

El premio Nobel al presidente colombiano se inserta dentro de esa lógica: colocar el tema en el foco, generar un impacto político favorable a un proceso de diálogo que será ahora más difícil que antes, porque hay que incorporar la postura de todo ese amplio sector de la sociedad colombiana que no favoreció los términos del acuerdo, y, a la vez, hay que convencer a las FARC de efectuar un mayor compromiso del que ya estaba pactado. Así que precisamente cuando triunfa el “No”, cuando se necesita nueva energía para retomar las conversaciones, viene el comité noruego a establecer su postura en favor de esa agenda y a hacer cuanto esté en sus manos para impulsarla.

Twitter: @maurimm