San José.— La concesión del premio Nobel de la Paz 2016 al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos Calderón, por sus intensos esfuerzos en impulsar el proceso pacificador colombiano, podría empujar hacia adelante las voluntades que sepulten para siempre un conflicto armado que completa más de 52 años con distintas fuerzas guerrilleras y avancen hacia una plena reconciliación interna de impacto regional e internacional.

El galardón mundial confirió a Santos una mayor autoridad moral, política y social para armonizar posiciones y encaminar al país a lo que él mismo definió como “paz completa”, aunque sin evitar los rencores acumulados en contra del presidente en sus más de seis años de gestión por sus más variadas políticas, como la pacificación.

Vía Twitter, el ex mandatario colombiano Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) felicitó a su ahora ex socio luego de que el Comité Nobel Noruego anunció, el pasado 7 de octubre, su decisión de galardonar a Santos. “Felicito el Nobel para el presidente Santos, deseo que conduzca a cambiar acuerdos dañinos para la democracia”, escribió Uribe, líder del movimiento del “no” al acuerdo de paz. Este bloque alega que apoya la paz pero rechaza el pacto con el argumento de que pese a masacres, secuestros, narcotráfico y demás delitos que se les atribuyen, da impunidad a los rebeldes y les otorga múltiples privilegios inmerecidos.

Negociado de noviembre de 2012 a agosto de 2016 en La Habana y firmado el 26 de septiembre pasado por Santos y Rodrigo Londoño Echeverri, comandante en jefe de las comunistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el acuerdo fue rechazado por una mayoría de electores colombianos en un plebiscito el 2 de octubre anterior.

Anhelo. En una declaración del 7 de octubre desde Cuba, Londoño aseguró que “nos congratula” la decisión de otorgar el Nobel al presidente “y al pueblo colombiano” y que “con toda seguridad, este premio contribuirá a afianzar la paz que tanto anhelamos”. “Ganar la paz es la gran victoria de todos los colombianos”, dijo, y se manifestó “seguro de que este premio constituye un homenaje a la lucha de cada una de las víctimas de este cruento conflicto de más de medio siglo”.

El mismo día, alias Iván Márquez, jefe negociador de las FARC, tuiteó: “Esperamos que el Nobel de paz le dé al presidente Santos fuerza para darle vida al Acuerdo Final y dignidad a todos los colombianos”. Pablo Catatumbo, de la comitiva rebelde, solicitó al día siguiente en esa misma red que el premio “sea un catalizador de La Paz de Colombia y no nuevo motivo de discordia política por los saboteadores de La Paz”.

Santos alertó el 10 de octubre de la sensible labor que habrá en Cuba al renegociar el acuerdo con las FARC e instó al los partidarios del “no” a un diálogo “fructífero” de tres bases: sin presentar propuestas imposibles, avanzar con sentido de urgencia o no dilatar y dialogar sobre realismo y verdad. La zozobra es “enemiga” del proceso y urge una “solución pronta”, alertó dos días después.

Por ahora, sigue vigente el cese del fuego y de hostilidades, bilateral y definitivo, decretado el 29 de agosto de este año por las FARC (fundadas en 1964) y el gobierno y prolongado al menos hasta el 31 de diciembre próximo, pero se frenaron el desarme y la desmovilización de la insurgencia y otros pasos ante el triunfo del “no”.

Impulsado por el premio, Santos aceleró la gestión adyacente con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la otra guerrilla, también comunista y con casi medio siglo de existencia.

El gobierno colombiano y el ELN anunciaron el 10 de octubre desde Venezuela que iniciarán pláticas directas de paz el próximo 27 de octubre en Ecuador. Si se pacta con ELN y FARC “¡será una paz completa!”, proclamó Santos esa noche.

Inquietud. La expectativa inquieta a Colombia, luego de 8 millones 68 mil 272 víctimas, con más de 225 mil muertos, unos 45 mil desaparecidos y más de 6.4 millones de desplazados en las guerras con las FARC, el ELN y otros frentes rebeldes ya desmovilizados.

“Para una paz completa en Colombia hace falta mucho más que meter en el saco de negociaciones paralelas a ELN y FARC”, adujo el costarricense Pablo Barahona, ex embajador de Costa Rica en la Organización de Estados Americanos (OEA) y miembro de la misión de ese organismo que observó el plebiscito.

Al cuestionar “la capacidad real” para ejecutar los pactos con las guerrillas a “velocidad frenética”, Barahona declaró a EL UNIVERSAL que si se desmoviliza a esas “organizaciones terroristas”, “sería imperdonable que dejen vacíos de poder en los territorios donde las FARC y el ELN ejercen hoy su propia ley”. Si el gobierno carece de recursos, agilidad burocrática y voluntad política, pronosticó, “probablemente todo este esfuerzo por la paz tenga un efecto búmeran que no tardará en hacerse sentir”.

Como una “cortesía”, las miles de bandas criminales que hay en Colombia “podrían adoptar” a desmovilizados “que no sean reincorporados a la fuerza laboral y la vida civil con mucha prontitud, eficacia y mucha dignidad, pues también hay que entender que un guerrero se hace matar tres veces antes de ser humillado”, advirtió.

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