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Bogotá.— El presidente Juan Manuel Santos Calderón afirmó ayer que la paz que suscribió el pasado lunes con la guerrilla colombiana “es de gran importancia para la lucha mundial contra las drogas”, recalcó que la batalla contra el narcotráfico “es un esfuerzo global, no sólo de Colombia o de México” y anunció que así como Estados Unidos respaldó a este país en la guerra contrainsurgente, también lo hará en la pacificación.
El ataque al narcotráfico y a las bandas criminales “seguirá siendo prioridad” para Washington y Bogotá, dijo el presidente de Colombia en entrevista con EL UNIVERSAL, tras subrayar que las FARC “se comprometieron no sólo a desvincularse” del contrabando de drogas, sino también “a apoyar al Estado a combatirlo y a compartir información que debe ser útil para atacar a las redes criminales”.
El mandatario concedió la entrevista a propósito del centenario de la fundación de este diario y de un momento estelar para Colombia: el pacto de paz será sometido mañana a una prueba de fuego pero en las urnas, en un ple-
biscito en el que unos 34.8 millones de electores colombianos, de los 48.8 millones de habitantes, podrán decir sí o no al histórico acuerdo.
De 66 años, casado con la colombiana María Clemencia Rodríguez, con quien procreó a Martín, María Antonia y Esteban, con maestrías en Economía de la Escuela de Economía de Londres y en administración pública de la Universidad de Harvard, Massachusetts, Santos aseguró que es necesario revisar la estrategia mundial antidrogas, porque “en muchos sentidos ha fracasado”.
Presidente colombiano desde 2010 —se reeligió en 2014 y concluirá su mandato en 2018— y con una abundante experiencia como periodista, ya que su familia fue propietaria del periódico El Tiempo, de esta ciudad, el jefe de Estado pasará a la historia como el que finalmente logró firmar la paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la guerrilla más antigua de América.
Tras arduas negociaciones de noviembre de 2012 a agosto de 2016 en Cuba, el gobierno y las FARC pactaron los términos para poner fin a una guerra que se prolongó por más de 52 años y dejó más de 8.6 millones de víctimas, con una cifra superior a los 225 mil muertos, unos 45 mil desaparecidos y más de 6.4 millones de desplazados.
El presidente proviene de una familia ligada al tradicional poder político y periodístico en Colombia y de germen liberal. Es sobrino tataranieto del ex presidente Clímaco Calderón Reyes (1852-1913), gobernante del 21 al 22 de diciembre de 1888 y hermano de Aristides, su tatarabuelo. Es sobrino nieto del ex presidente Eduardo Santos Montejo (1888-1974), quien gobernó de 1938 a 1942. Es primo del ex vicepresidente Francisco Santos Calderón, quien ocupó ese cargo de 2002 a 2010. Y fue ministro de Comercio Exterior de 1991 a 1994, de Hacienda de 2000 a 2002 y de Defensa de 2006 a 2009.
La siguiente es la entrevista:
¿Qué impacto cree usted que tendrá el acuerdo de paz suscrito el lunes en Cartagena de Indias en el problema mundial del narcotráfico, y en particular en un país en el que, como México, las mafias del contrabando de drogas se suplen de gran cantidad de cocaína producida en Colombia?
—La lucha contra el narcotráfico es un esfuerzo global, no sólo de Colombia o de México. La cooperación internacional ha sido piedra angular de la política de Colombia frente a este tema. En nada cambia esa determinación el acuerdo. Mientras el negocio ilícito de las drogas prospere, la violencia tendrá siempre gasolina para seguir existiendo en nuestro país y en el continente.
Si un país ha dado esta lucha y ha sufrido todas sus consecuencias, ese país es Colombia. Por eso, junto con otros, hemos venido promoviendo una revisión de esa estrategia global, la cual, en muchos sentidos, ha fracasado.
El acuerdo contiene elementos que son críticos para vencer al narcotráfico en Colombia, como por ejemplo: de la mano de las comunidades afectadas por los cultivos ilícitos vamos a fortalecer la estrategia de sustitución de cultivos; atacaremos con mayor fuerza a los eslabones fuertes de la cadena del narcotráfico como son los capos, los comercializadores, los distribuidores; fortaleceremos el enfoque de salud pública para el manejo de los consumidores; y las FARC se comprometieron no sólo a desvincularse de ese crimen sino también a apoyar al Estado a combatirlo y a compartir información que debe ser útil para atacar a las redes criminales. Esto es de gran importancia para la lucha mundial contra las drogas.
¿Qué responsabilidad compartida debe asumir Estados Unidos, como principal mercado global para la venta de cocaína, luego de que Colombia ha dado el paso mayúsculo de que, al pactar la paz con las FARC, está consolidando una batalla contra el crimen organizado y en especial en contra de los narcotraficantes?
—La cooperación bilateral y multilateral contra el problema de las drogas es esencial por la naturaleza transnacional misma de este flagelo. La relación entre Colombia y Estados Unidos es la de una alianza sólida, que trasciende los años, los partidos políticos y los presidentes de cada país, y abarca múltiples temas de la agenda común, además del narcotráfico.
Gracias a esta alianza pusimos en marcha el Plan Colombia [en 2000], que fue una pieza clave para combatir el narcotráfico y también para llevar a las FARC a la mesa de negociación. Ahora, ambos países estamos construyendo Paz Colombia, la continuación del Plan Colombia para el posconflicto de nuestro país. Estados Unidos ha sido un aliado de Colombia en la guerra y lo será también en la paz. La lucha contra el narcotráfico y contra las bandas criminales seguirá siendo prioridad para ambas naciones.
Los colombianos se aprestan a acudir a las urnas para decirle sí o no al acuerdo de paz con las FARC. Frente a este plebiscito, el país parece dividido, a veces polarizado. ¿Por qué está tan seguro de que los colombianos le dirán sí al acuerdo de paz?
—Estoy convencido de que la inmensa mayoría de los colombianos entiende la importancia de este voto. Es una oportunidad única en nuestra historia de dejar atrás más de 50 años de violencia y muerte para encarar con optimismo las oportunidades que nos trae la paz.
¿Qué impacto tendría que los colombianos le digan que no?
—Estoy convencido de que la gran mayoría de colombianos dirá sí. Si ganara el no, volveremos a la situación que vivíamos hace seis años.
¿Hay un Plan B como alternativa a este Plan A de los acuerdos negociados en Cuba?
—Estamos completamente jugados por el acuerdo de paz que firmamos el 26 septiembre en Cartagena. Tengo la certeza de que el 2 de octubre, cuando se vote el plebiscito, Colombia dará el paso definitivo hacia la paz.
Basta con ver todas las manifestaciones de ciudadanos que han brotado espontáneamente para promover el sí en el plebiscito para darse cuenta de que los colombianos se apropiaron de este acuerdo porque quieren la paz. Los colombianos deben tenerlo claro: no existe la posibilidad de renegociar lo ya acordado.
¿Hay razones para desconfiar de las FARC, como señalan sectores opuestos al acuerdo de paz? ¿Por qué hay razones para confiar en las FARC? ¿Cree que son honestos en su actitud de ofrecer perdón por el dolor ocasionado en los 52 años de guerra?
—Confío en la voluntad de paz de las FARC y en su decisión de cumplir con el acuerdo, pero las garantías no dependen exclusivamente de su buena fe. Las Naciones Unidas verificarán que su desarme sea completo y habrá una comisión de verificación de cumplimiento del acuerdo, que contará con la participación de la comunidad internacional.
En cualquier caso, si las FARC o alguno de sus integrantes incumplen y siguen participando en actividades ilegales, perderán cualquier beneficio y sobre ellos caerá todo el peso de la ley. El acuerdo de paz no comprometió en lo más mínimo las capacidades y facultades de nuestra Fuerza Pública ni de nuestra justicia.
Usted ha dicho que la reconstrucción socioeconómica de Colombia tras la guerra tampoco será de la noche a la mañana, pero que con la paz se dejará de generar muerte y destrucción. ¿Cree que los colombianos deberán apelar a una infinita paciencia para ver el fruto de la paz o estos resultados serán más de corto plazo que lo que muchos prevén?
—Tengo la certeza de que habrá beneficios en sectores como el turismo y seremos un país más atractivo para la inversión extranjera. En el corto plazo, las inversiones de infraestructura en las regiones más afectadas por el conflicto también incentivarán la economía y generarán oportunidades de empleo. Los beneficios en el sector rural tardarán más tiempo, pero, por fin, toda esa riqueza en términos de biodiversidad, potencial agrícola y capital humano se integrará plenamente al desarrollo de Colombia.
En aspectos de justicia, ¿cómo evitar la impunidad, que ha afectado a otros países que caminaron hacia acuerdos de paz pero con falencias en la justicia?
—El acuerdo de entrada garantiza justicia, pues excluye las amnistías e indultos para las graves violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. Todos los responsables serán investigados, sancionados y juzgados por una jurisdicción especial para la paz.
Quienes reconozcan toda su responsabilidad, pidan perdón y reparen a sus víctimas, recibirán sanciones con la restricción efectiva de la libertad y deberán contribuir con, por ejemplo, la obligación de retirar minas antipersonales. Sin embargo, quienes no asuman su responsabilidad o incumplan sus compromisos con las víctimas podrán recibir penas de cárcel hasta por 20 años.