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Setenta años después del final de la Segunda Guerra Mundial, Alemania no consigue desligarse de su trágico y sanguinario pasado.
El Holocausto, los campos de concentración o la figura de Hitler, continúan acaparando titulares en los principales diarios del país porque todavía hoy se producen hallazgos de la época que amenazan con crear verdaderas revoluciones históricas.
El Tercer Reich es una especie de crónica de una historia interminable. No hay mes en el que no se revele un nuevo detalle relacionado con el círculo de poder del Führer.
En ocasiones, se trata de pequeños matices o de novedades de pequeño alcance, en otras, de descubrimientos que tienen incluso la capacidad de hacer saltar por los aires los cimientos de la ideología y la propaganda nazi.
El último y más llamativo lo ha sacado a la luz el historiador Oliver Hilmes, quien pone en cuestión la "pureza racial" de Magda Goebbels, la esposa del ministro de Propaganda de Hitler, considerada por el régimen como la "mujer modelo".
Hilmes sospecha que por las venas de esta nazi convencida corría sangre judía. ¿Especulación, teoría conspirativa? No, los indicios surgen a raíz de un documento que el historiador encontró en los archivos de Berlín.
En él se señalaría que Magda Goebbels era realmente hija de Richard Friedländer, un comerciante judío que fallecería en 1939 en el campo de concentración de Buchenwald, después de ser sometido a trabajos forzados.
Bucear en archivos, hemerotecas, bibliotecas, fondos documentales o repasar biografías son sólo algunos de los instrumentos de los que se valen los historiadores para confirmar datos cuya veracidad es discutida o cuestionable.
Si bien es cierto que sus teorías y revelaciones beben preferiblemente del relato de quienes presenciaron el capítulo más oscuro de la historia alemana.
Todavía vivimos en un tiempo en el que se juzga a los criminales del régimen nazi (hoy nonagenarios) que permanecen vivos y en el que se exprimen los testimonios de los últimos testigos.
Ellos son, seguramente, quienes brindan las mayores satisfacciones a los "espeleólogos de la historia".
Sus recuerdos, en ocasiones contaminados por el paso del tiempo, aportan luz sobre cómo era el día a día en los cuarteles de poder y nos acercan a la esfera privada de algunos de los personajes más crueles del siglo XX.
"Era un hombre agradable, pero también arrogante", señala Brunhilde Pomsel sobre el ministro de Propaganda nazi Joseph Goebbels en el documental "Una vida alemana", recientemente estrenado.
Esta mujer, que en la actualidad tiene 105 años, se convirtió en secretaria de la mano derecha de Hitler en el año 1942. No obstante, insiste en que no disponía de información certera de lo que estaba ocurriendo.
"No sabíamos nada de lo que pasaba, todo se ocultaba y eso funcionó. Le juro que no sabíamos nada de eso", asegura la anciana, quien dice haber sido desconocedora de la humillación y el sufrimiento al que fueron sometidos los judíos, entre ellos, su amiga Eva Löwenthal.
A día de hoy cuesta creer que quienes tuvieron oportunidad de codearse con la cúpula nazi no pudiesen intuir cuán macabro era el régimen que dirigió los designios de Alemania entre 1933 y 1945.
De hecho, a poco que se mueve la tierra siguen apareciendo muestras del sadismo practicado durante el Tercer Reich.
Hace tan solo unos días, en un terreno de la Universidad Libre de Berlín fueron hallados restos humanos que se sospecha podrían estar relacionados con los despiadados experimentos realizados por Josef Mengele, el médico nazi conocido como el "ángel de la muerte".
Los investigadores tratan ahora de confirmar si los huesos encontrados pertenecían de facto a víctimas de Auschwitz que Mengele enviaba a Berlín para ser analizados.
Los indicios no son menores, pues en la zona se encontraba durante el Tercer Reich un antiguo centro de eugenesia, donde se realizaban estudios orientados al perfeccionamiento de la especie humana.
Pero la historia, a diferencia de las matemáticas, no es una ciencia exacta y aquí las incógnitas no se despejan simplemente siguiendo el método. La resolución de la operación puede durar años e incluso no llegar a producirse nunca.
No obstante, el tesón, la fuerza de voluntad y el amor por la historia pueden ayudar a arrojar un poco de luz sobre los enigmas que todavía hoy enfrenta Alemania.
Un buen ejemplo de ello lo constituye Harald Sadner, un informático aficionado a la historia que dedicó más de 20 años a recabar datos que documentan los lugares en los que estuvo Adolf Hitler todos los días de su vida, es decir, desde que nació el 20 de abril de 1889 en Austria hasta que se suicidó en el búnker de la Cancillería en Berlín el 30 de abril de 1945.
En "Hitler: el itinerario", una obra de más de 2.400 páginas, Sadner precisa con minuciosidad todos los movimientos del Führer. Su obsesión por el detalle le ha servido para revelar algunos de los secretos mejor guardados sobre el dictador.
"Hitler no fue nunca a ver un campo de concentración, tampoco fue nunca testigo de los bombardeos aliados. Sólo al final de la guerra, cuando salió de la Cancillería para ir al búnker, vio algunas explosiones y le extrañó ver la gran destrucción de la que era víctima Berlín", reveló.