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Hangzhou, China.— China y Estados Unidos ratificaron ayer el Acuerdo de París, que busca limitar las emisiones nocivas que producen el calentamiento global, un paso clave para que pueda entrar en vigencia el pacto climático antes de fin de año y que marca el camino para que otros países también concreten la iniciativa.
Los jefes de Estado de los dos mayores emisores de gases de efecto invernadero hicieron su anuncio antes de un encuentro del Grupo de las 20 economías más grandes del mundo (G-20), que se realizará hoy y mañana en esta ciudad china.
“Algún día quizás veamos hoy [sábado] como el momento en el que decidimos salvar el planeta”, dijo el presidente de EU, Barack Obama, al anunciar, en presencia de su par chino, Xi Jinping, y del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que EU se sumaba a ratificar el acuerdo. Horas antes lo había hecho la Asamblea Nacional Popular (ANP), el Parlamento chino, al término de su sesión bimensual.
Con este compromiso se hace más probable que el pacto sea pronto vinculante, ya que ambos países suman cerca de 40% de las emisiones globales y, para que el acuerdo entre en vigor, se necesita que al menos 55 países que sumen 55% de las emisiones contaminantes globales completen el proceso de ratificación. Según la Casa Blanca, más de 55 países han expresado públicamente su voluntad de ratificarlo y, entre los que ultiman el proceso, están Brasil, Argentina, Corea del Sur y Japón.
Ban Ki-moon se declaró “optimista” sobre la posibilidad de que eso suceda antes de que acabe el año y consideró este evento como uno de los más “inspiradores” de su mandato, a punto de concluir. Obama, quien abandona la Casa Blanca en enero próximo, busca dejar como uno de sus legados la lucha contra el cambio climático. A su vez, Xi quiere liberarse de la imagen de China como gran país contaminante.
Destinado a sustituir en 2020 al Protocolo de Kioto, el Acuerdo de París tiene como objetivo mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales.
El último viaje internacional previsto de Obama antes de dejar la presidencia de EU comenzó de manera algo incómoda. Poco después del aterrizaje del Air Force One, un funcionario de seguridad chino bloqueó el paso a la asesora estadounidense Susan Rice en la pista y le habló con rudeza, antes de que un agente del Servicio Secreto se parara entre ambos.
Además, durante su encuentro, Obama trasladó a Xi su “firme” apoyo a los derechos humanos en China, un país que vive la peor oleada de represión desde finales de los años 80. El mandatario de EU subrayó la necesidad de que China proteja la libertad religiosa de “todos sus ciudadanos”, después de las políticas controvertidas aplicadas por el dirigente chino, como la retirada masiva de cruces de las iglesias en el este de China o los encarcelamientos de líderes religiosos acusados de “subversión”.
Obama instó también a Xi a que “acate” las normas dictadas por la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS) con respecto a sus disputas con otros países por territorios del mar de China Meridional. El presidente chino pidió a EU “jugar un papel constructivo” para mantener la paz en la zona.