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Madrid.— Una revuelta de los dirigentes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) intentó ayer cesar a Pedro Sánchez, secretario general de la agrupación. 17 de los 35 miembros de su ejecutiva dimitieron para forzar que el PSOE pase a ser dirigido por una gestora. Sánchez sostiene que la maniobra no es válida y sigue siendo el líder de la formación. Los críticos no lo reconocen como tal.
Pedro Sánchez, enfrentado a los grandes líderes regionales del partido (sobre todo a Susana Díaz, presidenta de Andalucía), les planteó esta semana un pulso directo. El secretario es defensor de formar un gobierno con Podemos, y quizá con apoyo de los nacionalistas catalanes. El ala crítica del PSOE que encabeza Díaz pretende que Sánchez deje de obstaculizar al Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy para que éste sea presidente del gobierno español y el PSOE quede así como líder de la oposición.
En esta guerra interna que sacude a los socialistas desde las elecciones de junio, Sánchez lanzó el lunes un golpe que creía definitivo. Consistía en convocar unas primarias del partido para el 23 de octubre en las que, con el apoyo de la militancia, esperaba ser reelegido secretario. Eso legitimaría su proyecto de negociar con Podemos y los nacionalistas. El plan era arriesgado, porque dejaría sólo unos días al PSOE para cerrar un acuerdo con sus posibles socios, que podrían plantearle exigencias muy altas. La fecha tope para conseguir el pacto de gobierno es el 31 de octubre: si ese día el Parlamento no ha aprobado un presidente, España irá a las terceras elecciones en un año.
La estrategia de Sánchez fue frenada ayer. Comenzó la ofensiva Felipe González, ex presidente socialista. González hizo a la Cadena Ser una declaración explosiva: “Sánchez me dijo que se iba a abstener [en la votación parlamentaria que permitiría elegir presidente a Rajoy]. Me siento engañado”. El ex presidente condenó que el secretario forme un gobierno de coalición que considera inestable y lesivo para el país, y defendió que la derecha ocupe el poder mientras el PSOE se rearma. Sobre el futuro de Sánchez, dijo que debía dimitir si el partido le retiraba su apoyo.
Las palabras de González fueron el pistoletazo de salida. Por la tarde dimitieron 17 miembros de la ejecutiva, formado por 35 políticos (más tres bajas anteriores no cubiertas). Los críticos querían llegar a los 18 dimisionarios porque eso significaría que más de la mitad de la ejecutiva quedaba vacía. En ese caso, las normas del PSOE obligan a que una gestora tome el control del partido automáticamente. Pese a no alcanzar los 18, los críticos aseguran que a sus 17 dimitidos —incluyendo Micaela Navarro, presidenta del PSOE— hay que sumarle las tres bajas no cubiertas (una por fallecimiento, y las otras dos por dimisiones sin relación con la crisis actual): eso sumaría 20 vacantes y la destitución de Sánchez sería inevitable.
Pero Sánchez y su equipo no reconocen esa tesis y anunciaron que el secretario no se considera cesado. “El líder del PSOE sigue siendo el que han elegido los militantes del PSOE: Pedro Sánchez”, dijo el secretario de organización del partido, César Luena. Según sus explicaciones, los 18 miembros que quedan de la ejecutiva iniciarán los trámites para las primarias del día 23, a las que Sánchez se presentará.
Esta diferente interpretación de los estatutos puede dar lugar a una división cruenta dentro del partido mientras España sigue sin gobierno y con una peligrosa crisis política en Cataluña, donde ayer el presidente regional, Carles Puigdemont, anunció que celebrará en septiembre de 2017 un referéndum de independencia.