El pueblo de Israel se despide hoy del ex presidente Simón Peres, rindiendo su último tributo a un líder que cautivó simpatías fuera y dentro de su país y que con su muerte dejó un sentimiento de luto nacional.
A primera hora de la mañana sus restos mortales fueron trasladados desde el hospital en el que falleció a las afueras de Tel Aviv hasta el patio de la Kneset (Parlamento), en Jerusalén, donde quedaron expuestos para recibir a las miles de personas que se esperan en la institución para decir adiós a una de las figuras israelíes más internacionales.
El actual presidente Reuven Rivlin, el primer ministro, Benjamin Netanyahu, el presidente de la Cámara, Yuli Edelstein, y el jefe de la oposición y dirigente laborista, Itzhak Herzog, fueron los primeros en presentar sus respetos y hacer una ofrenda floral.
Entre banderas ondeando a media asta, a la temprana ceremonia oficial le siguieron pequeños grupos primero, y organizados en largas colas después, de ciudadanos, simpatizantes y curiosos que se arremolinaban frente al féretro custodiado por una impávida guardia de honor, y que quisieron dejar documentado con vídeos y fotos del histórico momento.
"He venido simplemente a presentar mis respetos a un hombre que se merece mucho más de lo que hemos hecho por él. Creo que no se le ha hecho justicia. Era un gran hombre que no consiguió ver cumplido su cometido y lo que nos ha dejado es la esperanza de que algún día la relación con nuestros vecinos (los palestinos) cambie para bien", dijo a Efe Adam Herbs, con gesto serio.
Según este israelí de origen alemán, es necesario que alguien "recoja su testigo, siga su camino", algo que Adiv, un joven israelí de 16 años, no ve posible.
"No creo que ahora exista alguien que inspire como él, que pueda dar ejemplo", dice junto a su madre.
Dentro de Israel Peres tuvo diversos grados de reconocimiento, a la sombra de una a veces desagradecida carrera política, pero su imagen interna de gran estadista creció sin parar en la última década y, estos días, su muerte ha provocado conmoción en todo el mundo.
Decenas de líderes y representantes oficiales han expresado sus condolencias ante la pérdida del que ha sido definido, casi por unanimidad, de "optimista" inagotable, con una marcada ausencia y silencio del mundo árabe y países vecinos, mucho más comedidos en sus referencias al exdirigente.
Peres ha sido valorado por dedicar los últimos veinte años de una carrera de setenta a resolver por diferentes vías el enquistado conflicto israelí con los palestinos, esfuerzos que le valieron un Nobel de la Paz compartido con Yaser Arafat e Isaac Rabin después de auspiciar junto al expresidente estadounidense Bill Clinton los acuerdos de Oslo, cuando se pensó que la paz entre israelíes y palestinos estaba más cerca que nunca.
Un afecto que quedó patente con la llegada al recinto de un visiblemente dolido Clinton, que viajó directamente a la Kneset tras aterrizar en Israel para homenajear al que calificó de "genio con gran corazón".
"Fue una persona con una gran visión para Israel y creo que para el mundo. Esa es la diferencia con los políticos de hoy en día, alguien con una visión general para un futuro mejor para los israelíes y los seres humanos", explica un padre israelí junto a su hija Naemá, de 11 años, a la que llevó junto al féretro para enseñarle a rendir tributo a los líderes del país.
A lo largo de la jornada se siguen sucediendo las reacciones a su muerte y aumentando la lista de los líderes mundiales que viajan a Israel para participar mañana en el funeral de Estado que se celebrará en el Monte Herzl de Jerusalén, en la parcela reservada a los "grandes de la nación" y en la que descansará junto a las tumbas de Isaac Rabin e Isaac Shamir.
El rey Felipe VI, el presidente estadounidense Barack Obama, el francés François Hollande son sólo algunos de los dirigentes que llegarán en las próximas horas para asistir a las exequias.
Se prevé también la participación del presidente palestino, Mahmud Abás, pese a la distancia y conflicto entre israelíes y palestinos.
Levana Ruso, que observa emocionada el ataúd de Peres, remarca que, al final de su existencia, Peres logró el reconocimiento que le faltó en vida.
"Como dice el proverbio, nadie es profeta en su propia tierra. En su ciudad, en su país, no todo el mundo le valoraba. Pero en el mundo sí y ahora todos le muestran sus respetos, incluso aquellos que antes no lo hacían", afirma.
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