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Washington.— El gobernador de Carolina del Norte, Pat McCroy, declaró anoche el estado de emergencia en la ciudad de Charlotte y ordenó el despliegue de la Guardia Nacional y la policía de tránsito, tras la ola de disturbios que se desataron por la muerte de un afroestadounidense a manos de la policía.
“No podemos tolerar la violencia y no vamos a tolerar los ataques a nuestros policías”, dijo McCroy a CNN, mientras continuaban los choques entre decenas de manifestantes y la policía, que se desataron poco después del atardecer y que dejaron destrozos en cuantiosos comercios y en el mobiliario urbano. La policía dijo haber detenido a un número indeterminado de personas.
Un civil resultó herido de bala durante las protestas y aunque en un principio se informó que había muerto, después la alcaldía aclaró vía Twitter que “está en soporte vital, condición crítica”. Se desconoce cómo fue que resultó lesionado.
Los disturbios estallaron el martes después de que la policía mató al afroestadounidense Keith Lamont Scott, de 43 años, quien según las autoridades iba armado, aunque no han aclarado si estaba apuntando a los agentes. Brentley Vinson, el oficial que abatió a Scott, padre de siete hijos, también es negro.
De acuerdo con el jefe policial de la ciudad, Kerr Putney, Scott suponía “una amenaza” para los agentes, quienes pidieron al hombre con voz “alta y clara” que se desarmara, pero él no cumplió y murió abatido por los tiros de un policía.
Los familiares de Scott aseguran que el hombre leía un libro mientras esperaba que su hijo regresara de la escuela para recogerlo y negaron que tuviera un arma. Los hechos ocurrieron en el estacionamiento de un edificio.
No hay imágenes que demuestren lo sucedido, pero una de las hijas de Scott, Lyric, transmitió en vivo a través de Facebook Live su reacción tras el tiroteo. “Han disparado a mi padre porque es negro”, grita en la grabación de más de media hora en la que asegura que su padre estaba leyendo un libro, algo que hacía habitualmente.
Las primeras protestas registradas entre la noche del martes y la madrugada de ayer dejaron 16 policías y numerosos manifestantes heridos, además de cinco detenidos. La indignación había empezado con protestas pacíficas, al grito de “Black Lives Matter” (las vidas de los negros importan) y “Hands up, don’t shoot” (manos arriba, no disparen), consignas del movimiento en favor de los derechos de las minorías y contra la brutalidad policial contra ellas.
La alcaldesa de la ciudad, Jennifer Roberts, prometió una “investigación total” y transparente para saber qué fue lo que en realidad pasó.
La escalada de las protestas se vio alimentada por la difusión, el martes, del video de la muerte de Terence Crutcher, también afroestadounidense de 40 años y padre de cuatro hijos. Crutcher fue abatido por una agente anglosajona el viernes pasado en la ciudad de Tulsa, Oklahoma.
Su caso fue captado por dos cámaras. En las imágenes, calificadas de “perturbadoras” por las autoridades de la ciudad, se puede ver cómo la policía dispara contra Crutcher pese a que él tenía las manos en alto.
Su camioneta se encontraba varada en un camino tras sufrir una avería. El hombre estaba desarmado.
“Estos trágicos incidentes subrayan una vez más, en los términos más vívidos y dolorosos, las divisiones reales que todavía persisten en nuestra nación entre las fuerzas del orden y las comunidades de color”, reconoció la fiscal general de Estados Unidos, Loretta Lynch, quién hizo un llamado a la calma y pidió que las protestas fuera pacíficas para no “menoscabar la justicia que se busca”.
Según un conteo del diario Washing-
ton Post, este año han muerto 706 personas a manos de la policía de EU, 173 de ellos negros.